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Film francés, Entre los Muros.-ESPACIO CURRIC.-TEORÌAY PROC. CURRICULAR-3º AÑO.-LUCIO.

Grupos heterogéneos Entre los muros: un film que (se) interroga sobre la educación La película de Laurent Cantet está basada en la obra del escritor y docente François Begaudeau, que también protagoniza el film, encarnando a M. Marin. Junto a él, un grupo de actores no profesionales, seleccionados entre los estudiantes de una escuela media de París, recrean la vida en la escuela. La extraordinaria calidad del resultado hizo que Entre los muros se alzara con el premio mayor en el Festival de Cannes de 2008, barriendo con el glamour, la celebridad y las superproducciones. Entre los muros es no solo un film ineludible para los educadores sino un sugerente material para compartir y discutir con los alumnos.

WERNER JAEGER Paideia: los ideales de la cultura griega

FOTOS DE CURSOS,CONFERENCIAS,FOROS , ECT.CON ESCRITORES/AS. LUCIO

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RESUMEN Y REFLEXIÓN DE LA PELICULA-ESCRITORES DE LA LIBERTAD.

Este trabajo es una invitación a todos los docentes enamorados de su carrera, para que reflexionen acerca de su que-hacer pedagógico y la necesidad de innovar en la educación.

TRAILER DE LA PELICULA-LOS CORISTAS-PARA REFLEXIÓN DE LOS DOCENTES.

PELICULA ANALIZADA- FEOS-SUCIOS Y MALOS.

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domingo, 28 de marzo de 2010

COMO RESUMIR UN TEXTO.

Ideas Principales y Secundarias:

Seguramente desde pequeño tus maestros y padres te orientaban a extraer las ideas principales de un texto cuando te ponías a estudiar tus asignaturas, efectivamente, es un excelente método de estudio luego de leer y analizar un texto, subrayar las ideas principales, esto ayuda a la comprensión y nos beneficia para fijar el conocimiento.
En un texto o en un párrafo cualquiera se encuentran las ideas principales y otras denominadas ideas secundarias que apoyan a las primeras.
Pero, ¿sabemos cuál es la idea principal de un párrafo?. ¿Podemos distinguir la idea principal de las secundarias?

Idea Principal:
La idea principal puede ubicarse en el principio, centro o final del párrafo. La idea principal es la frase o "idea" que no podría suprimirse ya que el párrafo perdería el sentido. La idea principal suele darnos por si sola el argumento del párrafo. Ella, la idea principal se acompaña de sinónimos que suelen reunirse bajo un mismo concepto semántico, formándose así las ideas secundarias.
Ideas Secundarias:
Las ideas secundarias en un párrafo o texto acompañan a las ideas principales con el propósito de apoyar los mensajes claves, explicarlos y reforzando el sentido primordial.

Elige la idea central del párrafo siguiente y algunas secundarias. ¿Lo podrás hacer?
Cuando nos sometemos a un examen escolar, debemos demostrar los conocimientos adquiridos al profesor, quien nos revisará y tendrá que dar la calificación adecuada a nuestras respuestas. Para lograr que nuestro examen sea bien calificado no es correcto contestar sin tener cuidado de la ortografía, la redacción, la limpieza. El examen debe ser cuidadosamente revisado y autoevaluado antes de ser entregado, esa oportunidad es la última que tenemos, no la desperdicies.

EL VIAJE DE ENEAS Y LA SIBILA A TRAVÉS DEL HADES.

NOTAS ICONOGRÁFICAS EN TORNO A UN CÓDIGO VIRGILIANO: EL VIAJE DE ENEAS Y LA SIBILA A TRAVÉS DEL HADES.

Nuestros protagonistas son Eneas y la Sibila. Responden a una imagen fijada, aunque a veces presentan ligeras variantes, tal vez fruto de las diferentes manos. Así, el aguerrido héroe troyano toma la figura de un joven monarca coronado, excepto en la escena segunda en la que lleva un gorro rojo. Viste un traje corto, que responde a la moda de la segunda mitad del siglo XV, de color azul, ceñido a la cintura y camisa y calzas rojas (7). En algunas escenas los colores cambian. También la larga túnica roja que lleva la Sibila a veces cambia de color. El amplio manto con que se cubre es generalmente negro y va anudado al cuello. Una toca blanca completa su atavío y le da el aspecto de una "Mater" gótica (8). En este sentido, no podemos negar la semejanza de nuestra Sibila con la Virgen pintada por Luis Alimbroot en la tabla central del Tríptico de la Encarnación (M. Prado, Madrid), a principios de la segunda mitad del siglo XV (9). Alimbroot nos muestra a la Virgen y San José en el pasaje de la Infancia de Jesús; cuando el Niño se pierde y es hallado en el Templo, formando una pareja y con una actitud que nos recuerdan a la Sibila y Eneas.
Éstos no se separan nunca y ella, como corresponde a su rango de sacerdotisa, toma la iniciativa desempeñando el papel de guía. Así, sus gestos denotan que explica a Eneas lo que se abre ante sus ojos. El Troyano, que en todas las escenas infernales va espada en ristre, demuestra unas veces su estupor y otras su temor. No en vano la Cumana le ha pedido: "Toma en la mano tu desnuda espada: aquí hay necesidad para valerte, valiente Eneas, de esfuerzo y pecho fuerte" (10).
Junto a los protagonistas de este periplo aparecen otros personajes como la diosa Proserpina, el barquero Caronte, Orfeo el músico y los espíritus, que preferimos describir en su escena correspondiente.
El paisaje tiene rasgos característicos en cada una de las dos esferas del mundo de ultratumba. En el Averno los escenarios son rocosos y hay llamas por todas partes. En los Campos Elíseos las ánimas se mueven entre frondosas arboledas. En, ambos casos cielos azules encierran las escenas, estando los del Paraíso tachonados de estrellas de oro. A veces un sol de fuego ilumina con su luz propia.
Un rasgo característico de estas miniaturas, extensible también al resto del códice, es el decorativismo de sus suelos, alfombrados de verde césped jalonado por plantas y flores dibujadas en amarillo, que nos hacen pensar en los tapices "mille fleurs" o "verdures" tan extendidos en el siglo XV (11). Sobre ellos se moverán nuestros amigos.
Acompañemos, pues, de la mano del gran Virgilio, a Eneas y la Sibila en este fascinante viaje por el Hades.

1. SACRIFICIO A LA DIOSA HÉCATE Y BAJADA AL AVERNO
(fol. 151) (Lám. 1)
Ante un ara sobre la que arde un fuego sacro, "La Cumea Sibila derrama dulces y olorosos vinos en la mitad de los noveles cuernos" de un becerro (12). Está realizando la ofrenda " a la grande Hécate, en Cielo y en Infierno poderosa" (13). Otras dos bestias degolladas yacen a sus pies. Tras ella Eneas asiste al rito. Según el relato, la noche está al caer y casi podemos oír "dar muchos perro mil aullidos tristes, la venida anunciando de la diosa" (14), tal es el verismo con el que los animales han sido representados. Ambas escenas, el sacrificio y la presencia de Hécate cual busto femenino emergiendo de entre las rocas que constituyen la puerta del Infierno, significan un "unicum" en las representacoines de La Eneida conocidas. Sin duda fueron creadas por el artista para este pasaje; sin embargo, tal vez conociera imágenes de sacrificios antiguos, pues el realizado ante este ara tiene un cierto sabor clásico.
Centra la composición el profundo "largo Aornos" que se sitúa en la entrada del Hades (15). Por ésta y entre llamas, penetra la de Cumas acompañada del héroe, quien "sigue su diestra guía" (16). A pesar del dramatismo de la narración, las actitudes de los personajes son reposadas.

2. PRIMERA ENTRADA DEL INFIERNO (fol. 152)
Nos hallamos junto al zaguán donde "los lamentos tristes, las ansias y congojas vengadoras tienen por tiempo eterno su aposento" (17). Encerrados en una fortaleza de naranjas muros, están las horrísonas Furias, la Discordia, la Guerra, una arpía y demás seres monstruosos y demonios. En el centro, bajo un viejo y nudoso olmo, sobre el que en un trono de madera vacío reposan los ensueños vanos, la Muerte (un esqueleto), el Trabajo (un caballo con cabeza de calavera tocada de un gorro negro y con un enorme babero naranja), el Sueño (un animal de doble rostro) y los placeres ilícitos (un cuadrúpedo monstruoso) forman corro (18).
El miniaturista ha dejado vía libre a su imaginación y se recrea en lo monstruoso con todo lujo de detalle: caras desencajadas, serpientes enrolladas y animales fantásticos moran en esta tétrica estancia que Eneas y la Sibila contemplan desde fuera. En ninguna de las Eneidas que han llegado hasta nuestro conocimiento hay una representación de este tipo.

3. ENCUENTRO CON PALINURO (fol. 152 v.°)
En la ribera del Aqueronte, una tosca mano ha plasmado el encuentro de la viajera pareja con Palinuro, el joven piloto que, mientras conducía la nave del Troyano, fue arrebatado por una ola ahogándose en el mar (19). Aquí Eneas, sorprendentemente, parece llevar barba. Por otra parte, la
sabia sacerdotisa se asemeja a las figuras de Santas a que los artistas hispanoflamencos nos tienen acostumbrados.
Al borde de las turbulentas aguas se establece un diálogo entre los dos seres humanos y el alma de Palinuro, al que acompañan otros seres desnudos; concretamente tres mujeres. Destacamos este detalle porque en el resto de las miniaturas las almas serán desnudos asexuados. Tras ellos Caronte niega violentamenre a otra difunta la subida a la barca que la transportaría a la otra orilla; tal es el castigo de los no enterrados (20). Otras almas están siendo llevadas y otras ya han cruzado la pestífera laguna.
El temible Caronte, "barquero horrendo... de barba cana, inculta, sucia y hórrida... trae tina vil y andrajosa capa en los desnudos hombros anudada" (21).La representación del barquero es fiel al texto. Esta tradición iconográfica no se había perdido durante la Edad Media. Encontramos así a un anciano que responde a estas características, ornando una inicial del Liber Regulae Sancti Spiritus, decorado probablemente en la Toscana a mediados del siglo XIV (22). Sin embargo, el miniatiurista de fines del xiv o principios del XV de La Eneida de la Bibl. Mun. de Lyon, 27, ha pintado a Caronte como joven contemporáneo (23).

4. CARONTE CRUZA A ENEAS Y LA SACERDOTISA AL OTRO LADO DEL AQUERONTE. ENCUENTRO CON CANCERBERO (fol. 155) (Lám. 2)
La barca se desliza por entre las llameantes aguas llevando a tan honorables pasajeros. Cancerbero, el perro de las tres cabezas monstruosas, les espera en la otra orilla. Eneas y no la sacerdotisa, según debiera ser atendiendo al texto, le da "un gran pedazo de pulposa carne con miel guisado... el cual tenía virtud de infundir sueño" (24)

5. ENEAS Y LA SIBILA OYEN: LOS LLANTOS DE LOS RECIÉN NACIDOS
(fol. 155 v.°)

6. EL REY MINOS JUZGA A LAS ALMAS (fol. 156)
En un siniestro antro, bajo la mortecina luz de un sol enrojecido, entre unas rocas en llamas vigiladas por alados demonios negros, se abren varias estancias. Ante ellas se detiene la pareja y escucha los gemidos de quienes allí padecen (25).
En la imagen siguiente, el rey Minos, desde su cátedra, hace justicia. El juez Minos reproduce el esquema del Dios juez que Van Eyck pintó en el poliptico de Gante, tipo repetido después en innumerables ocasiones por los artistas del último gótico (26). Le flanquean grupos de ánimas que atienden a su veredicto (27). A la izquierda, en primer plano, el Troyano y la Cumana observan la escena.

7. VISITA A LA LAGUNA ESTIGIA (fol. 156)
Avanzando por el Averno llegan a la laguna Estigia donde los suicidas, sumergidos en las llameantes aguas, se vuelven a clavar una y mil veces la espada con que cobardemente segaron sus propias vidas (28). No podemos pasar por alto la cierta semejanza que existe entre estas visiones del Infierno rocoso, poblado por ánimas en pena, y la miniatura del folio 98 de La Eneida de principios del siglo XV, que formaba parte de la antigua colección Wellington (29).

8. LOS "LLOROSOS CAMPOS" (fol. 156 v.°)
Continuando su marcha por el Hades, Eneas y la Sibila visitan los "Llorosos Campos", entre cuyos árboles se esconden aquellos que padecieron por amor. Allí Eneas se dirige a Dido quien le da la espalda (30). Otras ánimas penan. Todas tienen el pecho abierto por una llaga. Aparece junto a ellas un animal monstruoso, una especie de quimera con cuerpo de cabra, cabeza de león y cola terminada en ave de rapiña. Su inclusión en esta escena es un misterio, habida cuenta que el texto no lo menciona y que los ilustradores, salvo en pequeños detalles, se muestran muy fieles a los versos de Virgilio.

9. EN EL CAMPO DE LOS GUERREROS (fol. 157 v.°)
Llegados a la región de los guerreros, Eneas y la profetisa contemplan a los que fueron aguerridos luchadores, aquí también cubiertos con sus armaduras y cascos, atributos de los que el miniaturista no ha querido privar a estas castigadas almas, en su morada de ultratumba. Aquí sacia Eneas su curiosidad oyendo de los labios del animoso Deífobo la triste historia de su traición. Pero la guía corta su diálogo y le apremia a seguir viaje, pues la noche va avanzando y aún es largo el camino (31).

10. LA CIUDAD DE PLUTÓN (fol. 159) (Lám. 3)
A las altas murallas se asoman cautelosos virgen y héroe. Rodeada por el tartáreo Flegetonte está la insigne ciudad (32). En su umbral una furia anacrónicamente ataviada, espada en alto, la vigila. Una serpiente le sirve de cinturón. En el interior, desgraciadas almas sufren los tormentos que la demoníaca Tisífone les aplica. Destaca a la izquierda el joven Ticio. Un buitre le arranca las entrañas. Su cuerpo es el de un gigante caído en desgracia y castigado eternamente por Júpiter. Este "unicum" en la decoración de La Eneida es exponente de la formación del mentor de la obra, ya que el texto no revela la condición de gigante de Ticio (33). La versión iconográfica de este castigo puede remontarse a las figuras desnudas mordidas por aves que aparecen en la representación del "Arca de Noé según San Agustín y Estrabón" (Historia de Rodrigo Jiménez. Siglo xli, fol. 49) y la que se repite luego en la escena del "Señor luchando con los reyes y la bestia" del Comentario al Apocalipsis del Beato de la B.N. de París (lat. 2290, fol. 141), del siglo XIII (34).

11. ENTREGA DEL RAMO DE ORO A LA DIOSA (fol. 161) (Lám. 4)
"Acelerando el paso juntos... y dado el don a la tartárea diosa" nuestros amigos "en fin llegaron a les lugares dulces y vergeles amenos de los bosques gloriosos, albergues y moradas de los buenos" (35).
Esta imagen, además de constituir otro caso aislado en la historia de la ilustración virgiliana, está llena de sugerencias iconográficas que nos hacen adentrarnos en el terreno de las hipótesis.
La escena que ocupa el primer plano de la ilustración podría suponer un préstamo tomado por el miniaturista del repertorio iconográfico del mundo cristiano. Así, cuando el texto nos presenta a Eneas entregando a la diosa el ramo de oro, el pintor nos ofrece a un joven monarca dando un ramo de flores a una recatada joven vestida con una larga túnica azul. Bajo sus pies hay una luna de plata con las puntas hacia arriba. Una vez más el artista nos sorprende con su saber, porque esta diosa es a la que los antiguos llamaban Luna en el cielo, Diana en la tierra y Proserpina en los infiernos (36). Así, y puesto que nos hallamos a las puertas de los Campos Elíseos, se trata de la diosa Luna y como tal la ha representado el pintor.
La pregunta es, dado que esta iconografía, que será la de la Inmaculada Concepción en los siglos posteriores, ya era conocida y empleada en Europa a finales del siglo XV (37), ¿estamos ante un préstamo de la iconografía cristiana o se trata tal vez de una creación paralela? Por otra parte, esta sugestión cristiana vienes subrayada por la especie de halo que forma la puerta de la muralla que se extiende tras ellos y que parece dibujar un nimbo sobre la áurea cabeza de la diosa. Personalmente nos inclinamos a considerar el motivo una trasposición de la iconografía religiosa, conocida probablemente por algún repertorio de grabados (38). Además, con unos retoques, suprimiendo a la sacerdotisa y cambiándole a Eneas la corona por unas alas, la escena podría perfectamente convertirse en una Anunciación.
En el segundo plano, tras una fortaleza rosa jalonada por redondas torres almenadas, tres jóvenes personajes, gigantes, de perfil, desnudos, cubiertos con ricas capas tornasoladas, se recortan contra un cielo tapizado de estrellas de oro. Sobre cada una de sus cabezas se sitúa una estrella dorada. Es probable que se trate de alguna personificación cuyo significado se nos escapa. Creemos que su imagen prototipo debe encontrarse en un grabado.

12. EN LOS CAMPOS ELÍSEOS CON ORFEO (fol. 161 V.°)
A su paso por el Paraíso hallan a Orfeo, sacro sacerdote tracio, que puntea las cuerdas de un laúd, en vez de la lira que le caracteriza (39). Aparece ricamente ataviado con un vestido rosa de amplias mangas por cuyo cuello asoma una camisa roja. Su tipo iconográfico responde al del músico cortesano y podría tocar en cualquier grupo de cámara, antes que en este florido vergel de los Campos Elíseos, donde un grupo de ocho bienaventurados le escorchan.

13. ANQUISES MUESTRA A ENEAS SU DESCENDENCIA (fol. 163 V °)
El alma de Anquises, cual ser asexuado (40), conversa con su hijo y señala hacia un grupo de armados espíritus, que constituyen la gloriosa descendencia del fundador de Roma. En sus manos espadas, flechas y lanzas; a sus espaldas renombradas hazañas (41).
14. ANQUISES ACOMPAÑA A ENEAS Y A LA SIBILA A LA PUERTA DE SALIDA
DEL HADES (fol. 167)
Llegados al punto final de su empresa los dos viajeros han de salir del Hades. Se hallan en un recinto cerrado por unos muros lisos de color rosa. En ellos se abren dos grandes puertas a las que Anquises se refiere (42). Ante el umbral de la puerta acertada se produce la despedida. El espíritu del padre y el hijo estrechan manos. Parece un adiós entre dos amigos. La Sibila, desde el dintel, les mira. Detrás quedan las almas de los dichosos que ciñen sus frentes con ramos y cortan flores.
Nuestros viajeros han. recorrido un largo camino. Eneas aún debe surcar mares y derrotar ejércitos, antes de cumplir la misión que el Hado le ha destinado. Para nuestro héroe un viaje más largo acaba de comenzar.

sábado, 27 de marzo de 2010

BIOGRAFIA DE JUAN JOSÉ SAER.

Juan José Saer nació en Serodino (Provincia de Santa Fe) el 28 de junio de 1937. Fue profesor de la Universidad Nacional del Litoral, donde enseñó Historia del Cine y Crítica y Estética Cinematográfica. En 1968 se radicó en París. Su vasta obra narrativa, considerada una de las máximas expresiones de la literatura argentina contemporánea, abarca cuatro libros de cuentos –En la zona (1960), Palo y hueso (1965), Unidad de lugar (1967), La mayor (1976)– y diez novelas: Responso (1964), La vuelta completa (1966), Cicatrices (1969), El limonero real (1974), Nadie nada nunca (1980), El entenado (1983), Glosa (1985), La ocasión (1986, Premio Nadal), Lo imborrable (1992) y La pesquisa (1994). En 1983 publicó Narraciones, antología en dos volúmenes de sus relatos. En 1986 apareció Juan José Saer por Juan José Saer, selección de textos seguida de un estudio de María Teresa Gramuglio, y en 1988, Para una literatura sin atributos, conjunto de artículos y conferencias publicada en Francia. En 1991 publicó el ensayo El río sin orillas, con gran repercusión en la crítica, y en 1997, El concepto de ficción. Su producción poética está recogida en El arte de narrar (1977), paradójico título que expresa, quizás, el intento constante de Saer por –según sus propias palabras– "combinar poesía y narración". Ha sido traducido al francés, inglés, alemán, italiano y portugués.



Entre sus obras:

En la zona (1960)
Responso (1964)
Palo y hueso (1965)
La vuelta completa (1966)
Unidad de lugar (1967)
Verde y negro
Cicatrices (1968)
El limonero real (1974)
La mayor (1976)
Al abrigo
En el extranjero
Nadie nada nunca (1980)
Narraciones (1983)
El entenado (1983)
Glosa (1986)
El arte de narrar (1988)
La ocasión (1988)
El río sin orillas (1991)
fragmentos
Lo imborrable (1993)
La pesquisa (1994).
El concepto de ficción (1997)
El concepto de ficción
Zama
Di Benedetto
crítica en La Nación
Las nubes (1997)
fragmento
crítica en La Nación

NOVELA LA PESQUISA DE JUAN JOSÉ SAER

Los múltiples laberintos en La pesquisa de Juan José Saer







La pesquisa (1994) de Juan José Saer se articula según una estructura compleja que integra varios planos narrativos en un marco de mayor amplitud. La narración más amplia que enmarca a las demás cuenta desde una perspectiva omnisciente el reencuentro de tres amigos: Soldi, Tomatis y Pichón Garay en ocasión del viaje de este último, residente en París desde hace veinte años, al litoral santafecino, su lugar de origen en Argentina. Un segundo plano narrativo está constituido por el relato de Pichón Garay a sus amigos sobre los asesinatos en serie ocurridos en el barrio en que vive en París. Otros relatos de extensión menor: la expedición para examinar un manuscrito cuya autoría se desconoce, el resumen de la trama de ese mismo manuscrito y las alusiones a las desapariciones del hermano de Pichón y de su compañera también se incluyen en el mismo marco. Los episodios, fragmentarios y de largo variado se intercalan unos en otros obligando al lector a retrazarlos en relecturas que le permiten comprender su relación. Esta configuración laberíntica aparece en la novela según mises en abîme múltiples que abarcan la representación de los espacios recorridos por los personajes, los episodios en que buscan respuestas obcecadamente elusivas, las alusiones literarias a textos previos de Saer así como a textos ajenos y finalmente las referencias mitológicas.

La insistencia con que esta estructura se presenta en la novela me permite utilizar la figura del laberinto como un instrumento de lectura apto para lograr un acercamiento al texto que dé cuenta de su complejidad. (1) Considero al laberinto como metáfora de la búsqueda intelectual que en esta novela cobra un significado plural; en efecto, se aplica tanto a la pesquisa policial como a los interrogantes que pretenden abordar el mundo interno de los personajes y el proceso de lectura. El intento por descodificar cada uno de ellos da origen a interpretaciones variables y antagónicas que a su vez, derivan en nuevas ramificaciones de significados. Es por eso que los recorridos propuestos a los personajes y al lector cuya meta es llegar a un “centro,” a una conclusión que cierre con respuestas satisfactorias los desafíos que se les presentan, estarán siempre condenados al fracaso y a su prolongación en una incógnita nueva.

La novela se inicia en medias res con el relato de Pichón Garay sobre los asesinatos de veintinueve viejitas en París. El relato de Pichón utiliza la focalización de Morvan, el inspector encargado de solucionar el caso, cuya atención se centra en el enigma de la identidad del asesino. Su perspectiva, sin embargo, a diferencia de la del detective literario tradicional, siempre objetiva y certera, se bifurca en modalidades diversas que añaden ambigüedad a la investigación. El detective paradigmático, a la manera de Dupin, observador e intérprete de signos obedece a una metodología que descifra caras, gestos, actitudes y decorados, reveladores todos del comportamiento humano. Por el contrario, Morvan adopta actitudes variadas y dispersas que abarcan desde la aparente objetividad hasta perspectivas que cuestionan la posibilidad de una correspondencia entre signo y significado, todo lo cual siembra en el relato la duda sobre la posibilidad de llegar a solucionar el enigma.

En La pesquisa la verdad se supone el resultado de una interpretación elaborada según razonamientos que enlazan causa y efecto, es decir que se trata de un concepto variable que depende del punto de vista elegido y de planteos cuya formulación puede lograr resultados múltiples. De tal manera, la verdad buscada no existiría como algo perteneciente al reino de la realidad y preexistente al pensamiento del investigador. Así es que por ejemplo, para obtener una visión aclaradora de los crímenes, Morvan escruta las multitudes que se desplazan por el laberinto de calles que rodean su despacho. Desde ese lugar estratégicamente ubicado en una posición central y en altura observa:



Mujeres cargadas de paquetes, de bolsos, de ramas de pino y de criaturas, cruzaban apuradas por las rayas blancas de los pasajes para peatones en todo el perímetro de la plaza León Blum del que Morvan, en el lugar en que estaba y por mucho que se inclinara hacia la ventana, no podía ver más que una parte, aunque de tanto haberlo recorrido en los últimos meses …. conocía de memoria cada uno de sus tramos, el entrecruzamiento, no en forma de estrella sino más bien de asterisco de la rue de la Roquette y el bulevar Voltaire, más la rue Godefroy Cavaignac, la rue Richard Lenoir, y las avenidas Ledru Rollin y Parmentier que nacían en diversos puntos de la plaza”. (15) [énfasis mío]



Las deducciones que hicieran famosa la capacidad observadora y analítica de los primeros detectives literarios, capaces de explicar la realidad caótica que los rodea, escapan al inspector de Saer.(2) Este debe buscar apoyo en una reconstrucción mental del barrio lo que sólo le provee una representación, un diagrama abstracto, un “asterisco”. La distinción entre “estrella” y “asterisco” vana a primera vista –ambas palabras provienen de una misma etimología— conduce a la elección de la segunda y remite a un símbolo escritural que a su vez refiere a otra anotación. El asterisco no sólo representa una configuración más del laberinto de calles sino que interpone un signo entre Morvan y la realidad lo cual lo aleja del asesino, objeto de su búsqueda.

Morvan intenta igualmente otros modos de acercamiento al enigma. Abandona la postura de espectador y asume otra, más activa, semejante a la del flâneur, que lo integra en la ciudad, en ese paisaje que, de acuerdo a Benjamin, está escindido en dos polos dialécticos: se abre ante él como paisaje y simultáneamente, lo encierra como un cuarto.(3) Morvan recorre así el barrio, se detiene delante de los negocios, observa a los clientes y a los paseantes y al final de un recorrido cada vez más acelerado queda encerrado en un laberinto irreconocible:


Avanzó un trecho por la avenida Parmentier y, doblando por la rue Sedaine, pasó detrás del edificio del municipio, cruzó el bulevar Voltaire y se internó en las calles estrechas y cortas, muchas de ellas sin salida, que se abren a los costados de la rue de la Roquette, de la rue Sedaine y de otras calles largas frecuentadas durante el día, como la rue de Charonne o la rue du Chemin Vert, que, cortando el bulevar Voltaire, llevan del cementerio del Père Lachaise a la Bastilla. ….Durante un buen rato, y a pesar de lo familiares que eran para él debido a las rondas frecuentes que daba por ellas desde hacía meses, anduvo por calles oscuras de las que no sabía cómo salir y que no lograba reconocer.” (106-107)



Atrapado y sin salida, Morvan “se pierde” en el sistema de calles sin alcanzar el centro que le revelaría la solución del enigma.

Para Mircea Eliade la figura del laberinto protege el centro que encierra el secreto pero constituye asimismo un modelo existencial, imagen de la progresión cognoscitiva hacia el centro del yo del buscador. Según esta concepción, la empresa de búsqueda culminaría para Morvan no sólo en el descubrimiento del criminal sino también en el descubrimiento de sí mismo. Ese proceso ocurre en la novela cuando las imágenes observadas durante sus caminatas se transforman en otras, oníricas, que de a poco alteran su percepción de la realidad. El recorrido que comienza como un paseo por la ciudad familiar se transforma poco después en un deambular por una ciudad doble de la conocida, simultáneamente familiar y fantasmagórica. Se diría que Morvan penetra en una dimensión paralela a la del mundo real. Hace pensar en las caminatas nocturnas por París descritas por Cortázar quien decía sentir que atravesaba un pasaje que lo conducía a una ciudad de características míticas.(4) La ciudad se multiplica entonces en otro laberinto; el de la vigilia, cotidiano e impenetrable es suplantado por el de la noche, oscuro y mágico que hace que Morvan pase del estado de conciencia a otro en que se suspenden las facultades del conocimiento y en el que adquiere una personalidad diferente, un otro yo. El desdoblamiento del personaje lo metamorfosea en un ser simétricamente idéntico pero diferente por sus características haciéndolo un desconocido para sí mismo y para los otros. Durante esos episodios de carácter onírico Morvan sufre alucinaciones en que los monstruos mitológicos Escila, Caribdis, Gorgona y Quimera hacen su aparición.(5) El investigador pasa entonces de París, la ciudad de la realidad, al mundo sagrado de los arquetipos:




En una plazoleta en la que se encontró de golpe, sin saber cómo había llegado hasta ahí, se topó con uno de esos extraños monumentos, de los que no podía decir si la ambigüedad de lo que representaban era voluntaria o, a causa de la antigüedad de la piedra, resultado de la erosión: ser humano gigantesco, monstruo alado, centauro, pulpo, figura ecuestre o mamut. Podía ser un monumento religioso, porque tal vez en ese territorio sin nombre, era al dios de lo indiferenciado que se le rendía culto. (109)



Morvan penetra en el reino del monstruo en el que la identidad, de especie única se erige en base a elementos heterogéneos, pertenecientes a categorías dispares. La mente del investigador que no puede discernir entre una figura u otra queda incapacitada. Pero esta fantasmagoría refleja el estado mental del observador que ha sido invadido por lo monstruoso. El inspector sagaz ha sido irónicamente transformado en su doble, en su enemigo, en el asesino de las viejitas. En efecto, en un desenlace prolijamente preparado, Morvan personifica la dialéctica de la pesquisa: por un lado, es el buscador y por otro, es la presa buscada. Alternativamente, Teseo y Asterión, inocente y culpable, encarna simultáneamente el peligro y el orden en una naturaleza doble:


Se sentía amargo y lúcido, confuso y alerta, cansado y decidido. En veinte años ejemplares en la policía, el comisario Morvan no había tenido nunca la oportunidad de enfrentarse a una situación semejante: el hombre que buscaba le daba, sobre todo en los últimos meses, una sensación de proximidad e incluso de familiaridad, lo que por momentos lo abatía de un modo inexplicable y al mismo tiempo lo estimulaba a seguir buscando.” (15)



La figura del laberinto se ha desplazado ahora; ya no representa las calles de la ciudad sino la interioridad del personaje que sufre impulsos contradictorios y se bifurca en tendencias dobles, contiene en sí mismo características que él ignora y que escapan a la irreductibilidad de una personalidad definida.

La versión que da Pichón de los hechos, basada en los reportes de la investigación policial publicada en artículos periodísticos, califica a Morvan como a un loco asesino que será condenado a reclusión perpetua en un asilo de alienados. Pichón concluye con la explicación médica oficial: el abandono de la madre al nacer al que se agrega la separación de su mujer habrían provocado en Morvan el brote esquizofrénico durante el cual habría cometido los asesinatos siendo inconsciente de sus actos.

No hay que olvidar que esta trama policial está siendo relatada por Pichón quien frente a sus amigos se muestra muy consciente de su papel de hacedor del texto. Expresa claramente que aunque se basa en artículos periodísticos, es él quien le otorga unidad de composición, quien añade datos ficticios y quien le otorga suspenso. Su posición dentro del relato corresponde a la del autor que crea una ficción; pone en actividad “una conciencia móvil, ubicua, múltiple y omnipresente” (22-23) que le permite transformar los informes y estadísticas que conoce en un cuento interesante para su audiencia. El mérito de su labor es entablar conexiones entre el plano de lo real y el de la ficción. Es él quien adopta el modelo del neopolicial y a partir de los crímenes establece causas sociales y psicológicas para el comportamiento de Morvan. Aunque expresa sus dudas sobre la exactitud de las explicaciones psiquiátricas, Pichón las incluye en el relato a manera de conclusión. Por otra parte, la filiación con el neopolicial implanta la duda sobre la eficacia institucional y gubernamental ya que los funcionarios no se distinguen de los criminales.(6) El relato de Pichón reestablece el orden alterado por los crímenes con una conclusión razonadora acerca de la identidad del asesino.

Sin embargo, el relato también deja detalles dispersos que siembran la duda sobre la autoría de los crímenes. La versión oficial será desafiada y contradicha al final de la novela por Tomatis --es el lector implícito-- quien, después de haber escuchado atentamente a Pichón formula una versión alternativa que subvierte el final estabilizador dado por aquél. Según Tomatis, el autor de los asesinatos sería Lautret, investigador policial que trabaja a las órdenes de Morvan. De tal manera, Morvan tendría en su colega a un doble, l’autre, --l’autre est—(Goldberg 93) que lo refleja, duplica y altera en una nueva figura monstruosa. La interpretación de Tomatis obliga al lector a reconsiderar la historia desde su punto de vista lo que origina un texto nuevo, divergente del que conocía. El campo de conocimiento es descentrado en un nuevo laberinto más perturbador ya que en éste, el asesino ha cometido el crimen perfecto quedando fuera de toda sospecha.

Después de conocer la versión de Tomatis, al rever el texto se descubre que Lautret, que parecía un personaje secundario, también tendría tal como Morvan, su laberinto interno con sus enigmas propios. Cuando en el relato de Pichón, Morvan sospecha de su colega, dice:


…tal vez no era Lautret el autor de esos crímenes, sino una fuerza ignorada, parasitaria, desconocida incluso para el propio Lautret, y alojada en los pliegues íntimos de su ser desde los orígenes de su existencia, una presencia oscura semejante a un ídolo arcaico y sanguinario cuyo descubrimiento aportaría a su amigo la calma y la emancipación. (157)



Finalmente, esta alusión al laberinto propio y al monstruo escondido en la intimidad de Lautret refiere a una genealogía arcaica que le legaría una herencia de fuerzas misteriosas debidas a una mitología hermética. Nuevamente, los lectores quedan a merced del misterio. De tal manera, los personajes de Morvan y de Lautret confrontados, no sólo representan figuras dobles alternativas sino que además cada uno de ellos se multiplica interiormente en varias personalidades creando reflejos especulares. La narración agrega de este modo numerosas capas discursivas que remiten a relatos fragmentarios y postulan arcanos imposibles de dilucidar. Tanto los personajes como los episodios de que consta la novela están envueltos en redes de significaciones que se bifurcan en otras igualmente inescrutables. Los comentarios del narrador generalizan este orden de cosas abarcando en él a los lectores:


El sol y la muerte, dicen, nadie puede mirarlos de frente, pero la distorsión sin nombre que pulula en el reverso mismo de lo claro, agitándose confusa como en los planos sin fondo y cada vez más sombríos de un espejo apagado y móvil, todo el mundo prefiere ignorarla, dejándose mecer por la apariencia espesa y brillante de las cosas que, por carecer de una nomenclatura más sutil, seguimos llamando reales. (40) (nuestro énfasis)



La propuesta de un lado escondido de las cosas, similar al mundo de Alicia en el País de las Maravillas duplica la realidad en una dimensión inquietante que involucra a “todo el mundo”. Los lectores estaríamos sujetos al igual que los personajes a perdernos en un mundo de apariencias y a sufrir características interiores que según la voz narrativa, preferimos ignorar. Todo objeto de conocimiento se torna así plurivalente.

Retomando las tesis de Pichón y Tomatis, se debe decir que para los lectores, ambas parecen lógicas y resulta imposible privilegiar una sobre la otra. Como afirma Julio Premat sobre la versión de Tomatis: “El efecto es brillante y sorpresivo: la construcción racional (y tradicional, ya que remite a un género masivo y a un corpus conocido) introduce el caos. » (360) Y es que la versión de Tomatis crea una parodia de la de Pichón y con ello, parodia toda la novela policial. No solamente pone en evidencia la arbitrariedad del género cuyas certezas pretenden restablecer el equilibrio roto por el crimen, sino que además invita la formulación de otras versiones aparte de las ofrecidas en la novela.

Todas las interpretaciones siguen el proceso de la lectura y como tal quedan siempre abiertas. Saer ha comentado al respecto: « … como nuestra experiencia y el lenguaje que la nombra no coinciden nunca totalmente, podemos decir que cada palabra es de alguna manera un relato, porque transmite, sin identificarse totalmente con él el hormigueo no verbal de nuestro ser, y también una ficción, porque existe gracias a la verosimilitud que nos resignamos acordarle y no a una supuesta realidad que creemos conocer por anticipado y que esa palabra nombraría con exactitud.” (La narración… 162) Por eso no es casual que uno de los procedimientos retóricos más utilizados en la novela sea el de la enumeración ya que la profusión de palabras crea la ilusión de que nombrar corresponde a lograr una representación fehaciente. De tal manera, La pesquisa alude a la necesidad incontrovertible de fabricar ficciones.

La figura del laberinto recurre también en el segundo plano narrativo que sirve de marco general a la novela; allí se cuenta la reunión entre los amigos y el recorrido que hacen en lancha por los brazos aledaños del Paraná. El viaje por el río sirve de paradigma de las búsquedas que tienen lugar en este plano:


…y ha llegado al lugar en que el río Colastiné se termina, confundiéndose con los arroyos Tiradero, el nuevo y el viejo, que confluyen a su vez para formar tan intrincados cursos de agua –fugaces o permanentes, grandes o chicos, playos o profundos, anchos o angostos, según el capricho de bajantes y crecientes –que ni siquiera tienen nombre. Abandonando la dirección sur, la lancha torció hacia el oeste y entró en el río Santa Fe, un curso estrecho de agua …. tan tortuoso que, ….los ha obligado a tomar primero la dirección este, después sudeste, después noroeste, después sur, después oeste y finalmente, en el lugar llamado la Vuelta del Paraguayo, este sudeste, hasta tomar de nuevo y en forma definitiva la dirección oeste, o sea la ciudad. (87)



Los meandros del río son recorridos en dos direcciones: cuando Garay, Tomatis, Pichón y otros personajes parten hacia Rincón Norte con una meta específica: dilucidar la autoría misteriosa de un dactilograma atribuido a Washington, amigo ya fallecido. El segundo recorrido ocurre al regreso; viajan a la inversa por los ríos y los afluentes ya señalados. Rincón Norte señalaría el lugar central del laberinto; sin embargo, aunque consiguen completar la pesquisa y examinar el texto, el enigma queda sin resolver. Tomatis y Soldi no piensan que la novela histórica, titulada En las tiendas griegas haya sido escrita por Washington mientras que su hija Julia, por el contrario, atribuye la novela a su padre. Pichón, elegido como juez por los dos bandos observa el dactilograma y aunque piensa como sus amigos, no logra adivinar el nombre del autor.

En este viaje laberíntico se ubica un segundo centro enigmático que disloca al anterior. Durante el recorrido en lancha se acercan a la antigua casa de la familia de Pichón de donde desaparecieron años atrás su hermano, el Gato, y Elisa, la compañera de aquél. La desaparición, ocurrida durante la dictadura y cuyos responsables son las fuerzas de seguridad, convertidas en instrumentos del terror institucionalizado, duplica a un nivel de proporciones históricas el comportamiento de Morvan/Lautret del primer plano narrativo. La diferencia entre ambos planos narrativos radica en que en éste, la duplicidad de las mal llamadas “fuerzas de seguridad” no recibe ningún comentario que explique y justifique su participación en el crimen. Como en el plano anterior, la identidad de los individuos autores de los asesinatos tampoco es determinada eficazmente.

La desaparición del Gato y de Elisa es comentada en apenas una página por la voz narrativa extradiegética pero no es discutida por los amigos. Ese silencio conforma un vacío que da relieve a la ausencia de los desaparecidos. Muy acertadamente, Florinda Goldberg ha estudiado su importancia en la novela ; según esta crítica el relato policial es un trompe-l’oeuil que al proveer a los amigos de un tema de discusión los exime de aludir a los dolorosos hechos políticos recientes –los episodios de la novela tienen lugar en 1988. (Goldberg 99) Al centro geográfico del laberinto, ocupado por « dos casas, cerradas y vacías desde hacía mucho tiempo » (80) corresponde a nivel discursivo el silencio. Creo que el vacío y el silencio funcionan como signos de la dificultad de reducir a un nivel comprensivo la magnitud de los horrores acaecidos. El silencio rodea aquí a sucesos públicos bien conocidos y actúa como un modo interpertativo más, un código compartido entre los amigos y que rinde respeto al Gato y Elisa. Por otra parte, este nivel de la historia también involucra otra figura doble: en este caso, Pichón y el Gato, hermanos gemelos que corresponden a las dos caras de una misma figura: el Gato ha sido sacrificado sin explicación y Pichón carga las culpas de haber continuado su vida en el extranjero y de no haber intervenido. Las emociones, firmemente acalladas informan las percepciones del personaje: “Al divisar la casa, no todavía en ruinas …. ha tenido de nuevo la esperanza de que algo dentro de sí mismo, nostalgia, pena, memoria, compasión, se pondría en movimiento, pero de nuevo, las capas pegoteadas de su ser, como si fuesen un solo bloque compacto, no han querido desplegarse, ni siquiera entreabrirse.” (81) Pichón mismo es descrito como complejo y desconocido para sí mismo. Cada personaje parece contener a otro en su interior y las memorias de esa etapa histórica remueven viejas tensiones. (137-138) Desarrollado a lo largo de la novela, el tema del doble figura en las versiones del relato policial de Pichón y de Tomatis así como en los gemelos Pichón y el Gato y resuena como eco de textos tales: El doctor Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson, William Wilson de Poe, El retrato de Dorian Gray de Wilde y de numerosos cuentos de Borges y de Cortázar. Se crea con relación a esos textos un efecto especular que abre la posibilidad a lecturas que estudien filiaciones entre personajes y modos literarios.

Añadiendo una capa textual más y encuadrada dentro de la descripción del viaje por el río se inserta la trama del dactilograma En las tiendas griegas, resumida por Soldi. Su relato dará pie a la discusión entre los amigos sobre la interpretación del texto. La pesquisa, en numerosas instancias como se ha podido ver, recalca la importancia de los puntos de vista --siempre parciales—para conocer cualquier objeto de estudio.(7) El resumen de Soldi contrasta las perspectivas de dos soldados que en la llanura de Escamandro, a las puertas de Troya están encargados de proteger a Menelao. El más viejo que lleva diez años en el campo de batalla conoce mal los hechos y tiene una vaga idea de los participantes; por el contrario, el más joven, recientemente llegado de Grecia está al tanto de todas las anécdotas y del papel que juegan los héroes. El episodio concluye con la afirmación por parte de los amigos de que la verdad de la experiencia del soldado viejo y la verdad de la ficción del soldado joven se contradicen. El relativismo resultante de las interpretaciones diversas reafirma la coexistencia de conclusiones diferentes para los enigmas tratados en la novela.

Podemos establecer ahora una conexión entre las narraciones incluidas en La pesquisa en relación con la interpretación textual. El relato policial a cargo de Pichón, cercano a los hechos y lector de las noticias periodísticas en las que se apoya tiene correspondencia con la del soldado viejo en el episodio troyano, mientras que la versión de Tomatis sobre el mismo relato tiene su paralelo en la interpretación que da de la guerra el soldado joven.

Si para Pichón, los asesinatos cometidos en París, en su barrio, donde transcurre su vida cotidiana adquieren inmediatez y se vuelven parte de su experiencia familiar, para sus amigos pertenecen a un mundo remoto, informado por lecturas, películas además de todas las connotaciones que se asocian con la ciudad luz. La capital cultural del siglo XIX ha seguido ejerciendo durante el XX gran influencia en la imaginación y en el desarrollo de las ideas artísticas y políticas, lo que hace que para los oyentes se trate de un espacio sobrecargado de significados culturales. Aunque las calles y plazas mencionadas corresponden a lugares específicos del distrito XI, éstos para los oyentes y los lectores constituyen escenarios novelescos. Desde las perspectivas de sus amigos, el relato de Pichón pertenece al ámbito de la ficción, a un mundo imaginario cuyas referencias provienen de orígenes variados.

Inversamente a la situación del policial, las desapariciones del Gato y de Elisa pertenecen, para los amigos de Pichón, a su mundo habitual, a la realidad vivida por ellos. Es eso mismo lo que posibilita que las perspectivas de Soldi y de Tomatis sobre los crímenes cometidos a orillas del Paraná sean fragmentarias, semejantes a la del soldado viejo de En las tiendas griegas. Por su lado, Pichón tiene una visión lejana de los hechos y si bien no se refiere a la desaparición de su hermano, la voz narrativa da pautas sobre sus expectativas: “lanzaba, de un modo voluntario, o voluntarista mejor, miradas a su alrededor, tratando de captar en el paisaje, bastante triste por otra parte después de tantas semanas de sequía, algo, ….un hálito singular que hubiese sido específico de ese lugar y de ningún otro, pero sus miradas rebotaban en el espacio neutro, irreconocible, átono, que no le procuraba como se dice ningún sentimiento de reciprocidad ni ninguna emoción”. (78) En este caso, al conocimiento de los hechos históricos se suman los sentimientos encontrados de los personajes que informan y deforman sus perspectivas propias, todo lo cual dificulta la interpretación; es esa capa emotiva correspondiente al mundo interior de los personajes la que sella el silencio.

Como hemos visto, cada una de las visiones enfocada en cada relato propone una conclusión parcial y divergente de las demás; la pluralidad de interpretaciones insiste una y otra vez sobre la imposibilidad de alcanzar un conocimiento abarcador y cierto. Pero si La pesquisa enfatiza la necesidad imperiosa de emprender búsquedas que hagan más comprensible la realidad, demuestra sobre todo que los relatos –orales y escritos—que dan cuenta de ellas están sujetos a cambios sucesivos. El comentario de la voz narrativa acerca del relato de Pichón se aplica a todo acto narrativo: “Es obvio que también del relato de Pichón cada uno tendrá una visión diferente, no únicamente Soldi y Tomatis, sino sobre todo Pichón, que nunca podrá verificar el tenor exacto de sus palabras en la imaginación de los otros.” (100) Las intrigas interpretativas se superponen indefinidamente ya que cada personaje, añade a su versión propia las especulaciones que fabrica sobre las interpretaciones ajenas. Adivinar la reacción de los demás y acomodar la propia a posibles refutaciones impide una postura fija y un relato permanente.

Debemos mencionar por último, aunque sea de paso, las referencias intertextuales que permiten ubicar a la novela de Saer dentro del gran marco de la biblioteca. Lógicamente esta ubicación dependerá de las conexiones que cada lector establezca. Aquí solamente menciono algunas posibilidades. De gran importancia en relación con el relato de Pichón son las referencias a la literatura policial. Así, por ejemplo, el deambular investigativo de Morvan por la ciudad de París remite al papel del “flâneur” en cuya genealogía se integran Poe, Baudelaire y Walter Benjamin. Las observaciones agudas que el flâneur de Baudelaire hace sobre los habitantes anónimos de la ciudad son similares a las atribuidas al detective del relato policial tradicional ; de igual manera, el detective creado por Poe es capaz de dilucidar los misterios más herméticos dejando perplejos a los lectores por el detalle de sus observaciones y reflexiones. La pesquisa alude de modo oblicuo al bien conocido cuento de Poe “The purloined letter”, ya que la clave principal de la culpabilidad de Morvan consiste en un pedacito de papel, parte de una “carta ministerial,” reminiscencia fragmentaria de la famosa carta del relato de Poe. Como se ha señalado, las facultades de Dupin que celebran el racionalismo y el cientificismo son puestas en tela de juicio en La pesquisa que altera notablemente las reglas del género.

Por otra parte, el título, La pesquisa, rinde homenaje a uno de los primeros relatos policiales argentinos, escrito en 1887 por Paul Groussac quien ya utilizaba el recurso de la mise en abîme y cuestionaba la fidelidad del relato policial. (8)

La pesquisa asimismo refiere a otros textos de Saer. Sin que exista una continuidad lineal entre ellos y sin pretender dar una visión totalizadora del período y de la sociedad que presentan, el autor ha creado una “afinidad” voluntaria en su obra. Sus textos conforman un panorama reiterativo –algunos críticos lo denominan la “zona saeriana”— que sitúa a un elenco de personajes recurrentes. Además, las tramas entablan entre sí una relación que el autor califica de “orgánica”. (Narración 157) De tal manera, La pesquisa podría ser leída en función de la obra saeriana ya que se enlaza de manera especial con varios de sus textos. Formaría parte de una red textual en la que entrarían Nada nadie nunca, novela de 1980 que describe la relación clandestina entre el Gato y Elisa y Las nubes, novela de 1997 que en parte, podría ser su continuación. Algunos cuentos recopilados en Lugar también elaboran ramificaciones temáticas de La pesquisa: “Recepción en Baker Street” cuenta la continuación del encuentro de Tomatis, Pichón y Soldi luego de salir del restaurante donde conversaban; “En línea” narra en voz de Tomatis un episodio nuevo del dactilograma “En las tiendas griegas” donde reaparecen el soldado joven y el soldado viejo, prolongando así la trama que hemos comentado en otra derivada de aquella. (9)

Por último, quiero mencionar las alusiones a textos fundacionales de la literatura occidental. El dactilograma fragmentario En las tiendas griegas se inserta en la Guerra de Troya haciendo del mito antiguo una de sus raíces genealógicas. El título del dactilograma, sin embargo, también hace honor al poema homónimo de César Vallejo de Los heraldos negros, explícitamente mencionado en la novela. El dactilograma cobra la importancia de un texto en sí mismo y se conecta con diferentes vertientes literarias. Por último, se deben añadir las citas recurrentes de los varios seres mitológicos: el toro blanco secuestrador y violador de Europa y la presencia de Escila, Caribdis, Gorgona y Quimera que aumentan aún más el misterio de la novela. Esos estratos textuales remotos parecen postular su valor arquetípico. Si estas figuras en la Antigüedad otorgaban un orden divino al caos del mundo, su aparición en la novela en momentos en que Morvan realiza su pesquisa sirve más bien de forma irónica para subrayar la pérdida de sentido del personaje.

La escritura de Saer recupera por medio de referencias y citas instancias literarias anteriores que la pluralizan. Consigue así romper los límites genéricos integrando en la novela diferentes variantes: policial, épica, histórica, política y hasta fantástica. Por último tiene el valor de otorgar una relevancia muy consciente al carácter ficticio del relato. Con estos recursos la novela provoca concientización sobre el proceso de la ficción.

Los diferentes planos narrativos dentro de La pesquisa se entrecruzan y se reflejan los unos a los otros y también se insertan en la tradición literaria occidental. Si bien a lo largo del recorrido de la novela no descubrimos las respuestas a los enigmas propuestos, sí descubrimos la estructura de la novela que se muestra a sí misma. Esa estructura compleja cuestiona las relaciones entre lo real y la ficción y, al hacerlo, cuestiona también muchas otras conexiones que suelen pasar por alto: entre vida cotidiana y relato, entre terror vivido e historia, entre mito y realidad. Todo apunta a que nos sintamos condenados a recorrer los numerosos laberintos de cada relato retrazando múltiples historias, criminales o no, abocados a una tarea que persigue una respuesta coherente que siempre nos elude.

TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN.

JACQUE DERRIDA.LA DECONSTRUCCIÓN- ESPACIO DE TEORIA LITERARIA-TEMA QUE ME TOCO PARA EL FINAL DE DICHO ESPACIO CURRICULAR-LUCIO- APROBADO-

Este es un video con dedicatoria a la vida de Jaques Derrida y su pensamiento filosofico. La Deconstruccion.

BIOGRAFIA Y PEQUEÑO RESUMEN DEL LIBRO DE FERDINAND SAUSSURE.

El lingüista Ferdinand de Saussure
Ferdinand de Saussure



Ferdinand de Saussure (Ginebra, Suiza, 26 de noviembre, 1857 - ídem, 22 de febrero del 1913), lingüista suizo, considerado el fundador de la lingüística moderna.

Estudió sánscrito en Leipzig, Alemania, donde tuvo como influencia a los neogramáticos, que buscaban renovar los métodos de la gramática comparada. Luego se dedicó al estudio de la lengua indoeuropea y publicó a los 21 años Memoria sobre el sistema primitivo de vocales en las lenguas indoeuropeas con tal rigor y método (gramática comparada) que hoy sigue vigente. Al año siguiente publica su tesis doctoral titulada Sobre el empleo del genitivo absoluto en sánscrito, trabajo que le da los méritos para ser nombrado profesor de gramática comparada de la Escuela de altos estudios de París.

Después de trabajar como profesor en una escuela superior en la ciudad de París durante diez años es nombrado profesor de gramática comparada en la Universidad de Ginebra preocupado por los problemas del lenguaje. Fruto de todo ello es la publicación póstuma en 1917 del Curso de Lingüística General, un hito en la historia de la lingüística recopilado póstumamente por sus alumnos Charles Bally y Albert Sechehaye basado en las notas de su cátedra, correspondientes a los cursos impartidos los últimos 3 años antes de su muerte.

Aunque la repercusión de esta obra no fue inmediata, en los años siguientes su aporte fue trascendente para el desarrollo de esta ciencia durante el pasado siglo. Asimismo esta obra fue la inspiración del movimiento intelectual que comenzó con la obra de Levi-Strauss, Tristes Trópicos, denominado estructuralismo.

Ideas lingüísticas

Ferdinand de Saussure publicó a los 21 años (1878) Memoria sobre el sistema primitivo de las vocales indoeuropeas, obra que responde a las ideas de las escuela neogramática. Sin embargo, inmediatamente decide decantarse por la teoría lingüística, pues su labor investigadora le ha llevado a la conclusión de que los fundamentos de la lingüística como ciencia son todavía muy inciertos. Durante tres cursos impartidos en la Universidad de Ginebra entre 1906 y 1911, Saussure somete la lingüística a una revisión teórica que vería la luz tres años después de su muerte en forma de libro con el título de Curso de lingüística general (1916), compilación y ordenación de apuntes de clase elaborada por algunos de sus alumnos. De forma directa, e indirecta en bastantes ocasiones, de ese curso se extraen las siguientes ideas:

* la lengua es fundamentalmente (y no por accidente o degeneración como pensaban los comparatistas) un instrumento de comunicación. Existe una arbitrariedad lingüística fundamental que proviene del hecho de que el pensamiento, considerado antes de la lengua, es como una masa amorfa, como una nebulosa, que se presta a todos los análisis posibles, sin privilegiar ninguno; por consiguiente, las formas de organización de las lenguas en cada momento de su existencia no tienen que ver con ninguna función preexistente a la que es la única que tienen: la de comunicar.

*frente a los comparatistas, Saussure niega que los cambios lingüísticos puedan alterar la organización de la lengua. La analogía, por ejemplo, lejos de destruir, refuerza las clasificaciones lingüísticas. Según él, tampoco las leyes fonéticas tienen ningún efecto anárquico como pretendían los comparatistas, pues una determinada organización gramatical, desplazada por la evolución fonética, siempre puede establecerse en otra.

* el lenguaje, en cualquier momento de su existencia, debe presentarse como una organización, como un sistema (lo que más tarde se denominaría estructura): los elementos lingüísticos no tienen ninguna realidad independientemente de su relación con el todo.

* el elemento lingüístico es el signo, es decir, la asociación de una imagen acústica (significante) y de un concepto (significado); en tanto que valor, su poder de cambio consiste en que sirve para designar una realidad lingüística que le es extraña (y que no es su significado, sino que este sirve para llegar a ella) y su poder significativo está condicionado por las relaciones que lo unen a otros signos de la lengua, de manera que no es posible aprehenderlo sin reubicarlo en una red de (imbricaciones) relaciones intralingüísticas.

El Curso de Lingúística general recoge las lecciones que Saussure impartió en sus clases de la Universidad de Ginebra, recopiladas en un volúmen póstumo por sus discípulos directos; en 1945 lo tradujo al español para la Editorial Losada el gran filósofo y crítico Amado Alonso. Así, ésta se convirtió en la edición clásica del libro que abrió las puertas a la lingúística contemporánea.
Decir que el Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure (1857-1913) constituye un hito en las ciencias sociales contemporáneas es ya un lugar común, pues junto con las obras de Freud y de Marx este libro integra el tríptico básico de la cultura de nuestro tiempo.El Curso de lingüística general recoge las lecciones que Saussure impartió en la Universidad de Ginebra, recopiladas en un volumen postumo por sus discípulos. Saussure, que describió el fenómeno lingüístico como formado siempre por dos aspectos que se corresponden entre sí, definió por primera vez un conjunto de conceptos clave: la lengua y el habla, la sincronía y la diacronía o la distinción entre significante y significado, entre otros. Esta nueva publicación de la traducción realizada en 1945 para la Editorial Losada por el gran filólogo y crítico Amado Alonso constituye la edición de referencia del libro que abrió las puertas a la lingüística contemporánea.

RESUMEN DEL LIBRO-CURSO DE LINGUISTICA GENERAL.

Ferdinad de Saussure (1857-1913)

El signo lingüístico no vincula un nombre con una ‘cosa’ sino un concepto con una imagen acústica

Saussure consideraba que la lingüística del siglo XIX no se cuestionaba profundamente qué es el lenguaje ni como funciona, decidió entonces abocarse a la investigación de éste, por sí mismo. En su Curso de Lingüística general Sausure propone dejar de lado el estudio del lenguaje desde una perspectiva histórica (filología) y analizarlo desde el punto de vista estructural.

El enfoque de Saussure, sostiene que todas las palabras tienen un componente material (una imagen acústica) al que denominó significante y un componente mental referida a la idea o concepto representada por el significante al que denominó significado. Significante y significado conforman un signo.

Ampliando el horizonte de la lingüística

Ferdinad de Saussure relacionó a la lingüística con un estudio más general que los signos... identificó las características de la lengua como entidades mentales, subrayó la creatividad del lenguaje, estableció una terminología que favorecía la definición precisa de términos generales, en lugar de la adopción de términos técnicos, adoptó un sistema didáctico que recurría con frecuencia a las analogías tomadas de la música, el ajedrez, el montañismo o el sistema solar para describir mejor los rasgos del lenguaje. Estos logros, introducirán a la lingüística en el siglo XX...

Lengua y habla

Ocupados en el desarrollo histórico del lenguaje, los lingüistas tomaban como campo de estudio la lengua escrita. El punto de partida utilizado por Saussure fue pues, el de la individualidad del acto expresivo: la palabra hablada. Se presenta así la primera distinción teórica entre:

Lengua(el sistema): O lo que podemos hacer con nuestro lenguaje y;

Habla(el uso del sistema): O lo que de hecho hacemos al hablar.

En algunos idiomas, existen vocablos diferentes para referir estos dos conceptos, en inglés por ejemplo, se utilizan los términos "language" para significar "lengua" y "speech" para el habla. Sin embargo, pese a esta diferenciación conceptual, ningún lingüista antes había focalizado sus estudios desde esta perspectiva y la principal crítica de Saussure al enfoque tradicional de la lingüística.

Esta diferenciación teórica, requiere, consecuentemente, una definición de signo lingüístico que excluyera los sonidos efectivos del habla.

Significante y significado

La definición de signo lingüístico de Saussure incluye solo dos componentes y no es más compleja que la empleada en la nomenclatura que él mismo criticara debido a su simplismo. En efecto, admite la división del signo en dos partes, ya que considera que la división propuesta por la nomenclatura era atractiva, sin embargo, enfatizaba que debía evitarse sobresimplificar los procesos involucrados en el lenguaje.

Saussure, en su definición de signo, reemplazará el vocablo nombre, utilizada en la conceptualización de nomenclatura, por imagen acústica esto es, la imagen mental de un nombre, que le permite al hablante decirlo, y luego reemplazará a la cosa por el concepto. Es otras palabras, en su definición, une dos entidades que pertenecen al lenguaje eliminando el plano de la realidad de los objetos, esto es, los referentes sobre los cuales se emplea el lenguaje. Porque si tanto el significado como el significante son entidades mentales, es evidente que su marco teórico propone una ruptura entre el plano lingüístico y el plano del mundo externo a la mente.

Finalmente, esta definición de signo lingüístico se completará cuando le da el nombre de significante a la imagen acústica y significado al concepto mental con el que se corresponde dicha imagen acústica.

Cabe preguntarnos por qué Saussure eligió términos tan parecidos corriendo riesgo de confusiones conceptuales, aparentemente, consideró que la mínima diferencia formal entre ambos términos destacaría su contraste.

Principios de arbitrariedad y linealidad

El signo lingüístico es arbitrario en el sentido que la conexión entre significante y significado no se basa en una relación causal. La prueba de tal afirmación, reside en el hecho que las distintas lenguas desarrollaron diferentes signos, esto es, diferentes vínculos entre significantes y significados; de otra forma, sólo una lengua existiría en el mundo. Ahora bien, aún aceptando la arbitrariedad del signo en lo que respecta al vínculo entre significante y significado, es claro que esta conexión no es arbitraria para quienes usan una misma lengua, porque si esto fuera así, los significados no serían estables y desaparecería la posibilidad de comunicación.

El principio de arbitrariedad opera en forma conjunta con el segundo principio de Saussure que afirma que el significante siempre es lineal. Lo que significa que los sonidos de los cuales se componen los significantes, dependen de una secuencia temporal.

Saussure afirma que el funcionamiento del lenguaje depende de la linealidad y que esto tiene importantes consecuencias dado que la linealidad impide ver u oír varios significantes simultáneamente. Mientras que la linealidad del significante es una cadena, la arbitrariedad que entre ambas partes del signo es un vínculo único.

Inmutabilidad del signo

Al analizar el signo en relación a sus usuarios, Saussure observa una paradoja: la lengua es libre de establecer un vínculo entre cualquier sonido o secuencia de sonidos con cualquier idea, pero una vez establecido este vínculo, ni el hablante individual ni toda la comunidad lingüística es libre para deshacerlo. Tampoco es posible sustituir un signo por otro.

La lengua castellana podría haber elegido cualquier otra secuencia de sonidos para el significado que se corresponde con la secuencia C-L-I-M-A, pero una vez que dicho vínculo se ha consolidado, la combinación ha de perdurar. No es posible legislar sobre el uso de la lengua.

Mutabilidad del signo

Sin embargo, con el tiempo, la lengua y sus signos, cambian. Aparecen así, lentamente, modificaciones en los vínculos entre significantes y significados. Los significados antiguos se especifican, se agregan nuevos o se clasifican de modo diferente. Por ejemplo la palabra "ratón" adquiere un significado distinto en relación a las computadoras, en este caso, dos vínculos entre significado y significante coexisten simultáneamente.

Sincrónico y diacrónico

Saussure considera que no es posible describir plenamente un lenguaje si esto se hace de forma aislada en relación a la comunidad que hace uso de él y a su vez los efectos que el tiempo tiene sobre el lenguaje (su evolución).

Efectivamente, durante el transcurso del tiempo, el lenguaje evoluciona, lo que pone en evidencia que los signos cambian. En consecuencia, Saussure afirma que una lengua puede ser estudiada tanto en un momento particular como a través de su evolución en el tiempo. En este sentido, diferenciará dos modalidades respecto al uso del lenguaje:

Sincrónica: (syncronos, al mismo tiempo) Examina las relaciones entre los elementos coexistentes de la lengua con independencia de cualquier factor temporal. Permite describir el estado del sistema lingüístico, siendo esta descripción abarcativa de la totalidad de los elementos interactuantes en la lengua.

Diacrónica: (diacronos, a través del tiempo) Se enfoca en el proceso evolutivo y se centra en aquellos fragmentos que se corresponden con ciertos momentos históricos.

Para el lingüista que apunta a realizar una descripción completa de un lenguaje determinado, el análisis diacrónico y sincrónico, aunque esto no sea necesario para una comunidad lingüística. Esto significa que cuando se verbaliza el sistema de una lengua, solo intervienen elementos sincrónicos puesto que nadie necesita conocer la historia de una lengua para hacer uso de ella. Por otra parte, los factores diacrónicos no alteran al sistema como tal. Para explicar este punto, Saussure recurre a una metáfora planetaria, diciendo que si un planeta del sistema solar cambiara de peso y tamaño, tales cambios alterarían el equilibrio del conjunto en su totalidad, aunque de todas formas, el sistema solar, seguiría siendo un conjunto.

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Si bien los hechos sincrónicos y diacrónicos son autónomos, existe una relación de interdependencia entre ambos. No es posible conocer el estado de una lengua si no analizamos los cambios que sufrió.

Saussure dirá que el funcionamiento de una lengua es como el ajedrez. El ajedrez es, como el lenguaje, un grupo de valores diferentes que en conjunto, conforman un sistema completo. Las piezas del ajedrez interactúan igual que los elementos de un lenguaje en estado sincrónico. Cuando una pieza se mueve, el efecto es similar a un cambio lingüístico y este le incumbe al análisis diacrónico. Aunque el movimiento sea tan solo el de una pieza, este movimiento afectará a todo el sistema en su totalidad. El estado del tablero ha cambiado: es uno antes de la jugada, y se transforma en otro después, pero la movida, en sí misma, no pertenece a ninguno de esos dos estados (porque los estados son sincrónicos).

La lingüística sincrónica se ocupa de relaciones lógicas y psicológicas que vinculan los términos que coexisten en un sistema, la lingüística diacrónica se ocupa de términos que se reemplazan uno al otro cuando el sistema evoluciona, pero que no forman un sistema.

Forma y sustancia

Si el signo lingüístico no fuese arbitrario, los signos que componen el lenguaje estarían determinados mutuamente por algún elemento externo. El valor lingüístico está enteramente determinado por la existencia de relaciones y por ende, el signo debe ser arbitrario.

Saussure llama "forma pura" a la relación entre el significante y el significado, así como a la que existe entre los distintos signos. Lo hace para recordarnos que no es sino una relación.

El vínculo entre el sonido y el pensamiento en el signo lingüístico produce FORMA y no sustancia

Significación y valor

El lenguaje es un sistema de valores en el sentido en que todo signo lingüístico vincula sonidos e ideas. Si tal vínculo no existiera, sería imposible separar un pensamiento de otro. Los sonidos no se diferencian entre sí más que los pensamientos no expresados. La función del lenguaje no es crear un medio sonoro para expresar el pensamiento sino mediar entre el pensamiento y el sonido, de modo tal que el vínculo entre ambos dé por resultado unidades que se determinen mutuamente.

Existen para Saussure, dos tipos diferentes de significación, una que corresponde al signo tomado en forma aislada y otra, que surge de contrastar ambos signos. La primera clase de significación está subordina a la segunda y para destacar la diferencia la denomina valor lingüístico.

Contraste por valor lingüístico

El signo, en efecto, comunica un valor lingüístico el cual deriva de su contraste con otros signos con los que está vinculado. Por ejemplo: nieve, helado, hielo, glaciar. Cada una se entiende en la medida que se entiende la otra, porque podemos diferenciarlas una de otra. "Helado" no significa "nieve" y "hielo" no significa "glaciar", etc. El principio que distingue el valor del significado, distingue también las formas entre sí y crea el significado.

Contraste formal

A su vez, "nieve" significa lo que significa porque es diferente de "nave" y "nieto" porque poseen formas contrastantes. Si bien la diferencia sonora es mínima, esta es suficiente para hacer de cada una un signo lingüístico diferente.

Diferencia y oposición

El motor del significado es la diferencia. Para la conformación de un sistema (que opera creando diferencias entre ideas e imágenes sonoras) no se requiere términos positivos. Este puede construirse sobre la base de la negación. Porque si analizamos significantes y significados de forma separada, observaremos que son diferencia pura. Sin embargo, en donde significante y significado confluyen, es donde hallamos el elemento positivo.

La forma de un signo difiere de la de otros signos como forma; el concepto difiere de otros como concepto. Pero el signo en tanto que signo, no difiere de otros signos. sino que se diferencia. La diferencia es algo que puede definirse apelando a un tercer término: La diferencia entre dos y tres es uno. Diferenciarse implica simplemente que dos no es igual a tres.

Relaciones lineales y relaciones asociativas

Entre los signos lo que hay pues, es oposición. En la lingüística sincrónica se distingue una oposición básica de dos tipos de relaciones:

Relaciones lineales: se refiere a los signos complejos o secuencias de signos con dos o más componentes, ordenados en una línea o secuencia significativa: montañas, las montañas, escalar las montañas, escalar las montañas nevadas, etc. .

Relaciones no lineales (formales) asociaciones de forma o de significado o de ambas cosas que los hablantes establecen de manera automática ante cualquier signo: montaña, cabaña, campaña, campiña, campo, campesino, etc.

viernes, 26 de marzo de 2010

LENGUA-REPASANDO LOS SIGNOS DE PUNTUACIÓN.

En este blog aprenderás que los signos de puntuación te ayudan a entender mejor lo que leés en un texto; y por lo tanto, también podrás darle el sentido que querés cuando sos vos el que escribe.


ACENTUACIÓN ORTOGRÁFICA.

LENGUA-CLASIFICACION DE LA ORACION SIMPLE.

jueves, 25 de marzo de 2010

VIDEO-RECITADO-LOS HERALDOS NEGROS- CESAR VALLEJOS.

César Vallejo, poeta y escritor peruano, conocido como el poeta universal, (1892-1938)


BIOGRAFIA: CESAR VALLEJO- POEMA LOS HERALDOS NEGROS.

César Vallejo
César Vallejo nació en Santiago de Chuco, Perú, en 1892. En 1918 publica su primer libro de poemas: Los heraldos negros. En 1920 es acusado injustamente y encarcelado durante 112 días. En 1922 publica Trilce; un año después, publica algunas prosas y viaja a París.
En 1928 viaja a la Unión Soviética y a su regreso a París rompe con el APRA. En 1929 regresa a la Unión Soviética y un año después viaja a España. Regresa a París pero es expulsado por razones políticas; se translada entonces a España de nuevo.
En 1931 publica su novela Tugsteno. Viaja de nuevo a la Unión Soviética y se inscribe en el Partido Comunista de España. En 1932 regresa a París y vive en la ilegalidad. En 1937 asiste al Congreso de Escritores Antifascistas en Madrid.
Murió en Paris, un día del cual tenía ya el recuerdo, en 1938. En 1939 se editan, de manera póstuma, los Poemas humanos.


LOS HERALDOS NEGROS. (César Vallejo).
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

RESUMEN DE LA NOVELA- HIJOS DE HOMBRES-AUGUSTO ROA BASTOS.

Resumen de la novela Hijo de Hombre de Augusto Roa Bastos

1. Capítulo 1. - Hijo de Hombre
2. Capítulo 2. - Madera y carne
3. Capítulo 3. - Estaciones
4. Capítulo 4. - Éxodo
5. Capítulo 5. - Hogar
6. Capítulo 6 - Fiesta
7. Capítulo 7. - Destinados
8. Capítulo 8. – Misión
9. Capítulo 9. – Madera quemada
10. Capítulo 10. – Ex combatientes
11. Conclusión
La novela Hijo de Hombre fue publicada en su versión original en 1960. Esta novela es la primera de una trilogía compuesta además por Yo El Supremo y El Fiscal.
El resumen que a continuación se presenta es de la segunda versión, publicada en 1991 por la editorial El Lector de Asunción.
En una nota preliminar el Autor hace referencia al carácter bilingüe de la cultura paraguaya que constriñe a los escritores, en el momento de escribir en castellano, a oír un discurso oral en guaraní. La presencia lingüística del guaraní se impone desde el interior del mundo afectivo. Los signos de la escritura en castellano tienen dificultad en captar y expresar el texto oral guaraní.
El autor afirma que sus novelas son un intento de lograr la fusión de los dos hemisferios lingüísticos del paraguayo.
Roa Bastos justifica la segunda versión de la novela diciendo que un texto, si es vivo, vive y se modifica, lo varía e inventa el lector en cada lectura. También el autor puede variar el texto indefinidamente sin hacerle perder su naturaleza originaria sino enriqueciéndolo con sutiles modificaciones
En la nota preliminar el Autor afirma que esta nueva versión de Hijo de Hombre "es una obra enteramente nueva sin dejar de ser la misma con respecto al original en cuanto mantiene esencialmente su fidelidad al contexto originario de cuya realidad no es más que una de las posible fábulas que la palabra portadora de mitos puede inventar".
Capítulo 1. - Hijo de Hombre.
En este capítulo el autor describe detalladamente la antigua villa de Itapé y el actual pueblo, en el momento en que se sitúa la novela. Describe su paisaje, tanto de la campiña como el de sus casas de una manera tan real. Nos cuenta cómo sus habitantes empezaron a despertar con la construcción de la nueva estación y el tendido de las vías del ferrocarril y cómo murieron en dicho tendido. Dice de los pobladores que eran personas miedosas, harapientas y de rostros cobrizos y ajetreados por el sol.
Ubica la estación nueva y su entorno y nos comenta de la nueva iglesia que fue construida sobre los escombros de la antigua y de cómo se sacó el campanario para dar lugar a un palco y tarimas para las funciones patronales en homenaje al día de Santa Clara, su patrona.
Es notable la descripción tan precisa que hace con respecto del rancho de Cristo que está ubicado a media legua del pueblo en la cima del cerro de Itapé y cómo influyó en cada uno de sus habitantes la celebración del Viernes Santo, que tenía su propia liturgia que no era muy antigua, pero que había nacido de ciertos hechos que conformaban su propia leyenda.
El Cristo estaba siempre clavado en la cruz negra en la cima del cerro, bajo un círculo de espartillo terrado semejante a un toldo de indios, para resguardarlo del mal tiempo. La ceremonia del Viernes Santo era muy particular: no representaban las estaciones de la crucifixión, luego del Sermón de las Siete Palabras, venía el Descendimiento. Lo desprendían al Cristo de la cruz casi a estirones, con las manos crispadas y trémulas, con una especie de rencorosa impaciencia. El gentío descendía del cerro con el Cristo a cuestas entonando roncamente cánticos y plegarias. Llegaban hasta la iglesia pero el Cristo no entraba nunca en ella, solamente llegaba hasta el atrio, quedaba un momento mientras el gentío entonaba cantos que al rato se convertían en gritos hostiles y desafiantes. Luego se retiraban y lo llevaban de vuelta al Cristo al cerro en medio de antorchas y faroles encendidos con velas de cebo, dando un aspecto patético a la procesión. Era un rito áspero, rebelde, primitivo, fermentado en un reniego de insurgencia masiva, como si el ánimo del gentío se encrespara al olor de la sangre del sacrificio y estallara en un clamor que no se sabía a ciencia cierta si era de angustia o de esperanza o de resentimiento. Esto les valió a los itapeños el tilde de fanáticos y herejes.
La gente de ese tiempo seguía yendo al cerro año tras año a desclavar al Cristo para pasearlo por el pueblo como a una víctima a quien debían vengar y no como a un Dios que había muerto por los hombres. Creían que si era Dios no podía morir y que si era hombre se había desangrado inútilmente sobre sus cabezas sin redimirlos, porque las cosas sólo cambiaron para peor.
El origen del Cristo del cerro había despertado en ellos una extraña creencia: él era harapiento como ellos y también era burlado, escarnecido y muerto como ellos desde que el mundo era mundo. Ellos tenían una fe insurrecta e invertida. Posiblemente a quien querían desagraviar o justificar era a una persona enferma de lepra que se internó en el monte para nunca más regresar al pueblo, llamado Gaspar Mora, cuya verdadera historia la conocía Macario, un pobre viejo esquelético y bajito, hijo de uno de los esclavos del Dr. Francia, de quien los chicos del pueblo se burlaban viéndolo pasar y llamándolo pitogüé, bicho feo karaí tuyá colí y cosas por el estilo, pero este pobre hombre no se inmutaba.
No todos los chicos se burlaban de él, otros lo seguían para escuchar sus relatos y sucesos. Sus relatos eran maravillosos y vivenciales. Lo tenían como la memoria viviente del pueblo, conste que decían que no había nacido allí y que era hijo de afuera del mismísimo Dr. Francia, registrado en el libro del Crisma con ese mismo apellido.
Macario había nacido algunos años después de establecerse la Dictadura Perpetua. El papá de Macario se llamaba Pilar Francia, un esclavo liberado por el Dictador, y que hacía de ayudante de cámara del mismo. Macario siempre hablaba en guaraní y decía que el hombre era como un río, que tenía barrancos y costas, que nacía y desembocaba en otro río y además que el río malo era aquel que desembocaba en un pantano.
Macario contaba que su taitá probaba la comida del Karaí Guazú o el Supremo, refiriéndose al Dr. Francia, para ver si estaba envenenada. Este le apreciaba muchísimo a Pilar pero aún así lo trataba con mucha dureza. El día en que Karaí Guazú enfermó, él mismo acompañó a su padre hasta Itapúa y Candelaria para traer remedios de un médico francés prisionero en Santa Ana. Cuando el Karaí Guazú se curó el taita se puso muy alegre, pero su alegría duró poco, pues esa tarde al llegar Macario terminó para él su alegría.
Contaba sobre lo sucedido esa tarde con tristeza y amargura. Cuando el Karaí Guazú se repuso de su enfermedad y acabando de salir a dar su primer paseo, Macario no pudo contener el impulso de tomar la moneda que estaba sobre la mesa. Al agarrarla sintió un fuerte calor y olor a carne quemada, tiró la moneda y se escondió. Cuando volvió el Supremo le pidió que le mostrara la palma de la mano. Cuando la miró le mandó a su padre que le diera cincuenta palos y él lo hizo con mucho dolor. Al terminar, por la rabia, pateó al perro predilecto. Cuando el Supremo lo vio mandó que le dieran cien palos con la misma vara con que había pegado a Macario. El viejo quedó como loco y un buen día insultó a un guardia y el Karaí lo mando ejecutar. Sus doce hijos fueron confinados a distintos puntos del país. Macario fue para Itapé con su hermana María Candé, madre de Gaspar.
Años después de la guerra grande María Candé enfermó mal y Macario tuvo que ir hasta Santa Ana a buscar al médico francés, pero éste había fallecido en raras circunstancias. Macario contaba cómo combatió en la guerra grande y que hasta la propia Madama lo había curado de sus heridas. Macario nunca hablaba de su sobrino Gaspar salvo cuando se volvió caduco. Otra persona sabía también la historia de Macario, la chipera María Rosa, pero ella nunca habló.
Eso fue en la época del cometa Halley.
Los mellizos Goiburú, unos chicos traviesos y experimentados en cosas de mujeres, nunca creían en los relatos de Macario y siempre se mofaban de él, como si sintieran rencor hacia el pobre viejo y hasta de Gaspar.
El padre de los mellizos Goiburú era enemigo declarado de estas personas y esto lo transmitía a sus hijos que eran irrespetuosos con todos. Los demás chicos del pueblo le tenían mucho aprecio a Gaspar y no permitían que los mellizos Goiburú lo insultaran.
Un buen día un hachero comentó que escuchó una música suave y bella en el monte y empezó a guiarse por el sonido de la guitarra hasta llegar al rancho y descubrir a Gaspar a quien juró que nunca descubriría su escondite. La gente del pueblo se enteró e iba en procesión hasta el rancho a escuchar su música, pero él se escondía. Hasta María Rosa le llevaba siempre chipá y otras cosas y él no aparecía. Esto duró mucho tiempo. Cuando Gaspar murió lo enterraron allí nomás.
Cuando fueron a quemar el rancho se encontraron con que éste ya tenía otro ocupante, era un Cristo tallado en madera que acompañó siempre a Gaspar. Este Cristo trajo caos al lugar. Macario y otros lo llevaron en andas hasta la iglesia y allí esperaron a que llegara el cura, que iba cada domingo al pueblo a dar misa. Cuando éste llegó se opuso a que entrara el templo apoyado por el padre de los mellizos Goiburú. Cuando el cura vio que se formaron dos bandos y que pelearían, se impuso pidiendo orden y cambiando de parecer, diciendo que entraría a la iglesia pero después de pedir permiso a la curia. A escondidas pidió al campanero que quemara la imagen sin que nadie se enterara y con ayude de los policías. Macario se enteró de esto y con los suyos llevó de vuelta al Cristo al cerro, y es ésta la misma procesión que año tras año repiten los lugareños.
Macario murió de viejo y el campanero se suicidó arrepentido.
Capítulo 2. - Madera y carne.
Roa Bastos nos narra las costumbres y padeceres de un pueblo, Sapucai que había sido fundado en el mismo año del cometa Halley y que lleva sobre sí la carga enorme de un destino desesperante. Nos cuenta de una terrible explosión que dejó un saldo de más o menos dos mil personas, mujeres, hombres y niños.
Describe destrozos, muerte, miseria, desaliento de un pueblo que hasta en la alborada es triste ya que van a la capuera a trabajar hasta los niños dejando en un silencio letal al pueblo y algún que otro sonido de mortero de alguna casa importante y el chirriar de alguna roldana buscando agua.
Nos presenta a un personaje que otrora fue admirado y querido y que con el tiempo y la desgracia pasó a ser una sombra más en el triste paraje: el doctor, a quien acompañaba siempre un perro cansino y fiel.
María Regalada, mujer de pueblo, ve pasar al doctor y al perro como si no los viera. Recorrían legua y media desde su casa, en el monte en cuyo alrededor creó el leprocomio, hasta el almacén de don Matías Sosa. Ida y vuelta pasando por el cementerio en cuya cercanía está el rancho de dicha mujer.
El doctor había desaparecido sin que nadie sepa cómo. Sólo el perro hambriento hacía el mismo recorrido todos los días y los pueblerinos lo saludaban con un "hola doctor", sin ningún tono de burla.
Don Matías atiende al perro como si fuera el mismo doctor, conversa, ríe o hecha alguna broma con el canino, pero cuando está de mal humor a veces hasta le da un puntapié y lo hecha de ahí. Los pueblerinos le echan cosas en broma en la canasta que siempre lleva en la boca. No ladra ni se molesta, sólo se acurruca a dormir a la puerta de la casa vacía y muy de vez en cuando lanza un aullido que más que aullido parece un pequeño soplo cansino y lastimero.
María Regalada es la única que a veces lo espera en el camino y le hace algún que otro mimo como para apaciguar los golpes y burlas. Esta mujer, pese a su gravidez, sigue trabajando en la chacra, cocina para los leprosos, hace la limpieza del rancho, tareas que ella misma se ha impuesto.
El doctor llegó a Sapucai de una forma extraña. Algunos decían que quiso robar al hijo de un pasajero. Lo llevaron al calabozo por unos días y luego lo soltaron pero él no se fue de allí. Se hospedó en una pieza en la casa de Ña Solé Chamorro. No hablaba con nadie, ni siquiera con la vieja gorda chismosa. Todo el tiempo se pasaba encerrado y salía solamente para ir al almacén de don Matías, a tomar caña, pero siempre en silencio.
Cuando se le terminó la plata dejó de ir al almacén, dormía bajo los árboles o en el corredor de la iglesia cuyo párroco, el paí Benítez, lo protegió ahí gracias a que compuso una marcha, "la del reloj cangrejo", en contra de las damas de la comisión parroquial. Cada vez enflaquecía más, sus ropas se volvieron harapos y las botas las cambió por alpargatas, le crecieron la barba y el rubio pelo.
Algo se supo del forastero. Entre comentarios de Ña Solé, don Matías, Anastasio Galván, Altamirano y el jefe político, sacaron en limpio que era un inmigrante ruso cuyo nombre era Alexis Dubrosky. Empezaron a citar los ajusticiamientos de los últimos zares en Rusiay a recordar aquel nefasto día del primero de marzo de 1912, plena revolución de los leales contra las ligas agrarias, de cómo el comando de Paraguarí mandó una locomotora cargada de dinamita al encuentro del tren rebelde. La masacre y persecución de los sobrevivientes insurrectos y sus parientes. El forastero desapareció por un tiempo, luego llegó la noticia de que estaba construyendo su rancho en el monte entre Costa Dulce y la olería.
Un día sucedió algo que haría que la gente de Sapucai lo viera al ruso con otros ojos. Mientras el gringo pasaba frente al cementerio, vio que María Regalada se torcía de dolor entre las cruces, corrió, la cargó y la depositó sobre la mesa en la casa del sepulturero Taní Cáceres, calentó agua, afiló un cuchillo y le abrió el vientre a la muchacha ente la mirada atónita del hombre. Salvó a la chica y el sepulturero se dedicó a propalar la noticia por todo el pueblo. Muy pronto el doctor empezó a sanar a los pueblerinos. Fue así que un paciente, un tropero, le regaló al perro como pago a su cura.
Desde las compañías más distantes venían a que el doctor les cure y hasta las damas de la comisión parroquial se hacían atender por él, dejando atrás sus anteriores comentarios.
Después de que curara a María Regalada, ésta siempre le llevaba una olla de locro para él y su perro. Cuando el sepulturero murió, el doctor no le pudo salvar del vómito negro, María Regalada ocupó el lugar del padre.
Una tarde, al pasar frente al rancho del doctor, María Regalada oyó un ruido como el de un cuerpo que cae, fue a espiar y vio al doctor arrodillado, recogiendo monedas de oro del piso, a sus pies estaba la imagen de San Ignacio. Nadie supo de esto, pero desde entonces el doctor no abrió más su puerta a los pueblerinos. Luego empezó a atender a la gente en un pequeño cuarto del fondo. No aceptaba las monedas por paga de sus pacientes, pero sí les exigía que le pagaran con tallas, las más antiguas que tuviesen en la familia. Todos en el pueblo pensaban que el doctor se había vuelto místico, hasta parecido con San Roque le encontraban.
Comenzó a ir de nuevo al boliche, bebía hasta salir del mismo dando tumbos. Empezó a atender sólo a quien le llevaba una imagen y se decepcionaba si la talla no tenía el peso suficiente. Anduvo así borracho por unos meses y luego desapareció. Un día María Regalada llegó al rancho, entró y encontró a todos los santos degollados, menos al San Ignacio. No quiso tocarlos y tampoco entendía qué pasó con ellos y quizás nunca lo sepa. Siempre se pasaba limpiando el rancho, acariciando al perro y atendiendo su cementerio.
Capítulo 3. - Estaciones.
Toda la mañana quise meter mis ásperos pies en mi primer par de zapatos. Me lavé tres veces, me puse cenizas y no había caso. Luego vino Rufina, me llenó los pies de almidón y ellos entraron suavemente en el reluciente par de zapatos.
Después de medio día fuimos mis hermanos, mis padres y hasta Rufina, llevando el canasto de comidas, hasta la estación. Yo debía ir a estudiar a la capital.
Mi madre se preocupaba por mi decisión de seguir la carrera militar y mi padre la calmaba diciéndole que ser militar era el futuro. Me atraía enormemente el uniforme azul y oro reluciente. Debía ir a la capital, desconocida por mí, a terminar la escuela para poder seguir la carrera.
En el andén nos esperaba Damiana Dávalos con su hijo. Las chipera paseaban por los andenes esperando el tren para ofrecer su mercadería. Entre ellas estaba la ida María Rosa con su hija a cuestas y un gran canasto vacío.
Los mellizos Goiburú miraban mis zapatos disimuladamente y burlándose como siempre de mí. Yo me hacía el desentendido pero a la vez sentía tener que ir del pueblo a buscar nuevos horizontes, prefería quedarme con ellos a compartir, me sentía un desertor. En eso veo a la Lágrima González del brazo de Esperancita Goiburú, hermana de los mellizos. Calmo mi tristeza, me doy vuelta y en mente recuerdo las hermosas facciones de Lágrima. En eso llega el tren a la estación. Corrimos hacia los coches de segunda clase y mi madre le recomienda a Damiana que me cuide. Mi padre me sube al tren y yo me despido de mis hermanas Edelmira y Coca y a la vez busco con la mirada a Lágrima y Esperancita. Las muy mal educadas se reían.
El tren arranca y vamos dejando cada vez más lejos a la estación y la gente, hasta desaparecer. Miro pasar por mi ventana postes de telégrafo, las casas, las últimas calles del pueblo. Cuando me levanté veo de cerca el cerro y al Cristo leproso mirándonos pasar. Lo último que vi fue la cruz de Macario Francia a los pies del cerro. "El hombre, mis hijos, tiene dos nacimientos… uno al nacer y el otro al morir".
Al desaparecer el pueblo, el cerro, me fijé en el pasajero de enfrente, era rubio, delgado, con ropas y botas gastadas, me pareció que al pasar frente al Cristo se santiguó. Al costado otros hombres narraban la historia del Cristo pero la contaban de forma distinta como si no la supieran y siguieron haciendo comentarios sobre la pasada revolución, sobre el daño que les ocasionó y de cómo se zafaron de ella algunos, para no tomar partido.
Llegamos a Borja, los cuatro hombres merendaron y a mí se me hacía agua la boca. Damiana olvidó nuestra canasta de avío. No quise molestarla pues quería que sepa que era yo el que la cuidaría a ella y no ella a mí. El gringo dormía y a veces se despertaba y nos miraba con una mirada que yo no entendía.
El hijo enfermo de Damiana chilló y ella lo amamantó. Entonces una vieja sentada a su lado le preguntó si qué tenía su niño, a lo que ella dijo que no sabía y que lo llevaba a un médico en Asunción. La vieja le recomendó que hiciera y le diera al niño tales o cuales cosas y yuyos a lo que Damiana contestó que ya lo había hecho y le comentó a la vieja que no sólo por el chico va a Asunción sino que para visitar a su marido que fue preso por los cívicos.
Pasaban una estación tras otra, todas iguales. En una de ellas subió una pareja muy joven. Parecían muy enamorados, como recién casados.
Con el sueño, el calor y el polvo nos apretábamos en nuestros asientos. El gringo extendía la mano y acariciaba al niño de Damiana y éste dejó de chillar e incomodarse. Estábamos llegando a Sapucai. Allí están los restos de la revolución gritó uno de ellos y eso me hizo despertar y en eso sentí los alaridos de Damiana: "alguien me quiso robar mi niño". Llega el gringo con el niño en sus brazos, los hombres se abalanzan sobre él y lo tiran del tren y luego le arrojan sus pertenencias y allí el gringo de rodillas y ensangrentado sobre el andén.
Me gustaba la idea de quedarnos a pernoctar en Sapucai. Hacía calor y los de segunda nos acurrucamos sobre unos bultos para dormir. Sin darme cuenta me encontré mamando del seno de Damiana. Ella no me sentía y chupé hasta terminar. Me acordé de la Lágrima González y luego me quedé dormido. Nos despertó la pitada del tren, yo perdí un lado del zapato, pero lo mismo subí al tren.
Nada recuerdo tan bien como la llegada a Asunción. El gentío me apretujaba contra los pilares. Damiana, medio mareada, se me agarraba del brazo. Nos costó salir a los pasillos. Vimos las casas amplias, los jazmines florecidos, las calles empedradas, los carruajes tirados por caballos. Enfrente había una plaza llena de árboles y unas canillas que lanzaban chorritos de agua. Me tiré a beberla y vi algo muy extraño: una mujer alta y blanca, de pie sobre una escalinata, comiendo pájaros. Se me antojó sentir el crujir de sus huesitos.
Capítulo 4. - Éxodo.
En aquella época, después de la guerra grande, bajo la presidencia de Rivarola, existía una ley promulgada por él mismo que decía: "Por la prosperidad y progreso de los beneficiadores de yerba y otros ramos de la industria nacional …", y el artículo tercero que decía textualmente "El peón que abandone su trabajo sin el consentimiento expreso de una constancia firmada por el patrón o capataz del establecimiento será conducido preso al establecimiento, si así lo pidieren éstos, cargándose en cuanta del peón los gastos de remisión y demás que por tal estado originó".
En Tacurú Pucú, en pleno Alto Paraná, esta ley se cumplía a cabalidad y eran muy pocas las personas que se arriesgaban a hacerlo. Lo único que de allí salía eran los versos compuestos para guitarra que hablaban de los mensú, hombres, mujeres y niños enterrados vivos en las catacumbas de los yerbales.
Casiano Jara y Natividad, recién casados, oriundos de Sapucai, subieron al tren en Villarrica. Casiano estaba en el convoy rebelde que se dirigía a la capital y Nati en medio de la gente que iba a la estación a despedirlo. Allí se enteraron que se necesitaba gente para los yerbales de la Industrial en Tacurú Pucú. Se alistaron para ir sin hacer caso a lo que decían algunos "es la cimbra de la rafla", no hay que ir.
Con la plata que recibieron por adelantado se compraron ropas y perfumes, parecían otros. Fueron a comer en una fonda, sin imaginarse que tal vez sería lo último que comieran.
A la mañana siguiente a primera hora se alistaron y partieron, tardaron menos de una semana en llegar. Penetraron en la selva, se encontraron con el río Monday, no les permitieron bañarse porque los capataces estaban apurados. Con el trajín del viaje las ropas de las personas ya estaban como viejas debido a los arañazos de ramas y picaduras de bichos. Algunos hombres quedaron por el camino debido a estas picaduras, los capataces los mataban a tiros y los dejaban allí. Casiano y Nati estaban aterrados y él prometió que sólo estarían allí muy poco tiempo.
El yerbal era inmenso y lo dirigía Aguileo Coronel, en compañía del comisario Juan Cruz Chaparro. Al otro lado del Paraná estaban los yerbales de las misiones argentinas. Coronel rechazaba las cargas que no tenían ocho arrobas justas y premiaba a los que traían más de ocho, a pesar de que no se anotaba en las planillas. Todos pasaban por el teyú ruguái de Chaparro y según antojo de éste vivían, si así se podía llamar el padecimiento que todos sufrían. Él mataba sin piedad.
Al principio Nati y Casiano no la pasaron tan mal. Ella trabajaba en el pueblo para unos brasileños, los Silveira, que la trataban como de la familia. Casiano pasó a canchar la yerba en una de las barracas y frecuentemente lo mandaban a ocupar el cargo del urú, que consistía en vigilar la boca del horno cuidando la quemazón. Esto duró un año.
Al comienzo del siguiente verano llegó al Alto Paraná uno de los dueños de las tierras, míster Thomas. Nadie de la peonada lo conocía. Desde ese momento empezaron los cambios. Silveira debía dejar todo y se oponía a partir, un buen día mientras cerraba su boliche lo mataron. Con esto Nati pasó a trabajar a la proveeduría y un buen día descubrió que estaba embarazada. Le comenta a Casiano quien le propone que había que pelear por él y que si es hombre lo llamarían Cristóbal como su abuelo, un anciano de barba blanca que fundó Sapucai.
En el pueblo quedaron sólo una pocas mujeres viejas o viudas que se dedicaban a la prostitución. Nati se unió a ellas. Muy pronto Chaparro se fijó en ella, pero se propuso poseerla con mucha paciencia.
A Casiano lo mandaron a acarrear leña, el trabajo más pesado de los yerbales. No podía venir todas las noches a pasar con su esposa y ésta quedó sola. Ella sabía la causa del cambio, él no lo sospechaba aún. Un día Chaparro se topa en el monte con Casiano y le pide que le venda por 300 patacones a su mujer. Casiano no acepta. Cuando llega a su casa le propone a Nati escapar. La obsesión de la fuga se apoderó de ellos. Les ofrecieron a otros la escapada pero nadie aceptó. Ellos solos planearon minuciosamente la misma. La oportunidad llegó cuando Aquileo Coronel bajó a Villa Encarnación y Juan Cruz Chaparro fue a Foz de Yguazú. Escaparon esa misma noche.
Al amanecer el capataz notó la ausencia de Casiano y lo buscaron. Los encontraron a él y a Nati quien se revolcaba en el dolor del parto. No había rastros de fuga y los capangas pensaron que fueron al bosque para que naciera el hijo de Nati. Llegó una carreta y en ésta ella tuvo a su hijo ¡un varón!, Cristóbal. A Casiano lo metieron preso por las dudas hasta que llegara el administrador. Se salvó de la muerte gracias al cura. Ese mismo día escaparon bajo la lluvia con el bebé a cuestas.
Todo se torna un caos, salen los capangas a buscarlos en distintas direcciones acompañados de flacos perros. Mientras los fugitivos pasan las de Caín tratando de huir de allí, con miedo que a veces los hacía quedar paralizados. Después de dos días y una noche de caminar, bajo penurias, llegan a orillas del Monday. Al amanecer encuentran a un carretero que los lleva a Itacurubí, según entendió Nati. Luego de cuatro días de andar llegaron al valle de Sapucai.
Capítulo 5. - Hogar.
Luego de tanto traqueteo en el camino de tierra llegamos cerca del leprosario. Allí lo saludaban "adiós Kiritó", pero Cristóbal Jara sólo levantaba la mano en señal de saludo. Le pregunto quiénes son y él no me responde. Al pasar el cementerio ve a María Regalada, a quien saluda. Al fin el camión para ante un rancho en medio de una limpiada de cocoteros. El hombre hablaba poco, traté de sacarle alguna cosa ya que yo sabía muy poco de él.
No se pudo avanzar más pues lo impedía el caañabé. Seguimos caminando con el guía y ya me sentía desorientado. Yo conocía un poco de la historia del famoso vagón de los rebeldes.
Llegamos a la picada. Yo me detuve un momento tratando de orientarme. Pregunté al guía dónde estaba la estación vieja y me lo indicó. En ese momento recordé el episodio con la Damiana Dávalos.
Nadie olvidó lo que pasó el 12, cuando el levantamiento de las ligas agrarias trajo consigo la destrucción de Sapucai.
A los dos años de volver de los yerbales Casiano y Nati tomaron ese vagón como casa y allí siguió Cristóbal Jara. Divisé el nombre de Casiano Amoité, 1ª Compañía, Batalla de Asunción, escrita sobre la madera con la punta de un cuchillo. Este fue un combatiente que murió pensando en una gran batalla que jamás se libraría.
De pronto Cristóbal me dice que "ellos" me esperan. Era una cincuentena de hombres que esperaban en semicírculo entre los yuyos. Se presenta como Silvestre Aquino y me presenta a sus compañeros. Le pidieron a Cristóbal que me llevara hasta ahí para que yo los ayude. Sabían todo sobre mí, que era militar, que me sublevé y que me destinaron a Sapucai. Querían que yo sea la cabeza de ese grupo de hombres. Yo les contesté que estaba vigilado por la policía, pero me dijeron que yo podía ir por allí de tanto en tanto y que Cristóbal me llevaría. Eso no levantaría sospechas. Les dije que lo pensaría y sabía que tarde o temprano lo aceptaría.
Me volví a la pensión con Cristóbal.
Capítulo 6 - Fiesta.
El pequeño abría el pesado portón del cementerio. Desde su rancho, su madre le hace una seña y el chico simulando trabajar se dirige a un lugar bien apartado del campo santo y le ofrece comida a un hombre que se hallaba tirado entre las cruces, era Kiritó. Éste le increpa al niño por llevarle comida pues le podían seguir hasta allí y comprometerla más a la madre.
Averiguó sobre algunos prisioneros rebeldes del pueblo. El chico le cuenta que quemaron su casa, el vagón, que no lo buscan más por el pueblo pero sí en el monte. Le comenta también que la Municipalidad organizaba un baile. Kiritó le pide al chico que su madre le mande ropa para ir al baile de los soldados y éste se asusta.
En la comisaría lo tienen al Teniente Vera prisionero, preguntándole sobre el levantamiento, éste dice no saber nada al respecto. Ellos se enteraron de la montonera una noche en que el Teniente Vera estaba borracho y contó.
La persecución seguía. Tres días atrás habían capturado al último grupo de rebeldes. En ese entonces no habían ni colorados ni liberales, sólo los paquetes y los descalzos. Metieron a los prisioneros en el vagón todos apretujados y seguían buscando a Kiritó.
María Regalada buscó en el rancho del doctor ropas que le pudieran servir a Kiritó para ir a la fiesta. La fiesta había empezado y todos estaban muy contentos, menos el Capitán Mareco, el homenajeado
El patrón de Kiritó, dueño de la olería descubre a éste y a la sepulturera bailando en el patio y corre a contarle al Capitán Mareco. Era después de la medianoche. Cuando el Capitán se entera va rápidamente al patio y ve a los leprosos bailando ridículamente una polca. La gente se dispersa pues no quiere contacto con ellos. Luego el grupo se retira del baile lentamente y en medio de ellos lo hacen Cristóbal y María Regalada.
Capítulo 7. - Destinados.
Corre el año 1932, para ser precisos, el 1º de enero. Plano año nuevo en la prisión militar de Peña Hermosa. El mes anterior llegó Facundo Medina, dirigente universitario a quien lo llaman el Zurdo por sus ideas comunistas. Los presos civiles eran seis. Yo, sentado en un rincón observo todo, dejé la caña después de lo ocurrido en Sapucai.
6 de enero. Encuentro en mis alpargatas un extraño regalo de reyes: una culebra muerta. También revisaron mi paquete de libros que había recibido un más atrás y que aún no abrí. Hacen esto para humillarme.
El Zurdo me había dicho el día anterior que no sea un milico encallado, siempre hay en uno mismo algo viejo que muere y algo nuevo que nace. Le dicen al Zurdo que en vano se acerca a mí, puesto que yo no iba a colaborar con su revolución.
10 de enero. Día domingo. Hoy desempaqué los libros que me había mandado mi familia, algunos diarios atrasados de Asunción haciendo alusión al ametrallamiento de unos estudiantes. Hablaban de que unos estudiantes pretendieron asesinar al presidente y sus ministros y que la guardia del Palacio se vio forzada a disparar. Puse el diario sobre el catre del Zurdo.
17 de enero. Llovió toda la tarde y no pudimos salir de la cuadra. Tirado en mi catre intento leer las cínicas y desgarradoras confesiones de Fidel Maíz, hombre sometido a la voluntad del Mariscal López. López y Maíz son tal para cual, uno llevó a su pueblo al suicidio colectivo con el consentimiento mudo de Maíz. Me parece escuchar su voz allá en Sapucai, cuando no permitió entrar al tempo a Gaspar Mora.
18 de enero. Un día como cualquiera. Dos hombres, Miño y Noguera, se tomaron a trompadas durante el desayuno y fueron al calabozo por diez días.
21 de enero. La figura de Fidel Maíz se me presenta a cada rato.
22 de enero. No me sale de la cabeza la imagen de Fidel Maíz. Trato de recordar una frase de San Agustín que mi padre siempre repetía pero no me acuerdo. Un fiscal expone los fundamentos de la justicia humana. Decía que alguien debería escribir la historia de gente como Fidel Maíz, porque llegaría un día en que otros fiscales se arrogarían el derecho de juzgar y condenar a este pueblo como si estuviera compuesto enteramente por cretinos y bastardos.
3 de febrero. Llegó la lancha de correo, yo no escribo ni recibo cartas. Le compré una liña de pescar y un anzuelo al lanchero y escuché que comentaba de nuevos disturbios en Asunción.
5 de febrero. Pesqué un carimbatá. Algunos comieron el pescado asado. De vez en cuando me ataca mi viejo paludismo.
7 de febrero. Alguien llevó y usó en el baño la hoja de un diario recién llegado. Puede leerse alguna parte sobre la aparición de una mujer que dice llamarse la Profetisa de Cerro Verde, en Sapucai. Predica en guaraní y con los brazos cruzados y al atardecer desaparece y no se la encuentra por ningún lado. Va gente de todas partes a verla.
8 de febrero. Trato de encontrar quién ha quedado con la foto publicada en diario de la Profetisa. Sospecho del Zurdo y acierto.
9 de febrero. No sé qué me llevó a escribir esto, no pretendo tener un diario, vieja costumbre esta de escribir, la del hijo pródigo regresando al hogar que ya no existe.
20 de febrero. Jiménez intentó escapar. Fue en vano, sólo consiguió 30 días de calabozo.
29 de febrero. Jiménez amaneció muerto, no pudo con la fiebre. Lo enterraron en un cajón de embalaje bajo tierra dura.
20 de marzo. Llegó el nuevo comandante. Era el capitán Quiñónez. Fue compañero mío en el Colegio Militar, unos años más adelantado que yo. Luego fuimos oficiales de planta y amigos, hasta nos tuteábamos. Claro, ahora él se hace el desentendido. Era un hombre respetuoso de los reglamentos.
23 de marzo. Se reabren las declaraciones, el Zurdo muy excitado expresa que el Teniente Jiménez es una víctima del régimen penal de nuestro país, esto le valió varios días de calabozo. Ahora los presos civiles ocupan otro lugar, por orden del Capitán Quiñónez, éste luego me mandó llamar, me habló como jefe, no como amigo. Me recordó que fui injustamente sentenciado en el Colegio Militar y quiso saber sobre lo de Sapucai. Callé, luego le dije que asumía la pena.
27 de abril. Quiñónez impuso su sistema. Algunos hablan de un plan para escapar y todos se cuidan de mí.
14 de mayo. Conmemoración del aniversario de la Independencia. El cura que fue a realizar misa y confesarnos me recordó al Paí Maíz. Como su antítesis.
13 de junio. Día de mi cumpleaños. Recibo una foto de mis padres con dedicatoria. Me resulta insoportable la memoria de una infancia feliz.
17 de junio. En la formación de la retreta Quiñónez me comunica la caída del Fortín Pitiantuta en manos de los bolivianos. Todos comentamos el acontecimiento. Unos gritaban que iríamos todos a pelear y que nuestro patriotismo tendría olor a petróleo.
3 de agosto. Cuando la idea de la fuga empezó a decaer vino la orden de indulto y traslado para todos. Se decreta movilización general. Cayó Fortín Boquerón. Nos mandan al Chaco. Quiñónez me trata de nuevo como a camarada.
5 de agosto. Llegó una lancha para trasladarnos. Sentado en popa contemplé cómo se alejaba el islote.
13 de agosto. Al Km 145 llegamos a la medianoche en el ferrocarril de Puerto Casado y de allí en un destartalado vehículo hasta el frente. En el trayecto escribo estas notas en las paradas. Al amanecer llegamos a Isla Poí.
14 de agosto. Los hombres del penal nos dispersamos. A mí me destinan al regimiento X en formación.
20 de agosto. Desde hoy tengo al soldado Niño Nacimiento González (Pesebre) como asistente. Me enteré que era hijo de Lágrima González, Pesebre pudo ser hijo mío, pero él no lo sabe.
25 de agosto. Apareció sobrevolando la zona la aviación enemiga. Se construyen refugios contra las "tucas".
31 de agosto. Mientras daba instrucciones a los reclutas, pasó un camión aguatero. El camión ladrillero de Sapucai y en el volante iba Cristóbal Jara. Sin darme cuenta me herí con mi fusil.
1º de setiembre. En el hospital de campaña me atiende una joven médica, era el primer herido de la doctora Monzón.
3 de setiembre. Durante la curación la doctora se mostró un poco más amable.
4 de setiembre. Después de la fajina y hasta muy tarde todos, desde oficiales hasta el último soldado se dedican a escribir a sus respectivas madrinas.
5 de setiembre. El comandante en jefe nos quería saludar a todos personalmente y nos reunimos en el casino. Este estaba repleto. Próximamente iniciaríamos la conquista del Chaco. Oh, utopía.
7 de setiembre. Cinco mil hombres formamos parte de nuestro regimiento cuyo objetivo era retomar Boquerón. Partiríamos a la mañana siguiente.
9 de setiembre (frente a Boquerón). Nuestra lucha fue sangrienta, no logramos localizar el reducto que estaba escondido en el monte. No tenemos agua y el anochecer nos ha vencido.
10 de setiembre. El comando nos ordena rodear al enemigo. El enemigo recibe hielo lanzado en paracaídas. El ejército boliviano cuida a los suyos. Uno de estos hielos cayó cerca de nosotros y nos dimos un festín.
11 de setiembre. Hace un calor sofocante. La sed (la muerte blanca) trajina entre nosotros. Al anochecer Pesebre se apareció en la línea, nos anduvo buscando hasta que nos encontró.
12 de setiembre. Las deserciones y el cuatreraje de agua disminuyeron, nuestras líneas se han estabilizado. La disciplinase restablece poco a poco. Los desertores, cuatreros y auto heridos son fusilados sumariamente.
13 de setiembre. En el patrullaje de reconocimiento la vía de acceso más importante al reducto, Yujra, ha sido interceptada pero los bolivianos cuidaban muy bien la parte de atrás de Boquerón.
14 de setiembre. El comandante del batallón muere junto a mí y yo ocupo su lugar.
15 de setiembre. Los aviones bolivianos lanzan medicamentos y víveres a sus soldados, pero caen en nuestras líneas.
16 de setiembre. El comando ordena atacar por la espalda. A mi batallón le toca atacar por la izquierda.
17 de setiembre. La batalla de Boquerón ni siguiera parece que fuera a terminar.
18 de setiembre. Al amanecer interceptamos un destacamento enemigo. Tuvimos cinco bajas, el enemigo se retiró y esto nos dio tiempo para reorganizarnos.
19 de setiembre. No regresaron las patrullas. Nueva reunión de oficiales. Después de la reunión organizamos la defensa del cañadón en dos frentes, en los extremos hemos armado exclusas para atrapar prisioneros.
20 de setiembre. Me han construido un refugio al pie de un samuhú. Desde allí disfruto de una visión de conjunto del polvoriento anfiteatro. Siguen los bombardeos hacia el norte.
21 de setiembre. El enemigo ha vuelto a atacar, dejándonos unos pocos muertos y un buen puñado de prisioneros.
22 de setiembre. El sol nos mata, no hay sombra ni agua, algunos mastican la tuna para sorber su jugo. Nos acecha el hambre.
23 de setiembre. Se olvidaron de nosotros hasta los mismos enemigos. Ya no habrá otra patrulla, hemos perdido toda esperanza de que llegue un camión aguador.
25 de setiembre. Nuestras armas y cosas se hallan esparcidas en todas partes. Me zumban los oídos, se me hincha la lengua. Me comienzan las alucinaciones.
26 de setiembre. Ya debe haber poca diferencia entre vivos y muertos. Al principio enterramos los cadáveres, ahora se encuentran todos esparcidos por ahí. Hoy amanecieron tres más. Las moscas aparecen a montones.
27 de setiembre. Soy aún el jefe del destacamento, debo velar hasta el fin por la suerte de mis hombres. Cada vez me resulta más pesado escribir.
28 de setiembre. Esta muerte blanca es una ramera blanca insaciable. No hay castidad que valga contra ella. Tuve que matar a Pesebre por pedido suyo para no sufrir, estaba agonizando.
29 de setiembre. ¡Qué difícil es morir! Esta es la agonía del infierno, no aguanto más. De repente escucho el ruido de un camión cada vez más próximo. El camión apareció en la boca de la picada. La muerte está tentándome una vez más.
Capítulo 8. – Misión.
En el pequeño despacho del jefe había un ruido infernal.
¿Por qué no vino pronto? preguntó el jefe al caminero Aquino que acababa de llegar. El jefe le explica que necesita un solo camión de agua con urgencia y un chofer experimentado para mandar al frente. El hombre le recomienda a Cristóbal jara, compueblano suyo, que no le iba a decepcionar.
Los camiones estaban alineados cargando agua en sus tanques, eran como diez al borde de la laguna. Al final de la hilera había un Ford pequeño y maltrecho. En la patente se leía Sapucai – 1931. Un hombre delgado estaba cargando. Se acercó el sargento y le dijo: Cabo Jara, preséntese al comandante. El hombre bajó y se fue a la comandancia.
El jefe marcaba con un lápiz rojo la zona del cañadón, indicándole al Cabo Jara a dónde debería ir. ¿Se anima a ir? le preguntó el jefe a Jara y éste respondió que sí.
La enfermera Salu’í se ofrecía a acompañar a Jara y él la rechazó. Se llamaba María Encarnación. Antes de ir a la guerra era muy frecuentada en su humilde choza de pueblo por los hombres, ellos la bautizaron Salu’í. El se iba y la dejaba sola.
El convoy de aguateros se puso en marcha, Silvestre Aquino iba a la cabeza, costeando la laguna, buscando la boca de entrada del Camino Viejo. La picada se cerró sobre ellos y la marcha se hizo más lenta y fatigosa. Acompañaban a Jara Gamarra, Rivas y Argüello, todos compueblanos suyos.
A medida que avanzaban la tierra se tornaba más seca.
Al entrar en un cañadón liso y ancho como un lago Aquino paró el camión. Hacia él avanzaba una figura pequeña con los brazos en alto, era Salu’í. Pidió permiso a Aquino para subir y continuaron la marcha.
A la media mañana los camiones llegaron a otro cañadón, faltaba el camión de Jara. En eso aparecieron los aviones enemigos que dispararon. Un camión cayó y el de enfermería quedó estancado en la arena con una bomba sin estalla abajo. Salu’í salió corriendo, recogió todo lo que podía y trajo al camión de Aquino el hospital. Éste la increpó duramente.
Cada tanto los aviones venían y volaban bajo, de manera que los camiones aguateros no podían avanzar.
Al atardecer los camiones esperaban la orden de partida. Jara va llegando en el momento en que querían sacar la bomba de abajo del camión sanitario pero este explotó. Ahí quedaron dos de su valle: Aquino y Argüello. Salu’í subió con Jara y emprendieron el viaje. Por el camino se toparon con un camión lleno de heridos y tuvieron que recular para darles paso. Otazú y Rivas deciden desertar. Cristóbal y los demás llegaron a Isla Samuhú
Los combatientes atropellaban para tomar agua, entonces Jara explica al jefe que no era agua para las líneas sino para una misión especial. Dio un poco de agua a los hombres y siguieron la marcha, acompañados por el soldado Mongelós que les mostraba la ruta. Por el camino fueron atacados por una veintena de soldados sedientos y hambrientos.
El pequeño camión quedó con las cubiertas destrozadas después del ataque. Rellenaron las cubiertas con espartillos y metieron el camión en el monte pues había caído la noche. Cristóbal y Salu’í hablaron mucho esa noche.
Al día siguiente emprendieron viaje muy lentamente. Mongelós reconocía el terreno. El camión tuvo que parar porque el espartillo se quemaba. Todo era silencio por allí. Pensaban que cayó Boquerón. En eso pasó un avión en vuelo rasante y no se percata de la presencia del camión. Jara lo pone en marcha y continúan.
Ya estamos cerca del cañadón, grita Mongelós, enseguida llegamos. Un pelotón de soldados bolí les salió al paso, disparando. Allí murieron Mongelós y Gamarra. Jara atinó a tirarla a Salu’í al bosque y él mismo se ocultó allí, quiso defender el camión y le quitaron de un tiro la mano.
Cuando los soldados se retiraron, él y Salu’í empezaron a proteger los agujeros del tanque con palitos. Jara dijo que debían continuar, pero primero pidió a Salu’í que le atara una mano al volante y la otra al cambio con un alambre. Cuando puso el camión en marcha se dio cuenta que Salu’í cayó agonizante al lado del camión, no supo qué hacer. Cuando vio que moría, continuó la marcha. Un rato después entró al cañadón y fue recibido por una ráfaga de ametralladora como disparada por un loco, siguió adelante zigzagueando y se detuvo al chocar contra un árbol. Había muerto.
Capítulo 9. – Madera quemada.
(Declaración de la celadora de la Orden Terciaria).
Señor, mi don, todo el santo día me encuentro encerrada al entero servicio de la Orden Seráfica, muchas cosas he visto en mi vida pasar y volver a pasar, así que yo no tengo nada que declarar en contra ni a favor de los sucesos sucedidos. Nada en contra de los muertos que murieron porque reventó en ellos su maldad.
Me preguntan sobre Melitón Isasi, su antecesor en la jefatura de Itapé. Cuando ustedes peleaban en el Chaco él se ocupó de remediar las desdichas de las mujeres, los niños y los viejos de Itapé. Ahora él ya murió. La desgracia cayó sobre el pueblo mucho antes de que don Melitón Isasi llegara.
Para mí, la desgracia de Itapé empezó cuando unos herejes del pueblo capitaneados por Macario Francia pusieron en la punta del cerro al Cristo del leproso Gaspar Mora y Ud. señor, que fue nacido y criado en este pueblo, sabe la historia porque yo lo recuerdo cuando era casi muchachito.
Ud. no estaba aquí cuando Melitón llegó al pueblo, pero enseguida supimos lo que iba a ocurrir. Su vicio no era mandar gente al pueblo, ni la caña, ni el juego, sino las mujeres jóvenes. Por las noches salía solo a caballo en distintas direcciones y espiaba entre las rendijas de las paredes a las jóvenes que eran ocultadas bajo la cama.
Un día un grupo de vecinos fue a protestar y muy pronto se deshizo de ellos. Lo llamaban Kurupí y a él le gustaba el mote.
Llegó con su esposa legítima, una mujer enferma y miedosa llamada Brígida de Isasi, y ésta no podía hacer nada más que sufrir calladamente. Ella amaba a su marido que era la peste del pueblo. Ella no podía salir de su casa y cuando Melitón no estaba me hacía llamar para hacerle compañía. Rezábamos el rosario y orábamos al Señor, pero nunca conseguí llevarla a la iglesia, por miedo.
Temblaba toda de miedo, yo le daba remedio y le friccionaba el cuerpo, después se quedaba dormida y poco a poco entre sueños anunciaba todo lo que iba a pasar, menos lo último que pasó en el cerrito.
Fue una noche que Melitón buscó y encontró a Juana Rosa, mujer de Crisanto Villalba, en un lugar llamado Cabeza de Agua. Él sabía que ella estaba sola en la chacra con su hijito Cuchuí que Ud. ahora protege. No se olvide que Juana Rosa era hija de María Rosa y que ésta decía ser hija de Gaspar Mora.
Juana Rosa fue con su hijo, que no tenía aún año y medio, a servir en la jefatura. Un día Juana Rosa dejó a su hijo con su madre enferma y partió al Chaco a buscar a su marido. Cuando éste volvió no la encontró.
Juana Rosa no fue la única barragana de Isasi, habían otras en el patio de la jefatura.
Melitón engatusó a la Felicita Goiburú, hermana menor de Esperancita, quien fue con un tropero quien sabe adónde. La verdad es que Felicita entró porque quiso con don Melitón y un día doña Brígida me hace llamar porque los espiaba a éstos en la jefatura. Le da un ataque y en sueños empieza a anunciar la venida de los Goiburú y la venganza a su hermana.
Al tercer año de la guerra ya se hablaba de una posible paz. Don Melitón me hizo llamar para que atendiera a Felicita y la hiciera abortar. Felicita no quería pero la convencí. Más de quince días le di de tomar todos los yuyos que conocía, al mes esta chica parecía un cadáver. Llegó Melitón trayendo carta de los mellizos Goiburú que volvían de la guerra, pronto estarían en Itapé. Sugerí que la llevara a Felicita a una partera en Borja para tener a su hijo y restablecerse allí, les di el nombre de Emerenciana Benítez y hacia allí partieron.
Pasaron y la gente pensó en un rapto. Llegaron los combatientes, bajaron todos pero los mellizos Goiburú no llegaron. Do recién llegados empezaron a bromear y decir que los mellizos seguramente venían a pie. De entre los combatientes estiré a Corazón Cabral, me reconoció y saludó y yo aproveché para preguntarle si sabía algo de los hermanos Goiburú, Alguien dijo que los hermanos quedaron en Asunción a presentar sus candidaturas a la Presidencia y Vicepresidencia de la República.
Un día escapé a ver a doña Brígida pero ella no estaba, me comentaron que ella partió sola al Cerrito. Salí a buscarla y no vi a nadie en el camino, llegué al Cristo sin mirarlo y divisé el rosario de plata de doña Brígida, lo alcé y besé y allí sentí el gusto a sangre. Al alzar la vista al Cristo crucificado vi que Melitón Isasi ocupaba su lugar, atado a la cruz con su uniforme militar y sus botas y a medio degollar. El Cristo leproso estaba tirado a sus pies, consumiéndose en las llamas y ahí yo me desmayé.
Capítulo 10. – Ex combatientes.
Llegó el sargento Crisanto Villalba, nadie lo vio pero yo sí, se quedó parado mirando alejarse el tren y contempló las casas del pueblo. Alguien gritó su nombre pero él no hizo caso y se alejó, pero otros ex combatientes le rodearon y empezaron a llamarlo Jocó.
Me hicieron llamar y acudí saludándole a Crisanto. Le preguntaron si se acordaba del Teniente Vera y dijo que no, en realidad Crisanto me conocía poco, pues había salido de Itapé siendo un muchachito. Ahora soy alcalde de ella.
Empezaron a contarle uno a uno sus llegadas hasta la de los hermanos Goiburú, que pronto tuvieron que volver a Asunción, presos por matar a Melitón Isasi.
Le presentaron a su hijo Cuchuí y él le vio como si lo viera por primera vez. Empezaron las hurras y fuimos a la taberna, yo invitaba la vuelta. Lo llevamos al boliche para ayudarlo a olvidar por anticipado lo que acaso ignoraba todavía.
Las mujeres del pueblo empezaron a cuchichear todas juntas sobre si Crisanto sabía o no lo de Juana Rosa.
Al regreso del Chaco los mellizos Goiburú ajusticiaron a Melitón Isasi para vengar a su hermana y saldar la vieja deuda de descreimiento y encono que tenían con el Cristo.
El cura vino a lavar y bendecir el lugar del crimen y mandó arreglar y colgar de nuevo al Cristo leproso. El mismo pidió voluntarios para establecer una guardia permanente en el Calvario. La única que se animó a estar allí fue María Rosa.
Melitón estaba muerto y Felicita Goiburú también y nadie sabía el lugar de su sepultura. Sus hermanos pasaron de ser héroes de la guerra a estar presos en Asunción.
Villalba mostraba sus cruces de condecoración a sus amigos, impuestas a él por el mismo ministro. Les confesó que no quería volver. Se despidió de sus amigos a quienes agradeció el gesto y se marchó para su rancho seguido de Cuchuí. Cuando llegó cerca de su casa tiró a Cuchuí al piso, extrajo una granada de su bolso y la tiró contra su casa gritando "Compañía Villalba ... salto adelante, carrera maaar". El rancho voló en mil pedazos. Una a una fue lanzando las doce granadas de mano que había traído a un enemigo imaginario. Cuchuí no entendía lo que su padre hacía. Cuando llegué al galope ya Crisanto estaba más tranquilo, Cuchuí lo miraba callado. Quise que Crisanto vuelva al pueblo conmigo pero no quiso. Lo dejé allá solo con su locura.
Le escribí a la doctora Monzón comentándole el caso. Me contestó que mi deber era mandarlo a Asunción para tratarlo, ella me promete encargarse de todo, ya que las instituciones oficiales no se ocupan de los ex combatientes. Yo le creo. Con Crisanto no tendré problemas pues le diré que debe ir a Asunción pues otra hermosa guerra había empezado. A Cuchuí lo llevaré a vivir conmigo.
No pienso en ellos solamente sino en otros como ellos que viven degradados hasta el límite de su condición. Alguna salida debe haber en este monstruoso contrasentido del hombre crucificado por el hombre. Porque si no podríamos pensar que la raza humana está condenada para siempre y que no hay salvación para ella (de una carta de Rosa Monzón).
"Así concluye el manuscrito de Miguel Vera, un montón de hojas arrugadas y desiguales, con el membrete de la Alcaldía, escritas al reverso y acumuladas en una bolsa de cuero. Las escribió antes de recibir un balazo en la espina dorsal que lo dejara postrado en la cama.
Dicen que se le disparó el revólver al limpiarlo, otros que fue Cuchuí, accidentalmente. No se sabe.
Fui a buscar al herido y lo encontré ya inmóvil y agonizante. Transcribí sus manuscritos sin cambiar palabra, sin alterar una coma. Sólo omití unos fragmentos dirigidos a mí, que no interesan a nadie. Después de los años decidí publicar sus escritos, ahora que estamos ante una nueva guerra civil entre opresores y oprimidos. ¡Ojalá sirva a alguien!
Conclusión.
Aparte de ser una experiencia lingüística como señalábamos en la introducción, Hijo de Hombre es una pintura de la realidad social paraguaya de la primera mitad del siglo XX.
Roa Bastos describe esa realidad social a partir de su propia experiencia, de su vivencia de paraguayo criado en un pueblo del interior y de su reflexión desde el exilio.
En los primeros capítulos muestra cómo se mantenían vivos los recuerdos del siglo anterior. En la memoria colectiva estaba siempre presente el Doctor Francia, este recuerdo sería explorado con detenimiento en la siguiente novela, Yo El Supremo. No faltan menciones a la guerra grande.
Otro elemento es el permanente estado de convulsión política en que vivía el país en aquellos tiempos. Las constantes asonadas y revoluciones que la mayoría de las veces terminaba en despiadadas persecuciones y bárbaros baños de sangre.
Un tercer aspecto es la injusticia social reflejada en el relato de la vida de los mensú en los obrajes del Alto Paraná.
La segunda parte de la novela tiene como telón de fondo la guerra del Chaco que marcaría profundamente a la sociedad paraguaya de mediados y finales del siglo pasado. Como pocos Roa Bastos muestra en breves páginas y sin dejarse llevar por el estilo épico al que hemos sido acostumbrados, cómo fueron afectadas las vidas individuales de quienes participaron de la contienda.
Pero ambos momentos de la novela no están desconectados. Roa Bastos ha sabido tejer un complejo tapiz en el que los hilos se entrecruzan varias veces. Los mismos personajes y situaciones aparecen y reaparecen en diversos capítulos.
Hijo de Hombre es una de las cumbres de la narrativa paraguaya, obra de un autor que con justicia fue galardonado con el Premio Cervantes en 1989.