LA ENEIDA
1.- RESUMEN DE LA OBRA.-
Publio Virgilio Marón (70 - 19 a.C.) nació en Andes, una aldea próxima a la ciudad de Mantua, en la Galia Cisalpina, de una familia acomodada. A los doce años fue enviado a Crémona para estudiar bajo la dirección de un gramático; de allí pasó a Milán, y, finalmente a Roma (54-53 a.C.), donde estudió con el retórico Elpidio, con intención, probablemente, de ejercer la oratoria e iniciar la carrera política; pero pronto abandonó ese camino, quizá debido a las circunstancias políticas.
Cuando llegó a Roma, triunfaba el espíritu del helenismo, y una de sus manifestaciones romanizadas era la poesía cultivada por los jóvenes poetas agrupados en torno a Catulo, los poetae novi o neotericoi. Virgilio entró en contacto con estos poetas, al tiempo que frecuentaba los medios epicúreos romanos. Las matemáticas y la medicina le interesaron junto con la filosofía. Seducido por los ideales ascéticos del epicureísmo, marchó a Nápoles para recibir enseñanzas de Sirón y para evadirse de las turbulencias políticas de Roma.
Hacia el año 43 a.C. regresó a Roma y se introdujo en el círculo de Asinio Polión. La protección de Polión le valdría para que le fueran restituidas sus tierras en la Galia Cisalpina, confiscadas por los triunviros para las distribuciones que estaban haciendo entre los veteranos de la guerra civil. Virgilio, agradecido, dedicaría a Polión sus Bucólicas.
En Roma también conoció a Mecenas, que le sugirió la idea de componer las Geórgicas, y lo puso en contacto con Augusto. A partir de entonces colaboró decididamente en los proyectos del emperador, que propugnaban la restauración moral y cultural de Roma.
Como fruto de esta colaboración nacería la Eneida. La obra debía ser una justificación mítica de la familia Julia, y, a la vez, tenía que alentar el patriotismo y la religiosidad tradicional del pueblo romano. Virgilio comenzó a trabajar en ella hacia el 29 a.C., en su retiro de Nápoles. En el 19 a.C. aún no había completado su obra; regresaba de un viaje por Grecia, realizado con el fin de visitar los lugares de la Eneida, cuando enfermó de muerte en Brindisi, siendo enterrado cerca de Nápoles. Antes de morir, consciente de que su obra quedaba incompleta, y como tal, imperfecta, Virgilio pidió a sus amigos que la destruyeran; pero el propio Augusto intervino para que su voluntad no se cumpliera.
De los años en que mantuvo contacto con los poetae novi, proceden los poemas recopilados en el Appendix Vergeliana (no todos atribuibles a Virgilio), compuestos en metros variados al modo de Catulo, y particularmente los epigramas escritos en dísticos elegíacos que componen el Catalepton. Virgilio se apartaría pronto de este tipo de poesía, de estilo alejandrino, por considerarla excesivamente artificiosa, pero le sirvió para iniciarse en la labor poética.
La poesía bucólica, que trataba temas pastoriles o campestres, seguía el modelo de los idilios del poeta siracusano Teócrito (s. III a.C.), el representante más destacado de la poesía alejandrina. Bucólicas o Églogas es el título de la colección de diez poemas compuesta por Virgilio entre el 42 y el 39 a.C. Se trata de poesía hexamétrica.
Virgilio exalta en sus Bucólicas la sencillez de la vida campestre, que contrasta con la agitada vida de la ciudad. Los personajes que aparecen en ellas, a pesar de sus nombres griegos son campesinos itálicos. Hay paisajes idílicos, referencias mitológicas, competiciones poéticas entre los pastores y temas del gusto alejandrino, que se unen al ideal epicúreo de llevar una vida rústica y apartada, anhelo oculto de Virgilio en los tiempos que le tocó vivir.
Siete de estas composiciones pertenecen totalmente al género bucólico, pero en las tres restantes trasciende la experiencia personal del poeta. Las églogas I y X reflejan la cruda realidad de las expropiaciones de tierras, que afectaron a Virgilio; la égloga IV, de reminiscencias proféticas, tiene como motivo inspirador el acuerdo de paz entre Antonio y Octavio firmado en Brindisi en el 40 a.C., lo que para Virgilio supone el preludio de una segunda Edad de Oro.
Bajo el influjo de los ambientes intelectuales y de las condiciones políticas y económicas, Virgilio cambia un género ficticio como el de las Bucólicas por otro de carácter práctico: la poesía didáctica.
Se dice que fue Mecenas, quien encargó a Virgilio una obra que constituyese un incentivo para fomentar la agricultura, que había decaído en Italia como consecuencia de las guerras civiles. Así nacieron los cuatro libros que componen las Geórgicas (palabra de origen griego que significa 'cultivo de la tierra'), escritos en hexámetros. En las Geórgicas, desde luego, aparecen invocaciones a Mecenas.
El género épico había llegado a Roma en el siglo III a.C., traído por un prisionero de guerra griego, Livio Andronico, que hizo una versión latina de la Odisea de Homero en verso saturnio. Siendo Homero el modelo, el estilo grandilocuente y solemne de las obras se mantuvo, pero se produjo un cambio importante: la epopeya se convirtió en obra de autores individuales, que, como Virgilio, tienen una intención determinada previamente y manejan los recursos de un arte sometido ya a reglas fijas.
Un factor decisivo para que el género arraigara en Roma fue el deseo de los romanos de dar forma literaria al remoto pasado de su ciudad y a los recientes éxitos militares que la habían convertido en dominadora de pueblos. Tras una época en que Roma había sido desgarrada por las constantes guerras civiles, instaurada ya la paz de Augusto, Virgilio se había asociado con absoluta convicción al movimiento promovido por el emperador en pro de una restauración moral y cívica en Roma.
La Eneida es la obra que justificaba ideológicamente esa restauración porque sitúa a la familia imperial en una línea de continuidad que partía del héroe troyano Eneas, protagonista de la Eneida. Mecenas deseaba que el poema épico hubiese tomado como protagonista al propio emperador. Pero a Virgilio no le agradó ese burdo plan; antes bien, decidió que en su obra los destinos de Roma y de Augusto se fusionasen a través de la exaltación de los orígenes de la ciudad: la Eneida sería, pues, la epopeya de los ideales romanos.
El personaje de Eneas aparecía en la Ilíada, si bien ocupaba un lugar secundario; era el más valiente de los troyanos, después de Héctor, pero su origen divino se pone ya de relieve (es hijo del mortal Anquises y de la diosa Venus).
La Eneida tiene una estructura dual; de sus doce libros, los seis primeros libros forman una especie de Odisea, pues narran las peripecias de Eneas, errante como Ulises, desde su huida de Troya hasta su arribada a Italia, mientras que los seis restantes son una especie de Ilíada ya que relatan las guerras de Eneas en suelo itálico para conseguir establecer allí la raza troyana.
Con la estructura dual se entrecruza otra estructura tripartita: Los libros I-IV narran la estancia de Eneas en Cartago; los libros V-VIII, relatan el viaje al Lacio y los preparativos para la guerra; en los libros IX-XI se narra el desenlace.
El argumento de los distintos libros de la Eneida es el siguiente:
Libro I. Eneas y los suyos son arrojados a las costas de Cartago por una tempestad; allí la reina Dido les concede hospitalidad.
Libro II. Eneas le cuenta a Dido sus peripecias; la destrucción de Troya y la huida.
Libro III. Eneas continúa, relatando su viaje errático por el Mediterráneo oriental.
Libro IV. Dido, enamorada, trata de retener a Eneas; Juno y Venus se alían para que esto suceda así. Finalmente, Eneas recuerda su destino y abandona a Dido, que, en su desesperación se suicida.
Libro V. Eneas desembarca en Sicilia y allí celebra unos juegos fúnebres en honor de su padre, Anquises. Las mujeres troyanas prenden fuego en las naves. La lluvia implorada por Eneas apaga el fuego. El fantasma de Anquises recomienda que deje en Sicilia a quienes lo deseen y que luego prosiga su viaje.
Libro VI. Eneas desembarca en Cumas. Acompañado por la Sibila desciende a los Infiernos. Allí encuentra diversos espectros.
Libro VII. Eneas desembarca en el Lacio, donde lo recibe amistosamente el rey Latino, que le ofrece la mano de su hija Lavinia. Se desencadena la guerra entre los troyanos y los latinos, capitaneados por Turno, antiguo prometido de Lavinia.
Libro VIII. Eneas concierta una alianza con Evandro, rey de la región donde un día se alzará Roma, y con los etruscos.
Libro IX. Mientras Eneas esta ausente, Turno ataca a los troyanos. Niso y Euríalo tratan de atravesar de noche las líneas enemigas para alertar a Eneas, pero fracasan.
Libro X. Se celebra una asamblea de los dioses. Júpiter prohíbe la intervención de las diosas Juno y Venus. Los acontecimientos deben seguir su propio curso. Eneas regresa a la batalla. Turno mata a Palas, hijo de Evandro y amigo de Eneas, pero éste no puede tomar venganza por el momento.
Libro XI. Eneas propone que el resultado de la guerra se decida en un combate singular entre él y Turno.
Libro XII. Los rútulos rompen la tregua declarada para el duelo. Finalmente Turno y Eneas se baten. Cae Turno y pide clemencia a Eneas, pero éste, al ver que su rival lleva un tahalí arrebatado a Palas, le da el golpe mortal. Aquí acaba la Eneida.
2.- LIBRO IV.-
El Libro IV describe la estancia de Eneas en Cartago, su enamoramiento de Dido y la tentación, difícilmente vencida, de olvidarse de su misión. En buena parte este libro se desentiende de la figura de Eneas y de la acción principal -fundar una ciudad en el Lacio- para centrarse en Dido, personaje secundario desde el punto de vista de la leyenda, pero fundamental si el contenido último del poema es la historia de Roma.
Antes de comentar el Libro IV haremos un breve recuerdo de lo sucedido en los tres primeros libros, para su mejor entendimiento:
1.- El arribo a Cartago: Eneas navega en un mar calmo, viene de Sicilia y se dirige a Italia. La diosa Juno ve esta flota desde lo alto del Olimpo y su corazón se inflama de cólera porque, enemiga de los troyanos desde que Paris rehusó otorgarle el premio de la belleza para dárselo a Venus, los persigue con odio. Logra que el viejo Eolo libere los vientos y, con su potencia, suscite una tempestad. Esta es la tormenta que lanzará a Eneas y sus compañeros a las costas de África. En la ciudad de Cartago reina la fenicia Dido, quien los recibe con buenas palabras. Las luchas que Troya sostuvo contra los griegos son conocidas por todos y esto les asegura la simpatía de la soberana. Eneas aparece ante la reina cubierto por una belleza que su madre Venus ha desparramado sobre él. En las desdichas de Eneas Dido percibe un lazo con ella, que también ha padecido mucho. Y al mismo tiempo que experimenta piedad, manifiesta la admiración que ha sentido por el intrépido pueblo de Troya.
2.- Épica y tragedia: El trágico desarrollo de los amores de Dido y Eneas proyecta sobre la épica la atmósfera de una tragedia de Eurípides, lo que testimonia la facilidad de Virgilio, al fin y al cabo helenístico en su estética, para conciliar en una obra géneros literarios muy dispares. Porque al contar la historia de los amores desde el punto de vista de la reina, incorporó a su épica una auténtica tragedia. Además, el episodio de Dido sirve como cristalización poética de una serie de pensamientos morales que acompañaron siempre los contactos de Roma y Oriente. Dido, la reina oriental, la fenicia, representa el lujo y la molicie y se hace arquetipo del ¨peligro al que el genio romano ha estado expuesto continuamente a medida que los progresos de la conquista lo ponían en contacto con civilizaciones más brillantes¨.
Venus sabe que Cartago es la ciudad de Juno y teme por Eneas. Entonces, para proteger a su hijo, recurre a las armas que le son familiares: hace que Dido se enamore de Eneas, para eso sustituye a Ascanio por Amor, que toma la forma del hijo de Eneas y que vierte en el alma de la reina el veneno de la pasión. Ella ruega a Eneas que le cuente los acontecimientos ocurridos durante los siete años en los que ha recorrido los mares desde que salió de Troya. Como Ulises en la Odisea, Eneas cuenta a sus anfitriones en el curso de un banquete lo que constituye la materia de los Libros II y III. El Libro segundo trata de la caída de Troya, de los combates y prodigios que le acompañan, y concluye con la partida de Eneas llevando a su padre Anquises y al pequeño Ascanio. El tercero es aquel de las navegaciones, desde Troya hasta Sicilia, y concluye con la alusión, en un solo verso, a la tempestad que ha arrojado a la flota troyana en las costas de África: ¨Un dios me empujó a vuestras playas¨, sin aclarar que fue Juno, la misma protectora de Cartago.
3.- La cierva herida: Y he aquí que la larga narración se termina. ¨Mas la reina, hace tiempo el alma herida / del mal de amor, con sangre de sus venas / nutre su llaga, y en oculto fuego /consumiéndose va¨. Fiel a la memoria de su marido Siqueo no había ni siquiera soñado en casarse de nuevo. Pero el troyano no le desagrada. ¨Sueña con pueblos que rodean a su ciudad; será menester sostener guerras que se anuncian inevitables. Es un dios el que ha enviado a los troyanos y a Eneas para brindarle seguridad y, más tarde, la gloria de Cartago. Es preciso retenerlo¨. Dido ha sido herida vitalmente: ¨Mas la noche prolonga Dido con preguntas múltiples, bebiendo largo amor la sin ventura¨. A partir de entonces la reina está perdida en los vericuetos de la pasión amorosa que la consume sin descanso: de noche no puede dormir (...¨no consigue con tan honda inquietud la paz del sueño¨), y de día vaga por la ciudad sin rumbo:
¨... por toda la ciudad errante vaga:
cual corza traspasada de improviso
por el pastor que en los dicteos bosques
de lejos la acertó, y ella en la fuga
llevando va, sin que él lo sepa, hincado
el hierro volador; por la umbrías
y las cañadas sin descanso corre,
fija en el blanco la mortal saeta...¨
El episodio de Dido y Eneas abarca cinco motivos: el peligro corrido por el héroe, el amor milagroso contra el cual ninguna fuerza humana tiene poder, la ayuda acordada por la amante al héroe, la falta cometida por la heroína, la ingratitud del héroe. El tema tiene rasgos precisos y adecuados: el héroe debe cumplir una tarea difícil y peligrosa. Encuentra en el lugar de su prueba a una mujer a la cual algún dios protector inspira una irresistible pasión hacia él. Esta mujer pone a su servicio todos los dones, todas las fuerzas de las que ella dispone; lo protege; le asegura el éxito y en recompensa reclama su amor; le suplica que la lleve consigo y haga de ella su esposa. Ella abandona para seguirlo su patria, su familia, y sus padres y, si es necesario, no retrocede ante el crimen. Pero el corazón del héroe no abriga amor ni reconocimiento; lleva consigo, sin embargo, a su benefactora, pero aprovecha la primera ocasión para abandonarla.
4.- La gran tentación: El Libro IV, que recuerda los amores de Medea y de Jasón en las Argonáuticas de Apolonio, sitúa a Eneas frente a la terrible tentación, urdida por las mismas divinidades, puesto que Juno ha concebido el proyecto de retenerlo en Cartago y de capturar en favor de su propia ciudad eso que el Destino prometía a la nueva Troya. De este modo, en el curso de una caza, Eneas y Dido, sorprendidos por una tormenta de granizo, se refugian juntos, y sin escolta, en una gruta. Allí Juno, divinidad de los matrimonios, hace que ellos se unan, bodas presididas por las grandes fuerzas de la naturaleza: Tellus, la Tierra, reserva de vida, a quien se hacen sacrificios después de matrimonio en Roma; Juno, que juega el rol de la pronuba, la mujer que conduce hacia el esposo a la que va a casarse; las ninfas del bosque y de la montaña acompañan con sus aullidos esta unión, imitando tal vez los gritos de alegría del cortejo. Fue aquel día el primer origen de la muerte de Dido y el principio de sus desventuras, pues desde entonces nada le importa de su decoro ni de su fama; ya no oculta su amor, dándole el nombre de conyugal enlace, disfrazando su culpa con este pretexto. Vuela al punto la Fama por las grandes ciudades de la Libia; la Fama, la más veloz de todas las plagas, que vive con la movilidad y corriendo se fortalece; pequeña y medrosa al principio, pronto se remonta a los aires y con los pies en el suelo, esconde su cabeza entre las nubes. Irritada por la ira de los dioses, su madre la Tierra, la concibió, última hermana de Ceo y Encélado, rápida por sus pies y sus infatigables alas; monstruo horrendo, enorme, cubierto el cuerpo de plumas, y que debajo de ellas tiene otros tantos ojos, siempre. De noche tiende su estridente vuelo por la sombra entre el cielo y la tierra, sin que cierre nunca sus ojos el dulce sueño; de día se instala cual centinela en la cima de un tejado o en una alta torre, y llena de espanto las grandes ciudades, mensajera tan tenaz de lo falso y de lo malo, como de lo verdadero. Tanto es así que debido a sus reclamos a Júpiter, éste manda a Mercurio a buscar a Eneas para recordarle cual era su cometido, con estas palabras: "¡Que ahí estás echando los cimientos de la soberbia Cartago, y sometiendo a una mujer, le edificas una hermosa ciudad, olvidando ¡ay! tu reino y tus intereses! El mismo rey de los dioses, que rige con su voluntad suprema el cielo y la tierra, me envía a ti desde el claro Olimpo; él mismo me ordena cruzar los raudos vientos para traerte estos mandatos. ¿ En qué piensas? ¿Con que esperanzas pierdes el tiempo en las tierras de la Libia? Si nada te mueve la ambición de tan altos destinos, ni nada quieres acometer por tu propia gloria, piensa en Ascanio, que ya va creciendo; piensa en las esperanzas de tu heredero Iulo, a quien reservan los dioses el reino de Italia y la romana tierra". Dicho esto, Mercurio se despojó de la mortal apariencia, sin aguardar la respuesta de Eneas, y se desvaneció ante su vista a lo lejos.
Eneas rápidamente idea un plan en el que manda a sus hombres a que lo esperen en la playa mientras encuentra el momento adecuado para poder comunicarle su partida a Dido, pero la Reina presintió la trama y supo la primera los movimientos que se preparaban, recelándose de todo en medio de su seguridad. La misma impía Fama fue quien llevó a la enamorada Dido la nueva de que se estaba armando la escuadra y disponiéndose la partida; con lo que enfurecida, inflamada y fuera de sí, recorrió toda la ciudad en busca de Eneas, al que pide explicaciones sumida en una enorme decepción, enfurecimiento y tristeza. Subyugado por el mandato de Júpiter, fijos los ojos, Eneas pugna por encerrar su dolor en el corazón; por fin le responde en breves palabras: "Jamás negaré ¡oh Reina! los grandes favores que me recuerdas; nunca me pesará acordarme de Elisa mientras conserve memoria de mí mismo, mientras anime mi cuerpo el soplo de la vida. Poco diré para justificarme: nunca me propuse, créelo, huir secretamente, pero tampoco pensé nunca encender aquí las teas de himeneo ni te di palabra de esposo. Si los hados me permitiesen disponer de mi vida y mis obligaciones a mi entero arbitrio, mi primer cuidado hubiera sido restaurar la ciudad de Troya y las dulces reliquias de los míos: aun subsistirían los altos alcázares de Príamo, y mi mano hubiera levantado para los vencidos un nuevo Pérgamo; pero ahora Apolo de Grineo me manda ir a la grande Italia, a Italia me envían los oráculos de la Licia: ¡allí está mi amor, allí mi patria!”. Entonces la desgraciada Dido, consternada en vista de su cruel destino, implora la muerte. Entonces la omnipotente Juno, compadecida de aquel largo padecer y de aquella difícil agonía, manda desde el Olimpo a Iris para que desprenda de los miembros aquella alma, afanada por romper su prisión; porque muriendo la desventurada Dido, no por natural ley del destino ni en pena de un delito, sino prematuramente y arrebatada de súbito furor, aun no había Proserpina cortado de su frente el rubio cabello ni consagrado su cabeza al Orco estigio. Iris, pues, desplegando en los cielos sus alas, húmedas de rocío, que tiñe el opuesto sol de mil varios colores, se para sobre la cabeza de la Reina: "Cumpliendo con el mandato que he recibido, llevo este sacrificio a Dite y te desligo de este cuerpo." Dice así y corta el cabello con la diestra; que se disipa al punto el calor, y la vida se desvanece en los aires. El Libro IV es uno de los más llamativos y dramáticos de la obra que proyecta sobre la épica la atmósfera de una tragedia de Eurípides. Los amores de Dido y Eneas no son únicamente la narración de una pasión desdichada sino también la cristalización poética de una serie de pensamientos morales que acompañaron siempre los contactos de Roma y Oriente. Se plantea el peligro que corre el genio romano a medida que los progresos de su conquista lo relacionaban con civilizaciones orientales.
En el desarrollo del Libro IV Virgilio pergeña - haciendo gala de profunda originalidad - la figura de La Fama, una criatura horrible, con características bien definidas: De origen divino, es veloz, posee fuerza dinámica, con aspecto monstruoso. El mensaje de La Fama produce un impacto devastador en la sociedad y en las personas. Funciona como un elemento de control social que, en el caso concreto de Eneas logra movilizarlo en pos del cumplimiento de su misión heroica y fundante. En las otras ocasiones en que aparece mencionada en la Eneida, la Fama conserva sus atributos esenciales: conocimiento inmediato de la realidad, velocidad para transmitir su mensaje, efectos instantáneos y contundentes en los receptores.
2.- ENEAS.-
Cuando Virgilio comienza a escribir la Eneida, Roma terminaba de atravesar un largo período de guerras civiles y Augusto era el vencedor. Éste se hallaba abocado a una política de exaltación de la paz y del trabajo. Era necesario entonces una obra que coadyuvara y eternizara los sucesos. Para el ministro Mecenas, el poeta de Mantua, era la persona indicada para hacerla. El sentido y el tema acerca de lo que debía escribirse era evidente: un poema épico de tema contemporáneo, con un héroe, el vencedor en Accio. Este encargo coincidía con un anhelo personal de Virgilio, quien durante años pensó en la composición de una epopeya. Para lograrlo, debía poner en juego sus aptitudes y demostrar su grandeza: si tomaba la figura del joven príncipe, su afán de propaganda sería demasiado evidente (si bien existía una tradición bastante arraigada de elogiar o difamar políticos, mediante panfletos escritos por literatos al servicio de los patricios). Ante todo él era un poeta y por dicha razón era necesario elegir a otro personaje.
¿Por qué entonces elige a Eneas como héroe de su poema épico? ¿Por qué elige esa leyenda para componer su epopeya?
Hacia las últimas décadas del siglo I a.C. la definición de epopeya no era uniforme todavía, pero era entendida como una narración de las hazañas, llevadas a cabo por un héroe, quien era conocido por la memoria colectiva de un pueblo, en conexión con lo divino de donde proceden. Así pues, este requisito le imponía al poeta cierto rumbo en su elección.
Efectivamente, desde el siglo VI a.C. ya se conocía la leyenda de Eneas en suelo itálico. Por una parte, diversos hallazgos arqueológicos contemporáneos, atestiguan su presencia en el Lacio. Junto con Ulises y Diomedes, pertenece a tradiciones múltiples que vinculan los tiempos más antiguos de la península a los héroes del ciclo troyano. Por otra parte, hay también testimonios literarios que se refieren a Eneas y a los que se supone que Virgilio habría tenido acceso.
A la luz de los datos anteriores, es evidente que la leyenda de Eneas era bien conocida en tiempos de Virgilio. Muchos autores sostienen que para el siglo II a.C. ya están fijadas las principales líneas de esa tradición, o sea, la llegada de Eneas al Lacio junto con su padre, la fundación de una ciudad, el matrimonio con Lavinia y el enfrentamiento entre Turno y Eneas. Pero son los datos que corresponden a los seis últimos libros, los más conocidos. En cambio, en los primeros seis, Virgilio desarrolla otros aspectos que no eran tan conocidos, vinculados a los acontecimientos posteriores a la caída de Troya. La tradición homérica, sin embargo, reunía pocas informaciones sobre este personaje y esta situación precisamente también era beneficiosa para el poeta, puesto que le permitía ciertas libertades. Hasta acá se puede concluir parcialmente que Eneas era conocido por toda la comunidad romana fehacientemente, por las alusiones de las distintas fuentes literarias e históricas. Pero también hay que mencionar otros aspectos que pudieron haber convencido a Virgilio de utilizar a Eneas como el protagonista de la Eneida. Éstos están referidos a ciertos antecedentes particulares del príncipe troyano. Cuenta la leyenda que era hijo de Anquises y de Venus. Es citado en la Ilíada como un troyano muy valiente al que los dioses lo han destinado a sobrevivir a la derrota, por su fortaleza moral (pietas) y estaba marcado por un destino glorioso. A lo largo de toda la obra se repite el calificativo de “...piadoso Eneas...”. Esa entereza y su observancia religiosa constituyen, a criterio de Eliade, uno de los puntales de la religión romana. Así es como encarna el estereotipo del ideal romano. A esto hay que sumarle que en el mundo mediterráneo Eneas era considerado un héroe benefactor, puesto que había impedido la destrucción total de Troya, estableciendo una parte de la población en tierras vecinas, donde prosperaron y había fundado muchas ciudades y en cada una de ellas también, un templo a Venus. Siempre fue muy respetuoso de los Dioses: desde antes de Virgilio era el héroe piadoso y se decía que los dioses lo protegían en razón de esa virtud.
Además, como ya se mencionó era hijo de la diosa Venus, pero también hay que resaltar que su padre Anquises desciende del mismísimo Júpiter: es así que su origen divino proviene de ambos padres. No puede Virgilio preconizar la divinización imperial de Augusto si sus antecesores no son de tal procedencia; lo son Eneas y Rómulo, pero es Anquises a quien le da un destino superior para que sirva de enlace.
A su vez, la genealogía de Eneas era satisfactoria para el pueblo romano, puesto que no pertenecían al tronco troyano que pasaba por Laomedonte y Príamo, sino por Asáraco y Anquises. En la tradición griega, Eneas tiene un hijo, Ascanio con quien había salido de Troya. César fue el primero en llamarlo Iulo. Según parece ese nombre está en conexión con el antiguo rey troyano Ilo, fundador de Ilión. Una antigua familia romana tenía el apellido Iulius: dicen proceder de aquel rey. Por aquellos entonces, no era raro que una gens romana pretendiera descender de un ancestro troyano o griego. Durante las guerras civiles, parecía que el mundo romano tendía a dividirse en dos partes: la occidental y la oriental. Diversas batallas, libradas en los límites geográficos de dichas partes, habían restablecida la unidad, pero no había certezas acerca de su duración, puesto que las marcadas diferencias culturales que contribuían con su inestabilidad. Por tal razón, Roma tenía que probar que había lazos comunes con el mundo helénico. Es por esto que Virgilio, remarca la filiación troyana como herramienta para lograr este propósito. Algunos de los aspectos analizados anteriormente, también se manifiestan a lo largo del Libro VI. Por una parte, su carácter de hombre piadoso es reiterado prácticamente en cada una de sus menciones, al punto de transformarse en su epíteto. Igualmente, el recuerdo de su ascendencia, es repetido constantemente. Por otra parte, Eneas, en tanto héroe conocido, debe cumplir con su “camino”. Una de las etapas que debía atravesar como tal, era el descenso al Hades, para obtener una revelación. Precisamente este pasaje es creado con el objetivo de que el piadoso troyano se entere acerca del destino de las almas y acerca del destino glorioso de Roma. Ésta es la ocasión que aprovecha Virgilio para cumplir con uno de sus propósitos: en el marco del encuentro con su padre Anquises en los prados de los Campos Elíseos, al cual llegó en compañía de la Sibila, tras atravesar las diferentes regiones del Infierno, Eneas se enterará del futuro de sus descendientes. A su vez, en dicha morada se encuentran sólo los que conforman el linaje prístino de Teucro: Ilo, Asáraco y Dárdano. El desfile de héroes que pasa ante sus ojos, mostrará a César Augusto, y en unos pocos versos, se resaltará origen divino de este último y también su labor como conquistador que acrecentó el imperio hasta los confines del mundo conocido.
Es así como el poeta de Mantua, tras el descenso del héroe a los infiernos y la transformación del padre en hierofante, elige el momento más sublime para situar la revelación que explica la historia de Roma.
A través de la discusión de resultados llego a la conclusión de que Virgilio elige la leyenda de Eneas, teniendo en cuenta su objetivo específico: narrar el destino de Roma y mostrar el origen divino de Augusto. La figura de Eneas, el héroe troyano, si bien originariamente pertenece al mundo griego, queda “fijada” a lo largo de la historia gracias al trabajo de Virgilio. La narración de sus viajes es la versión canónica que se mantiene viva desde hace varios siglos, por lo que puede señalarse como propia de la tradición romana o si se quiere dentro de ese contexto adquiere una importancia capital. Esta tradición se extendió y se fue ramificando a tal punto que muchas familias ilustres, referían su origen a los compañeros que la leyenda atribuía a Eneas. Desde el punto de vista estilístico la elección de la poesía épica se imponía. No había mejor forma para expresar la grandeza de Roma y del emperador Augusto. El poeta Virgilio ha sabido aprovechar las potencialidades de la épica y su capacidad de enaltecer la acción humana y el sufrimiento. De ella se ha valido para cumplir su objetivo literario utilizando elementos mitológicos y leyendas procedentes de la tradición arcaica romana. Precisamente este recurso, de alejamiento temporal le facilita la expresión indirecta y simbólica de las guerras del presente y de su vencedor. La gloria de Roma no se expresa de manera evidente con una sucesión de luchas victoriosas contra sus adversarios, sino mediante la adopción de otra materia que permitiera al poeta expresarse subrepticiamente. En muchos casos trasforma las antiguas creencias o las amplifica, sirviéndose de ellas para expresar la gran idea nacional de su época. El gran mérito del poeta radica en que no habla de Augusto en primera instancia. En segundo lugar, no comienza la historia de Roma por Rómulo, sino por Eneas. Realiza así una inversión, pasando la leyenda a primer plano y colocando la historia de Roma y su sentido en el trasfondo. Con esto logra un material legendario alejado en el tiempo y en el espacio, capaz de provocar un hondo sentimiento entre sus lectores.
La historia de Roma narrada por el hombre de Mantua, fue muy cara a los romanos. Es una mezcla de mitos y leyendas, los cuales son utilizados para que, con la colaboración de todos sus elementos, desemboquen como fundamento de los honores rendidos al emperador dominante en el momento: Augusto, por sus orígenes y realizaciones, es digno de la apoteosis imperial. Es indudable que Virgilio, recogiendo tradiciones, ha amalgamado las referencias o creencias más arraigadas para dar un cuadro coherente, de sorprendente unidad, a la genealogía que se inicia con Eneas y a cuyo término está Octavio Augusto. En otras palabras, el genio de Virgilio reside en que convierte el pasado en presente y el presente en futuro profético, evitando la narración directa de las hazañas del héroe esperado por la alusión de las mismas a través de las peripecias de su antepasado Eneas y sus trabajos para fundar la ciudad. Esta empresa la lleva a cabo con sumo talento y el resultado trasciende los objetivos y los tiempos.
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