NOTAS ICONOGRÁFICAS EN TORNO A UN CÓDIGO VIRGILIANO: EL VIAJE DE ENEAS Y LA SIBILA A TRAVÉS DEL HADES.
Nuestros protagonistas son Eneas y la Sibila. Responden a una imagen fijada, aunque a veces presentan ligeras variantes, tal vez fruto de las diferentes manos. Así, el aguerrido héroe troyano toma la figura de un joven monarca coronado, excepto en la escena segunda en la que lleva un gorro rojo. Viste un traje corto, que responde a la moda de la segunda mitad del siglo XV, de color azul, ceñido a la cintura y camisa y calzas rojas (7). En algunas escenas los colores cambian. También la larga túnica roja que lleva la Sibila a veces cambia de color. El amplio manto con que se cubre es generalmente negro y va anudado al cuello. Una toca blanca completa su atavío y le da el aspecto de una "Mater" gótica (8). En este sentido, no podemos negar la semejanza de nuestra Sibila con la Virgen pintada por Luis Alimbroot en la tabla central del Tríptico de la Encarnación (M. Prado, Madrid), a principios de la segunda mitad del siglo XV (9). Alimbroot nos muestra a la Virgen y San José en el pasaje de la Infancia de Jesús; cuando el Niño se pierde y es hallado en el Templo, formando una pareja y con una actitud que nos recuerdan a la Sibila y Eneas.
Éstos no se separan nunca y ella, como corresponde a su rango de sacerdotisa, toma la iniciativa desempeñando el papel de guía. Así, sus gestos denotan que explica a Eneas lo que se abre ante sus ojos. El Troyano, que en todas las escenas infernales va espada en ristre, demuestra unas veces su estupor y otras su temor. No en vano la Cumana le ha pedido: "Toma en la mano tu desnuda espada: aquí hay necesidad para valerte, valiente Eneas, de esfuerzo y pecho fuerte" (10).
Junto a los protagonistas de este periplo aparecen otros personajes como la diosa Proserpina, el barquero Caronte, Orfeo el músico y los espíritus, que preferimos describir en su escena correspondiente.
El paisaje tiene rasgos característicos en cada una de las dos esferas del mundo de ultratumba. En el Averno los escenarios son rocosos y hay llamas por todas partes. En los Campos Elíseos las ánimas se mueven entre frondosas arboledas. En, ambos casos cielos azules encierran las escenas, estando los del Paraíso tachonados de estrellas de oro. A veces un sol de fuego ilumina con su luz propia.
Un rasgo característico de estas miniaturas, extensible también al resto del códice, es el decorativismo de sus suelos, alfombrados de verde césped jalonado por plantas y flores dibujadas en amarillo, que nos hacen pensar en los tapices "mille fleurs" o "verdures" tan extendidos en el siglo XV (11). Sobre ellos se moverán nuestros amigos.
Acompañemos, pues, de la mano del gran Virgilio, a Eneas y la Sibila en este fascinante viaje por el Hades.
1. SACRIFICIO A LA DIOSA HÉCATE Y BAJADA AL AVERNO
(fol. 151) (Lám. 1)
Ante un ara sobre la que arde un fuego sacro, "La Cumea Sibila derrama dulces y olorosos vinos en la mitad de los noveles cuernos" de un becerro (12). Está realizando la ofrenda " a la grande Hécate, en Cielo y en Infierno poderosa" (13). Otras dos bestias degolladas yacen a sus pies. Tras ella Eneas asiste al rito. Según el relato, la noche está al caer y casi podemos oír "dar muchos perro mil aullidos tristes, la venida anunciando de la diosa" (14), tal es el verismo con el que los animales han sido representados. Ambas escenas, el sacrificio y la presencia de Hécate cual busto femenino emergiendo de entre las rocas que constituyen la puerta del Infierno, significan un "unicum" en las representacoines de La Eneida conocidas. Sin duda fueron creadas por el artista para este pasaje; sin embargo, tal vez conociera imágenes de sacrificios antiguos, pues el realizado ante este ara tiene un cierto sabor clásico.
Centra la composición el profundo "largo Aornos" que se sitúa en la entrada del Hades (15). Por ésta y entre llamas, penetra la de Cumas acompañada del héroe, quien "sigue su diestra guía" (16). A pesar del dramatismo de la narración, las actitudes de los personajes son reposadas.
2. PRIMERA ENTRADA DEL INFIERNO (fol. 152)
Nos hallamos junto al zaguán donde "los lamentos tristes, las ansias y congojas vengadoras tienen por tiempo eterno su aposento" (17). Encerrados en una fortaleza de naranjas muros, están las horrísonas Furias, la Discordia, la Guerra, una arpía y demás seres monstruosos y demonios. En el centro, bajo un viejo y nudoso olmo, sobre el que en un trono de madera vacío reposan los ensueños vanos, la Muerte (un esqueleto), el Trabajo (un caballo con cabeza de calavera tocada de un gorro negro y con un enorme babero naranja), el Sueño (un animal de doble rostro) y los placeres ilícitos (un cuadrúpedo monstruoso) forman corro (18).
El miniaturista ha dejado vía libre a su imaginación y se recrea en lo monstruoso con todo lujo de detalle: caras desencajadas, serpientes enrolladas y animales fantásticos moran en esta tétrica estancia que Eneas y la Sibila contemplan desde fuera. En ninguna de las Eneidas que han llegado hasta nuestro conocimiento hay una representación de este tipo.
3. ENCUENTRO CON PALINURO (fol. 152 v.°)
En la ribera del Aqueronte, una tosca mano ha plasmado el encuentro de la viajera pareja con Palinuro, el joven piloto que, mientras conducía la nave del Troyano, fue arrebatado por una ola ahogándose en el mar (19). Aquí Eneas, sorprendentemente, parece llevar barba. Por otra parte, la
sabia sacerdotisa se asemeja a las figuras de Santas a que los artistas hispanoflamencos nos tienen acostumbrados.
Al borde de las turbulentas aguas se establece un diálogo entre los dos seres humanos y el alma de Palinuro, al que acompañan otros seres desnudos; concretamente tres mujeres. Destacamos este detalle porque en el resto de las miniaturas las almas serán desnudos asexuados. Tras ellos Caronte niega violentamenre a otra difunta la subida a la barca que la transportaría a la otra orilla; tal es el castigo de los no enterrados (20). Otras almas están siendo llevadas y otras ya han cruzado la pestífera laguna.
El temible Caronte, "barquero horrendo... de barba cana, inculta, sucia y hórrida... trae tina vil y andrajosa capa en los desnudos hombros anudada" (21).La representación del barquero es fiel al texto. Esta tradición iconográfica no se había perdido durante la Edad Media. Encontramos así a un anciano que responde a estas características, ornando una inicial del Liber Regulae Sancti Spiritus, decorado probablemente en la Toscana a mediados del siglo XIV (22). Sin embargo, el miniatiurista de fines del xiv o principios del XV de La Eneida de la Bibl. Mun. de Lyon, 27, ha pintado a Caronte como joven contemporáneo (23).
4. CARONTE CRUZA A ENEAS Y LA SACERDOTISA AL OTRO LADO DEL AQUERONTE. ENCUENTRO CON CANCERBERO (fol. 155) (Lám. 2)
La barca se desliza por entre las llameantes aguas llevando a tan honorables pasajeros. Cancerbero, el perro de las tres cabezas monstruosas, les espera en la otra orilla. Eneas y no la sacerdotisa, según debiera ser atendiendo al texto, le da "un gran pedazo de pulposa carne con miel guisado... el cual tenía virtud de infundir sueño" (24)
5. ENEAS Y LA SIBILA OYEN: LOS LLANTOS DE LOS RECIÉN NACIDOS
(fol. 155 v.°)
6. EL REY MINOS JUZGA A LAS ALMAS (fol. 156)
En un siniestro antro, bajo la mortecina luz de un sol enrojecido, entre unas rocas en llamas vigiladas por alados demonios negros, se abren varias estancias. Ante ellas se detiene la pareja y escucha los gemidos de quienes allí padecen (25).
En la imagen siguiente, el rey Minos, desde su cátedra, hace justicia. El juez Minos reproduce el esquema del Dios juez que Van Eyck pintó en el poliptico de Gante, tipo repetido después en innumerables ocasiones por los artistas del último gótico (26). Le flanquean grupos de ánimas que atienden a su veredicto (27). A la izquierda, en primer plano, el Troyano y la Cumana observan la escena.
7. VISITA A LA LAGUNA ESTIGIA (fol. 156)
Avanzando por el Averno llegan a la laguna Estigia donde los suicidas, sumergidos en las llameantes aguas, se vuelven a clavar una y mil veces la espada con que cobardemente segaron sus propias vidas (28). No podemos pasar por alto la cierta semejanza que existe entre estas visiones del Infierno rocoso, poblado por ánimas en pena, y la miniatura del folio 98 de La Eneida de principios del siglo XV, que formaba parte de la antigua colección Wellington (29).
8. LOS "LLOROSOS CAMPOS" (fol. 156 v.°)
Continuando su marcha por el Hades, Eneas y la Sibila visitan los "Llorosos Campos", entre cuyos árboles se esconden aquellos que padecieron por amor. Allí Eneas se dirige a Dido quien le da la espalda (30). Otras ánimas penan. Todas tienen el pecho abierto por una llaga. Aparece junto a ellas un animal monstruoso, una especie de quimera con cuerpo de cabra, cabeza de león y cola terminada en ave de rapiña. Su inclusión en esta escena es un misterio, habida cuenta que el texto no lo menciona y que los ilustradores, salvo en pequeños detalles, se muestran muy fieles a los versos de Virgilio.
9. EN EL CAMPO DE LOS GUERREROS (fol. 157 v.°)
Llegados a la región de los guerreros, Eneas y la profetisa contemplan a los que fueron aguerridos luchadores, aquí también cubiertos con sus armaduras y cascos, atributos de los que el miniaturista no ha querido privar a estas castigadas almas, en su morada de ultratumba. Aquí sacia Eneas su curiosidad oyendo de los labios del animoso Deífobo la triste historia de su traición. Pero la guía corta su diálogo y le apremia a seguir viaje, pues la noche va avanzando y aún es largo el camino (31).
10. LA CIUDAD DE PLUTÓN (fol. 159) (Lám. 3)
A las altas murallas se asoman cautelosos virgen y héroe. Rodeada por el tartáreo Flegetonte está la insigne ciudad (32). En su umbral una furia anacrónicamente ataviada, espada en alto, la vigila. Una serpiente le sirve de cinturón. En el interior, desgraciadas almas sufren los tormentos que la demoníaca Tisífone les aplica. Destaca a la izquierda el joven Ticio. Un buitre le arranca las entrañas. Su cuerpo es el de un gigante caído en desgracia y castigado eternamente por Júpiter. Este "unicum" en la decoración de La Eneida es exponente de la formación del mentor de la obra, ya que el texto no revela la condición de gigante de Ticio (33). La versión iconográfica de este castigo puede remontarse a las figuras desnudas mordidas por aves que aparecen en la representación del "Arca de Noé según San Agustín y Estrabón" (Historia de Rodrigo Jiménez. Siglo xli, fol. 49) y la que se repite luego en la escena del "Señor luchando con los reyes y la bestia" del Comentario al Apocalipsis del Beato de la B.N. de París (lat. 2290, fol. 141), del siglo XIII (34).
11. ENTREGA DEL RAMO DE ORO A LA DIOSA (fol. 161) (Lám. 4)
"Acelerando el paso juntos... y dado el don a la tartárea diosa" nuestros amigos "en fin llegaron a les lugares dulces y vergeles amenos de los bosques gloriosos, albergues y moradas de los buenos" (35).
Esta imagen, además de constituir otro caso aislado en la historia de la ilustración virgiliana, está llena de sugerencias iconográficas que nos hacen adentrarnos en el terreno de las hipótesis.
La escena que ocupa el primer plano de la ilustración podría suponer un préstamo tomado por el miniaturista del repertorio iconográfico del mundo cristiano. Así, cuando el texto nos presenta a Eneas entregando a la diosa el ramo de oro, el pintor nos ofrece a un joven monarca dando un ramo de flores a una recatada joven vestida con una larga túnica azul. Bajo sus pies hay una luna de plata con las puntas hacia arriba. Una vez más el artista nos sorprende con su saber, porque esta diosa es a la que los antiguos llamaban Luna en el cielo, Diana en la tierra y Proserpina en los infiernos (36). Así, y puesto que nos hallamos a las puertas de los Campos Elíseos, se trata de la diosa Luna y como tal la ha representado el pintor.
La pregunta es, dado que esta iconografía, que será la de la Inmaculada Concepción en los siglos posteriores, ya era conocida y empleada en Europa a finales del siglo XV (37), ¿estamos ante un préstamo de la iconografía cristiana o se trata tal vez de una creación paralela? Por otra parte, esta sugestión cristiana vienes subrayada por la especie de halo que forma la puerta de la muralla que se extiende tras ellos y que parece dibujar un nimbo sobre la áurea cabeza de la diosa. Personalmente nos inclinamos a considerar el motivo una trasposición de la iconografía religiosa, conocida probablemente por algún repertorio de grabados (38). Además, con unos retoques, suprimiendo a la sacerdotisa y cambiándole a Eneas la corona por unas alas, la escena podría perfectamente convertirse en una Anunciación.
En el segundo plano, tras una fortaleza rosa jalonada por redondas torres almenadas, tres jóvenes personajes, gigantes, de perfil, desnudos, cubiertos con ricas capas tornasoladas, se recortan contra un cielo tapizado de estrellas de oro. Sobre cada una de sus cabezas se sitúa una estrella dorada. Es probable que se trate de alguna personificación cuyo significado se nos escapa. Creemos que su imagen prototipo debe encontrarse en un grabado.
12. EN LOS CAMPOS ELÍSEOS CON ORFEO (fol. 161 V.°)
A su paso por el Paraíso hallan a Orfeo, sacro sacerdote tracio, que puntea las cuerdas de un laúd, en vez de la lira que le caracteriza (39). Aparece ricamente ataviado con un vestido rosa de amplias mangas por cuyo cuello asoma una camisa roja. Su tipo iconográfico responde al del músico cortesano y podría tocar en cualquier grupo de cámara, antes que en este florido vergel de los Campos Elíseos, donde un grupo de ocho bienaventurados le escorchan.
13. ANQUISES MUESTRA A ENEAS SU DESCENDENCIA (fol. 163 V °)
El alma de Anquises, cual ser asexuado (40), conversa con su hijo y señala hacia un grupo de armados espíritus, que constituyen la gloriosa descendencia del fundador de Roma. En sus manos espadas, flechas y lanzas; a sus espaldas renombradas hazañas (41).
14. ANQUISES ACOMPAÑA A ENEAS Y A LA SIBILA A LA PUERTA DE SALIDA
DEL HADES (fol. 167)
Llegados al punto final de su empresa los dos viajeros han de salir del Hades. Se hallan en un recinto cerrado por unos muros lisos de color rosa. En ellos se abren dos grandes puertas a las que Anquises se refiere (42). Ante el umbral de la puerta acertada se produce la despedida. El espíritu del padre y el hijo estrechan manos. Parece un adiós entre dos amigos. La Sibila, desde el dintel, les mira. Detrás quedan las almas de los dichosos que ciñen sus frentes con ramos y cortan flores.
Nuestros viajeros han. recorrido un largo camino. Eneas aún debe surcar mares y derrotar ejércitos, antes de cumplir la misión que el Hado le ha destinado. Para nuestro héroe un viaje más largo acaba de comenzar.
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