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Film francés, Entre los Muros.-ESPACIO CURRIC.-TEORÌAY PROC. CURRICULAR-3º AÑO.-LUCIO.

Grupos heterogéneos Entre los muros: un film que (se) interroga sobre la educación La película de Laurent Cantet está basada en la obra del escritor y docente François Begaudeau, que también protagoniza el film, encarnando a M. Marin. Junto a él, un grupo de actores no profesionales, seleccionados entre los estudiantes de una escuela media de París, recrean la vida en la escuela. La extraordinaria calidad del resultado hizo que Entre los muros se alzara con el premio mayor en el Festival de Cannes de 2008, barriendo con el glamour, la celebridad y las superproducciones. Entre los muros es no solo un film ineludible para los educadores sino un sugerente material para compartir y discutir con los alumnos.

WERNER JAEGER Paideia: los ideales de la cultura griega

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martes, 23 de marzo de 2010

RESUMEN-AYAX-SOFOCLES.

La Dialéctica Del Engaño y La Violencia En Ayax

Resumen

En esta tragedia el engaño y la violencia se entrelazan para poner en marcha la acción, para impulsar el desarrollo y hacer estallar los conflictos; y adquieren singular importancia en el diseño de los personajes.
El análisis del entramado de engaños y violencia ejercidos mediante la acción o la palabra por agentes humanos y divinos permite advertir la inestabilidad de los roles y los cambios en las relaciones interpersonales; de esta forma, abre la posibilidad de una relectura del Discurso engañoso de Ayax.



La acción heroica llevada al escenario trágico implica una toma de posición del héroe frente a una coyuntura en la que debe realizar una opción que lo compromete vitalmente, y lo lleva a enfrentar a otros personajes, humanos o divinos, que no comparten su concepción del mundo o al menos su postura ante la dificultad planteada.




Esas diferentes ideologías y actitudes generan en el escenario trágico un juego de fuerzas que según el caso resulta más o menos explícito, disimulado o encubierto. En la búsqueda de la resolución del conflicto, las distintas máscaras emplean estrategias que van adaptando a las necesidades de la situación dramática. De ahí que con frecuencia en el escenario se produzca el despliegue de actitudes, palabras, acciones, que apuntan a la persuasión, o que encierran engaño o que conllevan violencia.




Ayax de Sófocles es una obra particularmente rica en el entrecruzamiento de estrategias de persuasión, de engaño y de violencia, generadoras de un complejo diseño que intentaremos presentar en procura de una mejor comprensión de las relaciones interpersonales, y particularmente de la actitud que asume Ayax ante la perspectiva de una vida despojada de honor.

Como sucede en general en la tragedia, observamos en esta obra el predominio de la palabra sobre la acción; pese a ser una obra donde la pasión bordea el atropello, la concreción de la acción violenta en escena se reduce al tormento que aplica Ayax a los animales del rebaño y parcialmente a su suicidio. El resto es palabra; y cuando esa palabra injuria, amenaza, somete, maldice, se configura como violencia pero no deja de ser palabra. Tan palabra como la que, trabajada por un hablante con llana honestidad o con engañosos dobleces, se propone persuadir a su destinatario, o como la palabra narrativa, que introduce lo sucedido fuera de la escena.




Los antecedentes de la acción que se despliega en Ayax, y que son recuperados por distintas voces en la escena, nos remiten al concurso por las armas de Aquiles en el que nuestro héroe resultó perdidoso, y a la cólera vengativa de Atenea por la desmesura que este puso en sus palabras en dos ocasiones lejanas. En ambos casos Ayax resulta víctima de un engaño; de parte de los hombres, porque considera que el juicio por las armas no fue imparcial (448-9) sino que resultó amañado; y de parte de la diosa, porque le infundió dusphórous gnómas, falsas creencias, para desviar su intento de masacrar a los jefes griegos. Esto es que, en momentos distintos, Ayax es víctima del engaño humano y del divino. Lo que Sófocles pone en escena es la consideración de la reacción del héroe y las consecuencias que esto le acarrea a él mismo al final de su vida y después de su muerte, y al círculo de sus allegados.




En la versión homérica del juicio por las armas quienes evalúan los méritos de los guerreros aqueos son los jóvenes teucros y Palas Atenea (que posiblemente haya influido en el veredicto). Sófocles, en cambio, atribuye la resolución fraudulenta que impidió a Ayax la posesión de las armas aquíleas, a los Atridas y al mismo Odiseo; este hecho doloso se constituyó en un acto de violencia por cuanto al escamotearle el premio de las armas le arrebató la honra debida a sus méritos. La injusta decisión provocó la ira de Ayax y desencadenó la ejecución de su venganza, nuevo acto de violencia.

El engaño a que lo sometió la diosa hizo que esa venganza resultara fallida; Atenea oscureció el juicio de Ayax y éste descargó la violencia de su brazo sobre pacientes rebaños e indefensos pastores; de este modo la deshonra del héroe creció hasta tornarse insoportable. Esta es otra forma de privarlo de su honor, de despojarlo del reconocimiento de los demás. Como tal, esta trampa de origen divino se configura como un nuevo acto de violencia.




Es decir que este doble engaño que sufre Ayax y que podríamos llamar bipolar, opera como el motor que pone en marcha la acción dramática. En efecto, tiene como consecuencia una acción violenta que, pese a que se ejecuta, no cumple con la finalidad que se propuso su autor. Pero Ayax lleva a cabo esa acción violenta, a su vez, “solo, durante la noche y con engaños”; vemos, entonces, que la violencia y el engaño procedentes de los hombres conducen a Ayax a ejercer violencia con engaño en el mismo espacio de tiempo en que es engañado por la diosa. Creyendo, pues, recuperar su honor, Ayax empeora su reputación hasta un punto, para él, sin retorno. Esa situación lo conduce a ejercer violencia contra sí mismo, a descargar el ímpetu de su cólera quitándose la vida. Pero esta solución que Ayax encuentra como única salida posible no pone fin a la cadena de venganzas. Los Atridas extreman su odio hasta pretender descargarlo sobre el cadáver del enemigo muerto, y para ello prohiben la sepultura de Ayax. Esta desmedida actitud provoca el agón en que ambos por turno, ejerciendo violencia verbal debaten el caso con Teucro hasta que Odiseo pone fin pacífico a la querella.




Estos son los hechos más relevantes de la historia que Sófocles nos presenta sobre el tramo final de la vida de Ayax. Como vemos, el engaño y la violencia se entrelazan para poner en marcha la acción, para impulsar su desarrollo y hacer estallar los conflictos; y se constituyen, además, en dos instancias que adquieren singular importancia en el diseño de los personajes.

Resulta evidente, y la crítica lo ha señalado reiteradamente, que Sófocles sigue de cerca el modelo homérico cuando compone la figura de Ayax, si bien, como señala Reinhardt, el héroe trágico trasciende al de la épica. En Homero es reconocido por sus pares como el primero después de Aquiles, eximio guerrero que en innumerables ocasiones impide la derrota de los aqueos; el primero en defender a los compañeros heridos y en alejar al enemigo de los caídos en el combate. Es un verdadero campeón, atento siempre para acudir en auxilio de los que están en riesgo de ser superados por los adversarios. Es, en definitiva, un héroe solidario con sus camaradas. Si bien esta faceta del valor y el arrojo del héroe adquiere gran relieve en Homero, el diseño de este personaje no se agota allí. Ayax no es pura fuerza o coraje guerrero; su desempeño en el combate lo muestra como un hábil luchador, capaz de urdir rápidamente una táctica eficaz en medio del peligro y la violencia; comprende rápidamente dónde está el riesgo y cómo contrarrestarlo, y sabe llevar adelante una estrategia dando órdenes claras y atinadas a sus compañeros. Está dotado de una inteligencia práctica que le permite reaccionar rápidamente ante los cambios que se producen en la refriega; esa misma capacidad es la que lo mueve a indicar a sus compañeros de embajada el momento oportuno para abordar el tema que los ha conducido hasta las tiendas de Aquiles, y le dicta las palabras que actuarán en el corazón del Pelida para inducirlo a no volverse en las naves. El Ayax homérico, pues, no carece de habilidad en el uso de la palabra.





Sobre este molde, decíamos, construye Sófocles el héroe de su tragedia. Teucro, en el agón que mantiene con Agamenón, lo presenta con características semejantes a las homéricas. Podríamos decir que el rencor de Ayax hacia los jefes aqueos por el juicio de las armas también es fiel al Homero de la Odisea, que lo presenta en los infiernos enmudecido por el rencor; y Odiseo mismo le reconoce el indiscutido segundo puesto que ocupó en la Ilíada.





Sin embargo, Sófocles desarrolla el tema de la venganza del héroe con algunas variantes interesantes. Ayax ha decidido caer sobre los jefes aqueos, y si bien es desviado por Atenea que ensombrece su entendimiento, la decisión y el plan de vengarse son urdidos con plena conciencia. Si amañar el juicio sobre las armas implicó deslealtad hacia un aliado destacado precisamente por su solidaridad hacia todo el ejército, no menos cuestionable fue la actitud de Ayax: intentar matar a aquellos de quienes antes fue aliado y junto a quienes combatió contra un enemigo común.





Tanto la actitud de los jefes como la de Ayax implica un cambio radical en las relaciones recíprocas: de la alianza y la solidaridad al engaño, la venganza y la violencia. Ahondando en esta dirección, encontramos un detalle que adquiere singular importancia para nuestro estudio. Atenea, en el diálogo que mantiene con Odiseo en el prólogo, manifiesta a este que Ayax, en medio de la noche, se lanzó al ataque de los argivos dólios, con engaños (v47); esta información no procede del juicio parcial de un mortal, sino de la omnisciencia de la diosa; y este calificativo, dólios, aproxima a Ayax, que por tradición homérica es hombre de acción, al Ulises fecundo en ardides. Es decir que Ayax, al ejecutar la venganza, asume rasgos que definen a quien en ese momento es su más odiado oponente. La forma en que Ayax planea vengarse, abalanzándose en la noche y con engaños sobre los que ahora considera sus enemigos, nos evoca la Dolonía homérica, y sin duda el espectador ateniense haría la misma asociación. El Ayax de la Ilíada se ofrece para participar en la aventura nocturna junto a Diomedes, pero no es elegido por este sino que es desplazado por Odiseo, cuya compañía el Tidida prefiere; y juntos llevan a cabo con éxito la arriesgada misión nocturna. El contraste que se genera así entre la Dolonía y la escena trágica de la matanza del rebaño acentúa, por un lado, el fracaso de Ayax y el consiguiente deshonor. Y al tiempo que evoca la oposición homérica Ayax/Odiseo, provoca en la mente del espectador la asociación de ambos héroes por la matanza nocturna de enemigos, y nueva oposición por el resultado tan dispar de la empresa de uno y otro. Observemos también que en tanto Odiseo y Diomedes se lanzan sobre los adversarios de manera no premeditada (solo iban al campo troyano a espiar) y contra enemigos, Ayax sale de su tienda ya con el propósito de matar a quienes antes fueron sus aliados y camaradas de lucha. El objetivo y los resultados de esta su salida nocturna, que contrastan fuertemente con el episodio homérico, hacen que Ayax quede colocado bajo nuevas luces, en una situación inédita y de difícil resolución.





La matanza de animales realizada por Ayax tiene, además de la repercusión que podríamos llamar personal, en el ánimo y en la posición del héroe, otros efectos. El Coro trae los ecos del rumor que ha propagado Odiseo y junto con él los Atridas:

“tales maledicientes palabras ha inventado Odiseo y las dice en los oídos de todos y los persuade completamente. Anda murmurando de ti cosas que convencen fácilmente, y todo el que le escucha, más que el que lo ha contado, se complace en injuriarte en tus desgracias”.(148 y ss.)

“Y si los grandes inventan calumnias y las divulgan”…( 188-9)





Estas estrategias de Odiseo, que divulga rumores sobre los que no tiene aún certeza, resultan eficaces, por cuanto generan en el ejército una actitud de hostilidad hacia Ayax y los suyos, manifiesta en el clima de violencia que funciona como telón de fondo de la acción dramática; Ayax no lo ignora y es sensible a ello: “El ejército entero podría venir a matarme a mandobles” (v. 407). Y más adelante: “ Yo […] al que el ejército de los helenos odia” (v. 459). Esa actitud hostil es la misma violenta y apenas contenida animosidad que amenaza a Teucro, a Tecmesa, a Eurisaces, a los hombres de Salamina, particularmente tras la muerte de Ayax, su baluarte.





De modo que tenemos a nuestro héroe engañado por los jueces que adjudicaron las armas de Aquiles, engañado hasta la violencia por Atenea mientras él mismo comete actos violentos con engaños, y amenazado de violencia por el ejército. Esta es la circunstancia que escogió Sófocles para su Ayax. Qué opciones ideó para su personaje en esta coyuntura? Ayax las analiza en el primero de sus monólogos (vv. 430-480). Allí reconoce que se ha convertido en un ser odioso a los dioses, a los griegos, a los enemigos, a la naturaleza misma; imposible volver a su casa sin honra; impensable abalanzarse contra el enemigo para realizar solo alguna hazaña que le confiera morir con gloria, porque con ello satisfaría a los Atridas. La única salida que encuentra es morir con honor, y esa es su determinación (pant’ akékoas lógon (v.481). Las palabras del Corifeo, que brevemente intenta disuadirlo, no alcanzan repercusión en el héroe. Tecmessa argumenta in extenso apelando a la situación desvalida en que quedarían ella, su hijo y los padres de Ayax si éste lleva a cabo la decisión de morir. Esta apelación, de fuerte intención persuasiva, produce algún efecto en su destinatario. En el discurso que dirige a su hijo (v. 545 y ss.) Ayax se despide del niño y da órdenes que deberán cumplirse a su muerte, y que parecen tener en cuenta lo dicho por Tecmessa, ya que son disposiciones por las cuales intenta asegurar el bienestar de Eurisaces y el de sus propios padres una vez que él se haya quitado la vida.





Siguiendo la propuesta de Winnigton-Ingram, para interpretar debidamente el discurso que una parte de la crítica llama Trugrede o discurso engañoso nos remitiremos primero al monólogo que recita Ayax en la soledad previa a su muerte. Allí se observa la pervivencia de su cólera contra los Atridas, que hace extensiva a todo el ejército de los griegos. Contra todos ellos descarga la violencia de la maldición con que impreca a las Erinis, para que los hagan perecer de la peor manera, sin tener piedad de ninguno de ellos. Ante esta nueva manifestación de la cólera que, como señala el Coro (v. 639) ha ido nutriéndose y creciendo en Ayax desde el juicio por las armas, difícilmente pueda pensarse que las expresiones conciliadoras del discurso engañoso deban tomarse en sentido absolutamente literal.





Si bien el adjetivo dólios, engañoso, con el que Atenea lo califica en el prólogo, abre la posibilidad de considerar que Ayax produce a sabiendas un discurso que resulta ambiguo y especialmente destinado a ser interpretado de diferente manera según el receptor, no clausura la cuestión. De todos modos no nos parece pertinente definir taxativamente si este parlamento es efectiva y totalmente mendaz, o si se trata de un discurso bienintencionado en el que mantiene y expresa su decisión de darse muerte, y cuya interpretación en sentido inverso corre por cuenta exclusiva del destinatario.Entendemos que lo que sí resulta claro es que Ayax es, en primer término, víctima de la violencia y del engaño procedentes del ámbito divino y del humano. Esa violencia conjugada con el engaño, en el plano humano procede de un cambio: los jueces que amañaron su voto quebraron la relación leal que exige una alianza solidaria en el combate, y se enfrentaron con Ayax. Y a su vez genera cambios: Ayax deja de considerarse aliado de los aqueos y ve en ellos a sus peores enemigos; este cambio de posición relativa genera nueva violencia unida al engaño, esta vez desde Ayax hacia el resto. La intervención de Atenea, que como señalamos ya, nubla la mente y desvía la mano de Ayax, es un nuevo engaño sentido como violencia que priva al héroe de su timé. Si la privación de esa timé, que es percibida como irreversible, es uno de los motivos y no el menor del suicidio de Ayax, no es el único. La cadena de engaños y violencias que hemos observado genera cambios abruptos que hacen que un héroe de las características de Ayax quede desinstalado, removido de sus certezas en relación con los dioses y con los hombres. Un dios que engaña, un aliado que hace trampa y se convierte en enemigo, un ejército de camaradas que lo amenaza son motivo suficiente de conmoción, de perturbación interior. Si a esto se suma el asombro –o el espanto- de descubrirse a sí mismo cambiado, ubicado en un lugar en el que nunca pensó estar, colocado en una situación en la que es imposible definir claramente los roles y las relaciones interpersonales, se comprenderá que Ayax, agotada su capacidad de adaptación, no encuentre ya su lugar en el mundo.





Esta dolorosa toma de conciencia lo torna inconmovible en su decisión de darse muerte; la violencia sufrida por obra de otros tiene como efecto nueva violencia, esta vez contra sí mismo. Creemos que no hay vacilaciones ni variaciones en este su propósito. No debemos perder de vista que no estamos ante un tratado de moral práctica, sino ante un espectáculo teatral que, desde el terreno de la ficción, y valiéndose de la polisemia y del poder de sugestión de la palabra artísticamente forjada, propone a la audiencia un Ayax, figura dramática por la que Sófocles problematiza algunas constantes de la condición humana: la permanencia y el cambio, el engaño y la verdad, la violencia y la persuasión. Ayax, acorralado por el engaño y la violencia, al tomar la decisión de darse muerte, opta por la alternativa de la violencia, violencia que, para ser ejecutada, requiere que el arte de Sófocles la vista con la apariencia del engaño.





En esta tragedia el héroe reúne y condensa la violencia sufrida en sí mismo y ejercida por él sobre otros y sobre sí; la persuasión y el engaño, que se entrelazan inseparablemente en su discurso en virtud de la ambigüedad de la palabra poética; la resistencia al cambio y la indeseada y dolorosa experiencia de la propia mudanza y de la inversión de roles.

Cuando se inicia la acción dramática ya se han producido los hechos que condujeron a relaciones alteradas y roles cambiados: los Atridas y Odiseo en el bando de los enemigos de Ayax, este vengándose, según cree, con saña, y el ejército mal dispuesto hacia él. Como señalábamos antes, lo que Sófocles nos ofrece en espectáculo no es tanto la acción en sí, sino la palabra que se teje en torno a la acción, sea para narrar lo que acontece fuera del tiempo y de la vista del espectador, sea para anunciarlo, comentarlo o evaluarlo de diversas maneras. En este marco se inscribe, particularmente, la segunda parte de la obra, en la que se pone en escena la disputa por el cadáver de Ayax. De modo semejante a una diadikasía, procedimiento judicial al que apelaban quienes consideraban tener más derechos que otros sobre algún bien, debaten los Atridas con Teucro acerca de la potestad sobre el cuerpo del héroe. Y así asistimos a la puesta en escena de un uso de la palabra que se constituye en violencia. En la disputa, escasos son los argumentos que esgrimen una y otra parte; en cambio prevalece, de parte de los Atridas, la palabra injuriosa contra Ayax y contra Teucro, quitándole méritos al primero para ser enterrado, señalando que el segundo, por su bajo linaje, no es digno de entablar querella; más que razones, bravatas y amenazas estallan entre uno y otro, en una escena en la que la violencia verbal asume un rol preponderante.





Observamos, entonces, que las relaciones de amistad y enemistad que están ya establecidas al comienzo de la acción, se mantienen a lo largo de la obra, excepto en lo que hace a Odiseo. Él es el único capaz de amoldarse rápidamente a la nueva situación que se genera con el suicidio de Ayax, y gracias a esa capacidad logra, en el último agón, que Agamenón levante la prohibición del sepelio de Ayax.





De este modo, la violencia que se despliega desde el inicio y a lo largo de toda la obra, alcanza su apaciguamiento solamente en el final. Porque Odiseo fue capaz de un doble cambio: de aliado a enemigo de Ayax, y tras la muerte de éste, nuevamente su aliado para permitir su sepultura. Esta capacidad de rápida adaptación a circunstancias nuevas contrasta con la actitud de Ayax, y le permite sobrevivir sin sentir menoscabada su honra en un mundo del que éste prefirió irse definitivamente.

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