EL “VALOR” DE LA PALABRA.
EL LÉXICO COMO ELEMENTO INTEGRADOR
DE LAS COMPETENCIAS LINGÜÍSTICA Y COMUNICATIVA
- Mabel Giammatteo e Hilda Albano –
1. ¿POR QUÉ EL LÉXICO?
El léxico tiene un carácter central en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Desde sus inicios en 1998, nuestras investigaciones han tomado como eje el léxico, no en un enfoque lexicográfico, que considera la palabra aislada y desgajada de su contexto, sino considerando su incidencia en la comprensión y producción de los estudiantes de distintos ciclos de escolarización.
Para abordar esta problemática esencial para el ámbito educativo, nos centramos en dos competencias primordiales: la lingüística y la comunicativa, y las abordamos desde un enfoque cognitivo. En relación con la primera competencia, nuestro objetivo es lograr que los estudiantes conozcan el sistema de la lengua y puedan reconocer las múltiples posibilidades expresivas que brinda a sus usuarios. En cuanto al aspecto comunicativo, no solo importa que amplíen cuantitativamente su vocabulario, sino que también adquieran herramientas para comprender las palabras en diferentes contextos y puedan usarlas en la elaboración de textos coherentes, eficaces y adecuados a distintas situaciones. El enfoque elegido es el cognitivo porque consideramos que el léxico no solo influye en el logro de una mejor expresión, sino que constituye una vía de acceso al conocimiento y, conjuntamente con las estructuras de la lengua, colabora eficazmente en el desarrollo y formación del pensamiento crítico y reflexivo.
2. LA COMPETENCIA LINGÜÍSTICA
El lenguaje constituye el medio principal por el que los seres humanos nos comunicamos. En su forma oral, su empleo nos resulta natural y es la base sobre la que se asienta toda nuestra vida social. Sin embargo, no estamos acostumbrados a reflexionar sobre él, ni a pensar que posee una organización muy elaborada que hace posible no sólo informar a nuestros interlocutores acerca del mundo que nos rodea, sino también comunicar ideas, emociones y deseos, es decir, todo cuanto incluye la vida intelectual, afectiva y volitiva. En cuanto al pensamiento, el lenguaje no sólo lo transmite, sino que contribuye a su misma formación, de modo que, como plantea Piaget (1983: 141-2), « uno de los dos términos se apoya necesariamente en el otro, en una formación solidaria y en una perpetua acción reciproca».
Con todo, el aspecto central del lenguaje es que resulta consustancial al hombre, ya que, como capacidad humana, forma parte de nuestra dotación biológica, si bien para su desarrollo es necesario interactuar con el medio que nos rodea.
El lenguaje como facultad está en la mente del hablante y se puede decir que cada hablante nativo posee o tiene internalizada la gramática de su lengua, en tanto puede identificar, formar e interpretar las palabras y oraciones que se producen en ella. Así, aunque probablemente no podría explicarlo, ya que se trata de una capacidad no consciente, cualqur hablante de español, no sólo es capaz de, por ejemplo, derivar una forma en –mente a partir de palabras como rápido, útil o social, sino que además “sabe” que no puede hacerlo a partir de otras, como mesa o vaso, es decir que, independientemente del nivel cultural o educativo que posea, seguramente no intentará formar palabras como *mesamente o *vasomente . Asimismo, su competencia de hablante le permite construir oraciones bien formadas, negativas, como No va a la plaza, o pasivas, como Los visitantes son agasajados por las autoridades, y no equivocarse produciendo formas agramaticales para el español como. *Va a no la plaza o *Los visitantes es agasajado por las autoridades.
Este conocimiento subliminal del que el hablante común no puede dar cuenta, es el que Noam Chomsky (1965: 4) denominó competencia y distinguió de la actuación o uso de la lengua. Cada uno de los miembros de este par puede caracterizarse como:
Competencia: el conocimiento tácito del hablante acerca de su lengua.
Actuación: el uso real de la lengua en situaciones concretas.
En una perspectiva cognitiva , como la esbozada aquí, al estudio del lenguaje le interesa dar cuenta de la competencia como sistema internalizado por el hablante acerca de su lengua. Respecto de esta facultad, la actuación no sería más que “un imperfecto reflejo” (Radford 1997: 2), en el sentido de que en el uso que hacemos del lenguaje se cometen errores de pronunciación, faltas de concordancia, falsas interpretaciones debidas a un sin fin de factores extralingüísticos (cansancio, distracción, precipitación, entre otros). Por supuesto, esto no significa que los aspectos relacionados con la actuación no sean de interés. Sólo que su estudio implica perspectivas y metodologías diferentes de las que se ocupan diferentes ramas de la lingüística, como por ejemplo, la pragmática, la psicolingüística y la sociolingüística, que tratan, respectivamente, de la lengua en situaciones concretas de uso y de las condiciones internas (psíquicas) y externas (sociales) de comprensión y producción por parte de los usuarios.
Antes de introducirnos en la otra competencia esencial para el uso del lenguaje - la comunicativa – vamos a presentar un somero panorama acerca del sistema de la lengua y de sus interrelaciones con el componente léxico.
2.1. Interfaz I: Léxico y gramática
La facultad del lenguaje es una, pero las capacidades que necesitan los hablantes para comprender y producir mensajes son múltiples. En consecuencia, la gramática de una lengua está formada por un componente central, al que Chomsky (1995) denominó el sistema computacional, que es el mecanismo cognitivo específico que permite formar adecuadamente las expresiones lingüísticas en una lengua determinada (cf. op. cit.: 164). Pero de nada serviría esta capacidad, si las expresiones bien formadas no tomaran una forma comunicable. Para ello, por un lado tienen que estar dotadas de un significado y, por el otro, deben ser pronunciables. De este modo, para satisfacer las condiciones externas de salida, es decir, el hecho de que las expresiones lingüísticas se interpretan semánticamente y se pronuncian en una forma determinada, además del sistema computacional, la lengua debe poseer dos componentes de interfaz que permiten relacionar la facultad del lenguaje con otros dominios, en concreto, el físico del sonido y el conceptual del significado. Estos componentes de interfaz son el articulatorio-perceptivo o componente fonológico y el conceptual-intencional o componente semántico .
Componente Sintáctico
Sistema computacional central
Componente Fonológico Componente Semántico
Interfaz articulatorio-perceptiva Interfaz conceptual-intencional
Ahora bien, como ya planteaba Ferdinand de Saussure (1945 [1916]: 223), la gramática como descripción de un estado de lengua, no puede restringirse «a la morfología y la sintaxis reunidas, con exclusión de la lexicología o ciencia de las palabras.». Asimismo, un autor salido del tronco generativo, Ray Jackendoff (1996: 109) también ha sostenido que «para producir la ilimitada variedad de oraciones posibles de una lengua, el usuario debe tener en su memoria a largo plazo no solo las reglas de combinación sino también algo para combinarlas». Ese “algo más” son las palabras. Por tanto, desde esta perspectiva, el léxico se concibe como una interfaz que vincula los diferentes niveles de representación que intervienen en la organización de la lengua, de modo que “un ítem léxico establece una correspondencia entre fragmentos bien formados de la estructura fonológica, sintáctica y conceptual” (Jackendoff 1990: 18). Para ilustrar este planteo, veamos un ejemplo tomado de la formación de palabras mediante el prefijo negativo in-, como en intolerante, imposible o irregular, en las que se reconoce que
- fonológicamente, la consonante final del prefijo in- se adapta al sonido inicial de la palabra que le sigue, lo que da por resultado: in + tolerante, pero im + posible e i + regular ;
- morfosintácticamente, la conformación de dichas palabras exige un orden determinado entre los elementos: in + tolerante, pero no tolerante +in;
- semánticamente, el prefijo in- puede adjuntarse a bases con significado positivo como tolerante, posible o regular, pero no tiende a hacerlo con bases negativas como feo o malo: *infeo, *inmalo, *intorpe .
Según vemos, entonces, la estructura lingüística (i.e., la gramática de una lengua) comprende distintos componentes que presentan complejas interacciones que se establecen mediante interfaces, por las cuales fenómenos de un nivel se conectan o muestran dependencias respecto de los de otro(s) componente(s). Así, como vimos en el ejemplo, no sólo algunos aspectos de la estructura de la palabra pueden ser explicados en relación con las restricciones que imponen distintos componentes, sino que también muchos aspectos de la sintaxis se iluminan si se correlacionan con el significado de los lexemas que intervienen en la construcción. Veamos nuevamente un ejemplo. A partir de un verbo con un esquema transitivo como sembrar, que según el DRAE: 2042) significa “arrojar y esparcir las semillas en la tierra preparada para tal fin” (DRAE: 2042), será posible contrastar y evaluar la aceptabilidad de distintas combinaciones:
1. Este año sembramos soja/ trigo/ lino
2. El año próximo sembraremos sombreros/ cacerolas/ desodorantes/ computadoras .
3. Sembraremos computadoras en las regiones más alejadas del país/en todas las aulas.
Mientras en (1) sembrar unido a un complemento referido a una planta y forma una oración aceptable, (2), con un complemento que menciona un objeto ‘no sembrable’, resulta anómala, excepto que, como en (3), la interpretación se derive a un significado metafórico, en el que el sembrar solo signifique ‘esparcir, distribuir’
Ahora bien, ¿qué sucede con expresiones como las siguientes, ninguna de las cuales presenta problemas para ser interpretada por los usuarios: en (4), a pesar de que el complemento es un sustantivo abstracto, se impone para el verbo el valor más general de ‘desparramar, esparcir’, mientras que en (5), la derivación metafórica se elabora a partir de una suposición hipotética relativa a un mundo posible: Si sembráramos vientos…. :
4. Su enigmática respuesta sembró dudas/ sospechas respecto de los hechos.
5. Quien siembra vientos recoge tempestades.
Así las cosas, avanzar en la interpretación de las oraciones, desde los significados convencionales, que son los que el hablante tiene internalizados – p.ej. sembrar como “arrojar y esparcir las semillas”-, a otros menos frecuentes y que, por lo tanto exigen mayor esfuerzo interpretativo, como los sentidos derivados y metafóricos (cuya comprensión y explicación consideramos fundamental para los estudiantes), hace necesario también incluir una perspectiva amplia, que junto con las estructuras abarque el léxico.
Pasemos ahora a la otra cara de esta facultad tan elaborada y que implica reconocer que, junto con el conocimiento lingüístico, que permite constituir palabras y oraciones bien formadas, los hablantes también requieren una competencia comunicativa que los habilite para utilizar dichas expresiones adecuadamente en las distintas situaciones de uso.
3. LA COMPETENCIA COMUNICATIVA
Aunque la expresión competencia comunicativa acuñada por al lingüista norteamericano Dell Hymes (1972) se haya creado por oposición a la noción de competencia lingüística, surgida en el seno de la gramática generativa, nuestro planteo es que ambos “conocimientos” son complementarios.
[…] el niño normal adquiere un conocimiento de las oraciones no sólo como gramaticales, sino también como adecuadas. Adquiere una competencia sobre cuándo hablar y cuando no, así como de qué hablar, con quién, cuándo, dónde, y de qué manera. (op.cit : 277)
En esta perspectiva, un hablante-oyente competente de una lengua no solo debe tener internalizado el conocimiento de las estructuras de la lengua con sus correspondientes vinculaciones con el universo semántico-intencional y con el articulatorio-perceptivo, sino que la completa interpretación de los mensajes que produce y recibe exige algo más. Así, según el enfoque integral de la lengua que propiciamos, para poder emitir o recibir comprensivamente un mensaje no alcanza con codificar o decodificar, según sea el caso, su significado explícito o literal, lo que se dice, sino que también se requiere tener en cuenta lo que no se dice, pero puede ser deducido, aquello que el emisor quiere decir o lo que el destinatario quiere entender.
De esta manera, el término competencia comunicativa hace referencia a la capacidad para identificar (como receptor) o utilizar (como emisor) las convenciones socio-culturales y psicológicas que determinan el uso del lenguaje en un contexto espacio-temporal determinado.
Pero volvamos a la ejemplificación. Al regresar a su casa, después de un mes de vacaciones, el encargado del edificio donde vive le entrega al Sr. López un papel doblado que le dejaron en portería. López lo abre y lee la nota manuscrita que dice:
6. Miguel:
Luis estuvo hoy por la oficina. Dijo que vuelve en unos días. Pedro
En un sentido, podemos decir que el mensaje de Pedro a Miguel, se entiende, pero ¿es así realmente, o mejor dicho, hasta dónde se entiende? Nos encontramos en un punto crucial, en que el solo conocimiento de las estructuras y los significados de las palabras empleadas en el mensaje no son suficientes para la cabal comprensión. En principio, descifrar acabadamente este mensaje exige una serie de conocimientos que van más allá del universo puramente lingüístico y que incluyen:
datos referenciales: la identificación de Miguel con el Sr. López, receptor del mensaje y la de Pedro, el emisor, con la persona que pasó por el domicilio de López y dejó la nota;
datos inferenciales: como lectores ajenos al contexto interpersonal de la nota, no tenemos modo de realizar inferencias que nos permitan identificar a Luis, más allá de que se trata de una tercera persona masculina mencionada por Pedro en la nota. Por otra parte, tampoco podemos localizar temporalmente la situación, puesto que una palabra como hoy necesita decodificarse en relación con el momento de enunciación del mensaje, que no solo nosotros, sino también el mismo receptor, en este caso, desconoce, por lo cual tampoco podrá saber –dado que su ausencia se ha prolongado por un mes- si Luis ya ha vuelto a pasar o no.
datos ilocutivos: de los cuales tampoco podemos dar cuenta, y que incluyen información relacionada con para qué quería avisarle Pedro al Sr. López que Luis había estado por la oficina y que volvería en unos días. Es decir, no tenemos medio de identificar el acto de habla involucrado, que podría tratarse tanto de un simple aviso como de una advertencia.
3.1. Interfaz II: Léxico y mundo
3.1.1. La función del contexto
Como acabamos de ver en el ejemplo, orientarnos en el universo informativo puede no ser fácil, sin embargo, también aquí el léxico suele proveernos algunas pistas que los hablantes y receptores competentes deben aprender a interpretar. Así, como de la mano de la competencia lingüística el léxico nos introdujo en el interior de la estructura de la lengua, desde la vía comunicativa, el léxico nos conduce hacia el exterior y nos muestra las conexiones de la lengua con el denominado conocimiento de mundo o enciclopédico.
En esta perspectiva, cada palabra es una gestalt de contenido que se despliega en interacción con el contexto textual y/o situacional. Así, la palabra morfología dentro de la disciplina lingüística se interpreta como “el estudio de la estructura de las palabras”, pero en realidad, morfología, solo significa “el estudio de la forma”, por lo que también puede aplicarse a otras áreas como arquitectura, medicina, etc., donde las formas correspondientes no serán las de las palabras, sino las de los armazones y de los organismos, respectivamente. Otro ejemplo similar puede ser el de migraciones que, hasta no hace mucho, se refería sobre todo al “desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales” (DRAE: 1504), pero hoy en día, en el ámbito informático, también se vincula con “el traslado de los sistemas operativos”. En función de lo dicho, tanto (7) como (8) serían oraciones ambiguas, si no se ligaran con los contextos correspondientes
7. Estudia morfología en la universidad
8. Hicimos un curso sobre migraciones
De este modo, coincidimos con Bernárdez (1998:11-12), para quien
el léxico representa la vía primera y más importante de activación del fragmento de mundo y acceso a él. Pero el léxico tiene una característica fundamental que complica ese acceso y esa activación: es impreciso
Esta imprecisión suele crear problemas de interpretación tanto en la conversación cotidiana como en los contextos más formales, en que se requiere un uso muy riguroso de los términos. Otros ámbitos, como la literatura o el humor, por el contrario, se benefician de esta particularidad y generan exprofeso contextos deliberadamente ambiguos. Podemos, así, recordar un ejemplo memorable como el de El Lazarillo de Tormes, en el que al referirse Lázaro, al más miserable de sus amos, el clérigo que le mezquinaba la comida, lo describe como “largo solo en el talle”, jugando con el doble sentido de largueza, como “longitud” y “generosidad”. Para recordar que el humor bien entendido empieza por casa, también podemos ver cómo se juega con las dos acepciones del verbo llamar (“nombrar” y “convocar”) en este chiste sobre argentinos:
9. Un argentino entra a un quiosco en Madrid. Autosuficiente y seguro, sin siquiera saludar, le dice al que atiende:
-Che, gallego, dame un paquete de cigarrillos.
-Aquí, a los cigarrillos les llamamos pitillos-dice el quiosquero.
-Esta bien, ahora dame una caja de fósforos.
-Aquí a los fósforos les llamamos cerillas.
-Y decíme una cosa-pregunta el argentino-,¿acá cómo llaman a los boludos?
-A los boludos no los llamamos-replica el quiosquero-,vienen solos por Aerolíneas Argentinas (Extraido de Barbosa M., 2002)
3.1.2. La dimensión histórico-cultural del léxico
Otro aspecto esencial para la interpretación de los lexemas en los diferentes mensajes tiene que ver con los factores histórico-culturales.
En principio, la mayor parte de las palabras, sino todas, aunque en algunas la cuestión pueda pasar más desapercibida, incluye ‘marcas’ acerca de su origen o bien respecto de los contexto(s) socio-culturales en que se pueden utilizar. Al respecto, Matoré (1953), para quien la palabra no es una simple etiqueta que cataloga las cosas, sino que cristaliza los conceptos, plantea que los hechos de civilización pueden estudiarse a partir del estudio del vocabulario. Señala así que, por ejemplo, un término como coque está indisolublemente ligado con la revolución industrial ocurrida en Inglaterra a fines del siglo XVIII. En este sentido, Matoré la considera una palabra testigo, símbolo del cambio, tal como haríamos con celular, dvd, computadora o pen-drive, en nuestro tiempo. Más fundamentales aún que las palabras testigo, pero mucho más reducidas en cantidad, son las palabras clave, ya que estas, según el lingüista francés, expresan lo esencial de una época y hasta cierto punto su ideal Matoré ejemplifica este concepto con términos como Ilustración para el siglo XVIII o Independencia para el siglo XIX americano. Llevando esta conceptualización a nuestra época, sin duda la palabra clave no sería otra que globalización.
Según vemos, en mayor o menor medida, las palabras están saturadas de su época. Así, en un excelente poema sobre la pena de muerte, la escritora argentina, María Elena Walsh, hace un recorrido por la historia humana. Sin embargo, todo el texto está en presente y no hay ni una fecha. Los datos necesarios para ubicar los hechos a los que se refiere el poema son léxicos. La autora describe las diferentes formas de matar a lo largo de más de veinte siglos de “civilización” mediante los siguientes términos, cada uno de los cuales remite a un momento y lugar diferente:
Lapidar: Medio Oriente, castigo dado a las mujeres adúlteras, que lamentablemente se mantiene aun en la actualidad.
Arrojar a los leones: Imperio Romano, castigo particularmente usado con los cristianos.
Condenar a la hoguera y quemar vivo: castigo medieval para los herejes y las mujeres consideradas brujas.
Descuartizar: época colonial en América, alude al suplicio de Tupac Amaru.
Condenar a la horca: castigo para los siervos de la gleba en el Medioevo.
Condenar a la guillotina: castigo común en la época de la Revolución Francesa.
Fusilar en medio de la pampa: se refiere a la muerte del Gral. Dorrego a causa de una interna de unitarios.
Fusilar encinta: alude al castigo recibido por Camila O’Gorman en la época de Rosas, por tener relaciones con un sacerdote.
Suicidar (= hacer suicidar) se refiere a la muerte del poeta Oscar Wilde.
Enviar a la silla eléctrica: castigo típico para los delincuentes, en Estados Unidos.
Arrear a la cámara de gas: castigo para los judíos, gitanos y otros grupos étnicos y sociales en la Alemania nazi
Arrojar semivivo a una fosa común: castigo utilizado por los militares argentinos durante la época del Proceso.
ACTIVIDADES I
1. Leer atentamente el siguiente poema de María Elena Walsh y luego resolver lo pedido más abajo
a) Seleccionar las distintas expresiones que manifiestan el significado de ‘matar’, según los usos y costumbres en las distintas épocas y culturas
b) Descomponer dichos lexemas y construcciones en sus rasgos de significado constitutivos.
Nota: Todos los lexemas contienen el rasgo ‘matar’ más algún otro u otros específicos
Ejs. Lapidar: ‘matar’ ‘arrojando piedras’
Guillotinar: ‘matar’ ‘decapitando’ ‘en la guillotina’
Arrojar a la hoguera: ‘matar’ ‘arrojando (a la víctima)’ ‘en el fuego de la hoguera’
etc…
2. El lexema ‘morir’: se trata de un término general que puede aplicarse en cualquier contexto con el significado de ‘terminar la existencia’ ‘de cualquier ser vivo’.
a) Considerar qué sucede con términos como secarse (una planta), fallecer, estirar la pata, pasar a mejor vida ¿En qué tipo de contexto se usaría cada uno de ellos?
b) Los anteriores son sinónimos descriptivos: comparten el significado conceptual y varían en sus valores asociativos. Un caso semejante sería el de: papá/ padre/ progenitor/ viejo. Aportar otros ejemplos
c) Desde el punto de vista cognitivo, la expresión pasar a mejor vida instaura el modelo de ‘la vida como un tránsito’. Buscar otros ejemplos que transmitan esta misma conceptualización de la muerte y emplearlos en oraciones.
3. Considerar el siguiente relato breve de Oesterheld y luego resolver lo pedido
a) ¿En qué época transcurre ?
b) ¿En qué tiempo está narrado el relato?
c) ¿De qué recursos se vale el autor para transladar al lector a los distintos períodos históricos que menciona el relato?
d) Identificar los diferentes momentos históricos a los que hace referencia el cuento y seleccionar los lexemas que los mencionan.
e) ¿Tiene alguna moraleja el cuento?
Ejecución
Año 2068, en Buenos Aires. Aniceto Lara se gana la vida en Balvanera, una reserva urbana dedicada a preservar las pintorescas costumbres del Buenos Aires de principios del 1900. Aniceto es cuarteador, ayuda a los tranvías de caballos que deben repechar una cuesta. Gana poco, lo mismo les pasa a los otros que trabajan de compadritos, de organilleros, etc. Empujado por el deseo de sacar a su mujer, Laura, del conventillo en que viven, Aniceto decide cometer un crimen: se ha enterado de que en San Isidro vive un millonario completamente solo.
Consigue entrar en la casona, asiste escondido, a las fantásticas reconstrucciones históricas que son el hobby del millonario: robots que parecen seres de carne y hueso, teleguiados por computadoras, reviven escenas culminantes del pasado histórico. Aniceto asesina al millonario y ya escapa cuando pone en marcha, sin querer, una reconstrucción histórica: es después de Caseros, los robots-soldados de Urquiza están cazando mazorqueros, lo acorralan, le preguntan qué color prefiere. El desdichado Aniceto no sabe historia, grita que rojo, lo degüellan.
3.2. Léxico y variación
Según veníamos viendo, todo hablante no solo tiene internalizado el conocimiento sobre su lengua (la competencia chomskiana o el sistema saussureano), sino también instrucciones que lo guían para determinar qué estructuras y qué elementos léxicos tiene que elegir para las diferentes situaciones y contextos en que pone en uso la lengua (lo que viene a significar el habla para Saussure (1945 [1916]) o la actuación, en términos de Chomsky 1965).
En este sentido, según Coseriu (1969:24):
Mientras que la lengua, evidentemente, tiene carácter general y abstracto, el habla es particular y ocasional; es la proyección en una realidad de los signos abstractos de la lengua (palabras). El habla es la actividad de hablar, en general, pero también cada acto particular de hablar. El carácter social o individual no es de por sí determinante, pues el acto lingüístico es al mismo tiempo social e individual.
Así, en cada actividad de hablar se ponen en juego varios aspectos que van desde los rasgos correspondientes al lugar de origen (variación geográfica), pasando por las particularidades socioculturales de quien emite el mensaje (variación sociocultural) y por las características impuestas por cada situación comunicativa (variación situacional). De allí que pueden señalarse, al menos tres tipos de variedades lingüísticas que operan conjuntamente en cada acto de hablar): variedades diatópicas; variedades diastráticas; y variedades diafásicas (Coseriu 1972)
2.2.1 Variación geográfica o diatópica
Del reconocimiento de la existencia de variedades se sigue que “la lengua no es una entidad unitaria”. Pero, no todos los hablantes dominan igual cantidad de variedades. Según Rotaetxe (1996), «el número de variedades que un hablante conoce constituye su repertorio verbal», pero ningún repertorio agota las posibilidades de una lengua, que constituyen un conjunto de referencia al que remiten las variedades. Con respecto al español, se trata de una lengua sumamente extendida. Es la lengua más hablada del mundo tras el chino mandarín, siendo también, debido a su propagación en Hispanoamérica, la lengua romance que ha tenido mayor difusión. Se comunican en español millones de personas a lo largo, mayoritariamente, del continente americano, además de España y de otras zonas geográficas, como por ejemplo, Filipinas, en Asia, y Guinea Ecuatorial, en África, donde es lengua oficial, al igual que en el estado libre asociado de Puerto Rico, en EEUU. En la actualidad es la lengua más hablada, después del inglés, en los Estados Unidos.
Pero en cada una de esas regiones, los hablantes la emplean de acuerdo con las características particulares que constituyen su dialecto, las que estarán presentes en cada uno de sus actos comunicativos. Así, por ejemplo, si un porteño escucha a un hispanohablante de otra zona dialectal seguramente entiende lo que dice porque habla su misma lengua, pero también advertirá ciertas diferencias que lo llevarán a darse cuenta de que su interlocutor no es porteño. Puede, entonces, suponer que se trata de alguien de alguna provincia del interior del país o bien de alguna otra zona de América o de España. Esta deducción puede basarse en diversas características diferenciales, entre la cuales las más relevantes son la entonación y la pronunciación de los diferentes sonidos , el uso de distintas formas pronominales para referenciar a la segunda persona de singular (uso de tú en lugar de vos) y plural (empleo de la forma vosotros), o el empleo de piezas léxicas diferentes a las de su variedad, como por ejemplo, metro en vez de subterráneo, o bus en lugar de ómnibus, o bien expresiones como venta al menudeo y al mayoreo por venta por mayor y menor. Por tanto,. respecto del español se puede afirmar que los hablantes de distintas zonas reflejan dialectos diferentes. Pero ¿qué es, pues, un dialecto? La respuesta es sencilla:
Un dialecto es la variante regional de una lengua. Los dialectos se distribuyen horizontalmente y están determinados por isoglosas, nombre técnico que designa las líneas geográficas imaginarias que unen puntos donde se producen los mismos fenómenos de variación de una lengua determinada (p.ej. todas las zonas donde se aspira la s).
Las isoglosas nada tienen que ver con fronteras geográficas que separan países. Estos no son, pues, zonas lingüísticas unitarias y, por otra parte, las fronteras geográficas no siempre señalan límites lingüísticos. Para delimitar un dialecto no basta con una sola isoglosa, que tenga en cuenta un solo fenómeno, sino que es necesario establecer varios que sean comunes a una región y sirvan para caracterizar su dialecto. Un diagrama como el siguiente puede ayudar a interpretar la complejidad dialectal del español. Los círculos designados (1), (2), y (3), pueden ser, por ejemplo, tres dialectos del español (el rioplatense, el madrileño, el mexicano), que más allá de sus diferencias, también tienen características comunes a todos, que son las que permiten la comunicación entre sus hablantes y constituye la denominada lengua general o supradialectal. Asimismo, la totalidad de los dialectos de una lengua conforma la lengua total
Este diagrama ilustra que un hablante de una zona dialectal puede comunicarse con hablantes de otros dialectos porque todos comparten la lengua general que, en opinión de Rosenblat (1967: 2) es «[…] una abstracción, una entidad ideal que se impone a todos los hablantes de una colectividad, que no se habla en ninguna parte y hacia la cual se tiende en todas».
Ahora bien, a lo dicho hasta ahora hay que agregar que, según Coseriu (1972: 91), entre el hablar concreto y el sistema abstracto, debe ubicarse a la norma, que
[…] contiene lo que en el hablar concreto es repetición de modelos anteriores [….e] impli ca la eliminación de todo lo que en el hablar es aspecto totalmente inédito, variante individual, ocasional o momentánea, conservándose solo los aspectos comunes que se comprueban en los actos lingüísticos considerados y en sus modelos.
La norma comprende formas admitidas como las mejores por la comunidad lingüística para el uso de la lengua en un momento de su desarrollo, por lo tanto también es variable.
Por ejemplo, en el estado actual del español, se admite para el presente de subjuntivo de haber la forma haya y no haiga, que sin embargo era considerada correcta hasta la primera mitad del s.XIX y que, a partir de la segunda mitad de ese siglo comenzó a retroceder y quedó restringida a la lengua no escolarizada.
Asimismo, además de la norma general del español total, constituida por todos los dialectos, en cada zona hay normas particulares a la que responden sus hablantes. Así, por ejemplo, tomemos por caso al voseo, una de las tres características principales de nuestro dialecto rioplatense, y que consiste en el uso de la forma vos para referenciar a la segunda persona en el trato coloquial y familiar, en vez del pronombre tú, empleado tanto en España como en otras áreas dialectales. En América, existen varias zonas voseantes, sin embargo, no se trata de un fenómeno homogéneo. En algunas partes, como en Uruguay, se utiliza el tuteo pronominal combinado con la forma verbal propia del voseo: tu cantás, mientras que en Santiago del Estero se da el caso inverso: voseo pronominal con forma verbal tuteante: vos cantas . Por último, también existe el voseo de Buenos Aires, con ambas formas, pronominal y verbal, voseantes: vos cantás.
En cuanto a las forma que adopta el verbo, existen tres tipos de voseo: el diptongado canteis o cantais; el llamado voseo argentino, monoptongado: vos cantás; y el chileno, que puede ser diptongado, cantai, o monoptongado, cantis. Estas formas también difieren en su extensión. El primer tipo es considerado una reliquia y solo se conserva en ciertas zonas andinas y el último, solo se da en Chile. El más extendido es el llamado voseo argentino que, si bien es propio del Río de la Plata, también se da en algunas áreas de Ecuador, Venezuela, Colombia, Bolivia, lugares en los que sólo se presenta por zonas, sin dominar toda la extensión del país.
Ahora bien, desde el punto de vista de la aceptación social, también hay importantes diferencias. En el Río de la Plata, el voseo, que se considera norma culta, es empleado por todas las clases sociales para el trato de confianza, mientras que se prefiere usted para el trato más formal. En cambio en otras zonas, como Chile, se mantienen tres formas: vos para el ámbito familiar, tú para el trato de confianza y usted para el de respeto. El voseo en Chile es permitido solamente en un ámbito familiar de muchísima confianza, mientras que es estigmatizado en otros contextos .
Volviendo al dialecto rioplatense, una segunda característica es el fenómeno denominado yeísmo, que consiste en la pérdida de distinción entre los sonidos correspondientes a las grafías ll y y, con lo que se homologa la pronunciación del sonido inicial de llave y lluvia con la de yema y yo. Se trata de una característica regional, ya que en otras zonas del país, como por ejemplo la de Corrientes, la diferencia de pronunciación se mantiene.
La tercera característica relevante del dialecto rioplatense es el seseo, que consiste en no hacer diferencia entre los sonidos que representan los grafemas s, z y c (delante de e/i) por lo que se iguala la pronunciación de casa y caza y también la de cepa y sepa.
Además de diferencias fónicas y morfológicas, como las que acabamos de presentar, los dialectos también se distinguen por sus preferencias dentro del repertorio gramatical que ofrece la lengua general. Así, mientras en España se mantiene el uso del futuro simple de indicativo y en sus aerolíneas se puede escuchar a las azafatas preguntar a los pasajeros ¿Tomará café o té?, en Aerolíneas Argentinas, conforme a nuestra modalidad dialectal se escucharía: ¿Va a tomar té o café?, ya que se prefiere la perífrasis ir a + infinitivo para indicar futuridad.
Por su parte, otras zonas del país se distinguen, además de por fenómenos entonacionales y de pronunciación, por otras características sintácticas. En el norte, por ejemplo, se registra la presencia del fenómeno denominado “leísmo”, que consiste en usar la forma pronominal le en lugar de lo o la, de modo semejante a como se usa en España: ¿Le ayudo?, Así se muestra en la siguiente emisión radiofónica de un abogado formoseño que se refiere a la muerte de un miembro de la comunidad originaria Qom:
10. Habrá que averiguar quién le mató al policía X.
Pero sin duda, las mayores diferencias entre dialectos se dan en el ámbito del vocabulario. La variación léxica para designar una misma realidad, es sin duda el aspecto más destacado cuando se habla de diferencias dialectales. Por ejemplo, para tomar el ámbito de la vestimenta, mientras en España se usan falda, chaqueta, impermeable y bragas, en Argentina se emplean pollera, saco, piloto y bombacha, respectivamente. Las diferencias léxicas también abundan respecto de otras regiones hispanoamericanas: por ejemplo en el ámbito de las verduras, frutas y legumbres, mientras aquí utilizamos maní, batata, porotos, en otras regiones se emplean cacahuate (México y Honduras), camote (América Central, Ecuador, Filipinas, México, Perún), frijoles (México). El término niño del español general puede ser reemplazado por términos locales como chaval (España), chavo (México), pibe (Buenos Aires), botija (Uruguay) o guagua (área andina). Curiosamente, este último término, guagua, se usa en Canarias y Las Antillas para referir al automóvil de servicio (DRAE 2001: 1163). El siguiente ejemplo, tomado de un medio gráfico, el diario La Nación de Buenos Aires (18/06/ 2006) y referido al conflicto por la instalación de papeleras en el margen del río Uruguay, muestra cómo, en una misma página, dos titulares escritos en lengua estándar incluyen piezas léxicas en lengua coloquial que remiten a la variación dialectal en la zona del Río de la Plata:
10. Los botijas de Montevideo piden que los dos presidentes dialoguen.
Los pibes de La Boca no quieren que el río Uruguay sea el Riachuelo.
En síntesis, los ejemplos presentados corroboran lo anteriormente señalado: “la lengua no es una entidad unitaria”. Y en el caso particular del español, en el que se reconocen una gran cantidad de dialectos, tenemos que añadir que ninguno es superior a los otros, es decir, ninguno constituye el modelo a seguir.
De allí que, como ya había planteado Rosenblat (1967: 5)
Una lengua no es una suma de variedades dialectales, sino una integración. Y esa integración resulta del juego variado y multiforme entre las fuerzas transformadoras que operan en todos los sectores […].
Esta particularidad del español se diferencia de lo que ocurre en otras lenguas, por ejemplo, el italiano, en el que se reconoce a uno de sus dialectos, el toscano, como el de prestigio. Respecto de la importancia de un dialecto sobre otros dentro del español, ninguna de las normas locales del mundo hispanoahablante disfruta de un prestigio superior al de las demás. No obstante, para ciertas finalidades que tienen que ver con intereses supranacionales, especialmente comerciales o de los medios de comunicación, se está utilizando el llamado español neutro. Se trata de una modalidad elaborada a partir del diasistema del español, que deja de lado las diferencias dialectales y omite variantes marcadas, como puede ser el voseo .
.
3.1.3.2. Variedades socioculturales o diastráticas
Todo hablante refleja en cada acto de habla, además de las particularidades de su dialecto, otros rasgos, como por ejemplo, los socioculturales.
Las variantes que tienen que ver con su mayor o menor grado de escolarización o con su identidad profesional se denominan sociolectos. Así como los dialectos son variantes horizontales, los sociolectos son variantes verticales. En todo hablante, intersectan los aspectos dialectales y los sociolectales de manera que determinan que se pueda hablar de una determinada manera en una determinada ocasión.
En tal sentido, Rosenblat (op.cit.:3) sostiene que
[…] todo individuo es hoy “plurilingüe” (no políglota, claro está), en el sentido del sistema expresivo de su comunidad o de su clase social. Según las circunstancias, alterna su “argot” profesional, sus formas locales o familiares, su habla social y formal, y se adapta insensiblemente a los usos, variados y divergentes, de sus interlocutores, y a veces los adopta […]
Otro aspecto que se relaciona con lo sociocultural y que está presente, también en el hablar, es lo que permite distinguir la lengua estándar o variedad escolarizada de la forma subestándar, también estigmatizada como lengua vulgar o variante no escolarizada, que es la que no se atiene a las normas vigentes. La primera, en cambio, manifiesta una variedad ampliamente difundida y aceptada por la mayoría de los hablantes, que sirve de modelo y de referencia para toda la comunidad. Es la que se emplea en la educación formal y en los medios de comunicación. Se trata de la lengua que incluye las normas generales y excluye variantes locales y formas “marcadas”, propias de la lengua no escolarizada, que se manifiestan en distintos aspectos, como ser fonético: dentrífrico, en lugar de dentífrico, nasta por nafta, refalar, por resbalar; morfológico: dea en lugar de dé; estea por esté; haiga por haya, sintáctico: mese cayó en lugar de se me cayó; léxico: recalcarse el pie en lugar de retorcerse el pie.
Una manifestación de la lengua subestándar es el argot, considerado el lenguaje utilizado dentro de grupos sociales que comparten características sociales y/o profesionales para comunicarse entre sí. Tal es el caso, por ejemplo, del caló, en España, el slang, en los Estados Unidos, la giria, en Brasil, o el coa, en Chile. Para muchos autores, se podría incluir como un caso de argot, el lunfardo rioplatense. Así, para Clavería (1967),
argot resulta ambiguo como término lingüístico, pues no solo ha servido para designar el lenguaje del hampa, sino también los lenguajes especiales, técnicos o secretos, de ciertas profesiones o de ciertos grupos sociales, el habla del bajo pueblo y hasta el lenguaje coloquial.
Sin embargo, Conde (2010: 59) insiste en no considerar como argot el lunfardo, que
[…] debe ser entendido como un modo de expresión popular o, para que quede más claro todavía, como un vocabulario del habla popular de Buenos Aires. Pero, aunque su origen pueda ubicarse en Buenos Aires, este vocabulario se ha extendido ya, primero a toda la región del Río de la Plata y luego al país entero.
Entre los muchos términos que conforman el léxico lunfardo, se pueden citar como ejemplos: viaraza (enojo), buzarda (barriga), chafar (robar), chupar (ingerir bebida alcohólica), patinar (fracasar), quincho (peluquín), faso (cigarrillo), alpiste (vino); biyuya y morlacos (dinero), mina (mujer), azotea (cerebro), turro (mala persona).
Respecto del origen del vocabulario lunfardo, denominado así, pues no constituye un sistema lingüístico, sino un repertorio lexical, hay opiniones encontradas. Barcia (2008: 40) sostiene que «[…] fue asociado en su origen y uso al mundo delictivo, primero de ladrones, y luego de malvivientes, en general, a lo cual se suma el mundo de la prostitución». Por el contrario, para Conde (op.cit.:23)
El lunfardo, así como los restantes argots, es un habla creada por el pueblo que no tiene nada de secreta. Su uso, alternativo al de la lengua oficial, es, al mismo tiempo, un modo de situarse en relación al poder que esta representa, una manera de eludir los tabúes a través del lenguaje y una cierta forma de resistencia.[…] En el uso del vocabulario lunfardo hay, además de expresividad, una altísima cuota de rebeldía, de inconformidad. Pero también hay mucho de lúdico.
También suele incluirse como manifestación de lengua subestándar, la jerga caracterizada por Alonso y Henríquez Ureña (1958:13) como
el vocabulario especial de una profesión u oficio cuando implica, a la vez, baja cultura […] La jerga indica desvalorización o menosprecio.[…] Son formas subestándar correspondientes a algunas de las lenguas técnicas.
Como ejemplo de jerga en el ámbito militar se puede mencionar el término tagarna, que era empleado con el valor de “el bobo, el tonto”. Otros casos, tomados del ámbito estudiantil son expresiones como traga (acortamiento de tragalibros, que significa ‘muy estudioso’) , lo bocharon, me sonaron, etc.
Dentro de las peculiaridades de la lengua no escolarizada, se incluye, en el caso de nuestro país, la denominada lengua rural, de uso campesino, más tradicional, más conservadora de formas antiguas del español, que se extiende por gran parte del territorio. Incluye arcaísmos, es decir, elementos lingüísticos que corresponden a estados anteriores de la lengua. Si bien la llegada de los medios masivos de comunicación y la tecnología digital está modificando esa lengua rural, hay rasgos que perduran, por ejemplo, algunos cambios fonéticos: peliar en lugar de pelear; vía en vez de veía, ajuera y pajuera por afuera y para afuera; dislocaciones acentuales: váyamos en lugar de vayamos, máiz por maíz; rasgos sintácticos como el uso del verbo saber en lugar de soler en la perífrasis de habitualidad (sabe venir los sábados); y variantes léxicas: expresiones como al ñudo por “inútilmente”. Cabe señalar que la lengua rural, especialmente de la provincia de Buenos Aires, tiene muchos puntos en común con la lengua rural de cualquier zona de América o de España.
Respecto de los ruralismos, Barcia no los asocia con lo “”vulgar” y sostiene que
Hay vulgarismos rurales y urbanos “albear” (madrugar) o “ aperar” son ruralismos pero no vulgarismos. Acorde con la índole agrícola-ganadera del país, lo rural comprende un vastísimo caudal léxico que alude a las tareas agropecuarias, a las faenas gauchas y a las realidades campesinas: “abichar”, “palenque”, “jagüel , etcétera » (l.c: 80).
Más allá de la distinción dada por nivel de escolarización, entre lengua estándar y lengua subestándar, en el caso del español de nuestro país se reconoce la lengua coloquial, que es la de la conversación cotidiana de tono familiar. Como ejemplos de sus manifestaciones pueden mencionarse expresiones relacionadas con el campo visual y el auditivo, por ejemplo: Mirá que eso corre por tu cuenta, Oí(me) bien lo que te voy a decir, ¡Ojo (cuidado) con lo que hacés o decís!. Y también expresiones como: (Me fue) como la mona (muy mal); Sos un verdadero cachivache (algo ridículo); ¡Tiene un tarro (una suerte)!; Me da cosa (no me animo a hacerlo); Es un cero a la izquierda (no vale nada); Tomátelas (retiráte); Hace escombros por nada (molestar, enojarse); Che flaco; Le gustan las pilchas (la ropa); No te hagas el piola (el vivo), etc. También en el nivel coloquial se ubican términos como abatatar, luca (billete de mil pesos), macanudo (buen tipo), apichonarse (acobardarse), pibe, forro (persona despreciable), carajear (insultar), boludo (tonto), franelear (mantener sin resolver una situación) y expresiones como: cagar fuego (fracasar, morir), dar bola (prestar atención), andar al palo (estar excitado ), hinchar las pelotas (molestar).
Dentro de la estratificación socio-cultural hay otro nivel de lengua que entra en intersección con los diferentes factores intervinientes en un hecho de habla en la lengua general: el léxico técnico-profesional, respecto del que no hay desvalorización, sino que se utiliza para nombrar las especificidades de un área del saber. Por ejemplo: hipoacusia, cefalea, hipertensión arterial (medicina), fonema, sintagma, lectos (lingüística), átomo, molécula (física), lucro cesante, inflación (economía), etcétera.
Dentro de las variantes socioculturales puede señalarse la etaria, que incluye los aspectos o modismos lingüísticos que se localizan entre los miembros de una misma generación. En este sentido, un aspecto interesante a considerar por la dinámica que implica es el lenguaje de los jóvenes. Un ejemplo de lenguaje juvenil en el presente es la expresión ¿Cómo va?, empleada en Buenos Aires a modo de saludo. A la vez que generan términos y expresiones novedosas como cortamambo (aguafiestas), ser colgado (distraído), estar copeteado (un poco borracho), producirse (maquillarse, arreglarse), tunear/se (adornar/se), los jóvenes porteños revitalizan lunfardismos de vieja data como bondy (colectivo), mina, pibe, chabón (tipo, apelativo) o (el) quía (la persona de quien alguien habla, pero no nombra), muchos de los cuales han pasado por el tamiz revitalizador del rock nacional o han sido resemantizados en décadas recientes, como trucho (falso, del lunfardo trucha, cara) .
Otra variedad a tener en cuenta es el sexo, ya que las formas de comunicarse de mujeres y hombres también presentan diferencias. Así, por ejemplo, mientras que un hombre joven puede decir: ¡Qué tuneada está! en referencia a que una mujer tiene muchas operaciones de cirugía estética; una joven puede usar una expresión como alto chabón para referirse a un joven muy apuesto.
En el habla de la Argentina, otro factor que incide es el bilingüismo, que puede caracterizarse como el uso habitual de dos lenguas en una misma región o por una misma persona. Dentro de nuestro territorio, la existencia de pueblos originarios, como el mapudungun, el toba, el wichí, el vilela, entre otros , permite hablar de comunidades bilingües para las que el español es segunda lengua, dado que la de su comunidad es la primera. Por otro lado, la constante inmigración hacia nuestro país de personas provenientes de países vecinos, como Paraguay, Bolivia, Perú, que pertenecen a comunidades originarias de esos países, hace que en el español de la Argentina ingresen palabras, giros, construcciones de lenguas como el guaraní, hablado por todos los paraguayos, o del quechua o aymara, hablado en amplias zonas de Bolivia y Perú. La incidencia de estas lenguas es muy notoria en ciertas regiones de nuestro país. En el español de Corrientes, por ejemplo, por influencia del guaraní suele omitirse el pronombre en función de OD. De allí que se escuchen emisiones como: Este es un rosal. Yo Ø traje de Buenos Aires, en lugar de Yo lo traje; o bien Compré un vestido nuevo pero todavía no Ø usé. En hablantes de origen boliviano de ascendencia quechua, suelen registrarse, en su uso del español, construcciones como: de mi hermana su marido en vez de ‘mi cuñado’, o Son de mi madre sus tortas por ‘Mi madre hizo esas tortas’, o bien Es del agua su duro para referir al ‘hielo’. En todos estos casos la construcción posesiva primero señala que no se trata de una persona u objeto de pertenencia directa del hablante.
3.1.3.3 Variedades diafásicas
En cada hecho lingüístico—oral o escrito-- además de manifestar las particularidades de su dialecto y los aspectos socioculturales que acabamos de ver (cf. supr. § 3.1.3.2), el hablante tiene que utilizar determinadas pautas lingüísticas para adecuar la lengua a la situación comunicativa. De allí que puede decirse que el contexto que origina la situación comunicativa se introduce en el texto.
Esta particularidad de adecuar la lengua a la situación comunicativa constituye lo que se da en llamar el registro y consiste en usar el lenguaje de modos diferentes en situaciones diferentes.
Esto es posible porque todo hablante, en términos generales, tiene almacenado junto al sistema de la lengua un conjunto de instrucciones para saber en qué situaciones debe emplear los giros, construcciones sintácticas o piezas de vocabulario para que sean adecuados a la situación comunicativa. Al respecto, Halliday (1982: 83-106) sostiene que toda situación comunicativa difiere de otra por tres aspectos básicos: el campo del discurso, el tenor y el modo.
- El campo del discurso, es decir, la naturaleza de la acción social que está ocurriendo (una exposición académica, una reunión familiar, etc.) que, a su vez se relaciona con un marco institucional determinado en el que se produce el intercambio (la universidad, el contexto familiar, etc). Tiene que ver con el tema, por un lado, y por el otro, con la situación en que están ocupados los participantes.
- El tenor, es decir, el grado de formalidad del intercambio y la relación que mantienen los participantes, que puede atender a lo
i) personal, o sea a lo relativo a cada participante: su posición, grado de involucramiento, etc
ii) interpersonal, o sea lo vinculado a la relación entre hablante/ oyente que puede ser:
a) simétrica/ asimétrica;
b) formal (protocolar/ profesional/, etc.)/ informal (coloquial, familiar, etc.);
- El modo del discurso, o sea, el papel que desempeñan los recursos del lenguaje y la organización simbólica del texto, que tiene que ver con su posición y función en el contexto, incluyendo el canal de expresión elegido (oral /escrito). También se refiere al modo retórico, es decir, a la función que se espera que cumpla el hecho de habla: referencial (referida al contexto), expresiva (vinculada al emisor), apelativa (orientada al oyente), metalingüística (referida al código o sistema de la lengua), poética (orientada al mensaje mismo y a su elaboración) (Jakobson 1984).
Podemos ilustrar la necesidad de adecuar la lengua a distintas situaciones comunicativas mediante algunos ejemplos. Comenzaremos con (12), (13) y (14), creados a partir de (11), un acto de habla real recogido en las calles de Buenos Aires, perteneciente al habla oral coloquial:
11. Piba, yo estudié, yo soy abogado y sé de costas.
En (11) encontramos un vocablo de origen lunfardesco: piba, ya incorporado en el habla coloquial de Buenos Aires, junto a un término propio del ámbito profesional, del área del derecho: costas. Dado el contexto de producción –habla oral espontánea - el mensaje se inserta en la lengua estándar coloquial. Ahora bien, si ese hablante, que se autodefine como “abogado” fuera profesor universitario y tuviera que explicar a sus alumnos el concepto de “costas”, tendría que hacerlo utilizando la lengua formal e incluyendo términos técnicos especializados:
12. Costas son las erogaciones ocasionadas por un proceso judicial.
Imaginemos, ahora, que ese abogado se encuentra en su estudio jurídico y tiene que comunicarle a uno de sus clientes con el que mantiene un trato formal, es decir, de no confianza, que debe pagar las costas por haber perdido un juicio. En su acto de habla tendrá que emplear recursos de la lengua estándar en su variante más formal:
13. Señor, lamentablemente, tengo que comunicarle que debe pagar las costas dado que el juicio le ha sido desfavorable.
Por último, imaginemos a ese mismo abogado frente a un cliente con el que también mantiene una relación de amistad y, por lo tanto de confianza, al que tiene que comunicarle que debe pagar las costas por el juicio perdido. En esa circunstancia puede elaborar un acto de habla apelando a recursos de la lengua coloquial y hasta subestándar:
14. Flaco, no te queda otra. Pagá las costas, si no querés ir en cana.
A diferencia de las situaciones anteriores, el siguiente ejemplo tomado de un caso real ilustra un caso de inadecuación respecto de la situación comunicativa. Dos personas con un amplio dominio de la lengua suben a un taxi. Una de ellas le indica al taxista el lugar adonde quieren ir y se produce el siguiente intercambio:
15. Pasajera 1: La elección del derrotero queda a su cabal criterio.
Taxista (dándose vuelta y dando muestra de no haber entendido): ¿Qué?
Pasajera 2 (comprendiendo la desorientación del taxista): Vaya por donde le parezca mejor.
Taxista (asintiendo con la cabeza como muestra de que finalmente ha entendido el mensaje): ¡Ah, sí, sí, claro!
Otro aspecto que interviene en la producción del acto de habla es el género discursivo, en el que convergen el tema de que se trata y la forma que se le quiere dar. Al respecto Eggins y Martin (2001:364) sostienen:
[…] la teoría de registro y género considera que el texto, y por lo tanto las preferencias léxicas, gramaticales y semánticas que lo constituyen, codifica e interpreta las diferentes capas del contexto en el que se realiza. Los términos registro (contexto de la situación) y género (contexto de la cultura) identifican las dos capas más importantes del contexto que tienen un impacto sobre el texto y, por ende, son las dos dimensiones principales de la variación entre los textos.
En relación con la intersección entre género y registro, dentro de los recursos de que disponen los hablantes, podemos destacar aquellos casos en que dentro de un texto, pertenenciente a un género y un registro determinados, deliberamente se introducen elementos léxicos correspondientes a otro u otros registros con el objeto de romper con la isotopía dominante y producir efectos estilísticos específicos. Veamos algunos ejemplos tomados de diferentes géneros y estilos:
16. Emisiones periodísticas radiales:
- La oposición, exenta de principios políticos concretos, busca carroña con los actos del Bicentenario.
- Escribe con elegancia, pero esa no es más que una expresión literaria pedorra.
- Twitter es un lugar muy bartolero.
17. Texto literario
El abuelo se trepó sobre una piedra, tocó la campana talán, talán,
y chistó varias veces enérgicamente hasta que consiguió imponer´
un silencio impresionante.
Entonces dijo:- ¡Alumnos!
-Presentes…-contestaron todos muertos de miedo,
de chucho, de cuicui y de julepe. (M. E. Walsh, Dailán Kifki)
18. Texto humorístico
Inodoro Pereyra manda a su perro Mendieta a buscar unas tijeras de podar
“A la orden” –responde Mendieta
-A la orden o al portador”, retrueca el gaucho. (N° 24, “De estos hermosos cielos”)
Por último, la contraposición entre “norma” y “uso” no es tan obvia y evidente como parece; porque el uso—todo uso—es normativo en alguna medida. El uso es una realidad social y le pertenece el carácter fundamental que en su sociología señaló Ortega y Gasset: la vigencia. Al respecto Julián Marías (1967:32) señala:
Todo fenómeno social es temporal. Todo uso se inicia por acciones individuales, todavía no sociales o colectivas, y solo con el tiempo adquiere vigencia. Esta, por su parte, una vez establecida, se ejerce como tal durante el tiempo en que conserva su vigor. Finalmente, lo pierde, se diluye, volatiza o decae, se debilita o es sustituida según los casos.
En relación con el recorrido aquí trazado, nuestro punto de arranque ha sido la competencia, conocimiento internalizado de su lengua que pone a disposición del hablante múltiples, infinitas, posibilidades. Sin embargo, según hemos visto, en el uso, según las distintas regiones, grupos o situaciones comunicativas, se imponen algunas formas y se desechan otras. Los usos ejercen presión sobre nosotros y nos obligan a ajustar nuestra conducta a ellos o bien a resistirlos, a discrepar. El léxico, como ningún otro componente, refleja esta dinámica: mientras, por un lado, la competencia léxica se refiere al conocimiento del potencial significativo y expresivo de los ítems de una lengua así como de la red de conexiones que cada uno puede establecer con otro u otros; por el otro, en cada situación, el uso exige que ese potencial se actualice y resignifique a partir de los vínculos efectivos que la palabra contrae y de las coordenadas espacio-temporales, culturales y comunicativas que representa.
ACTIVIDADES II
A. Analizar los siguientes textos considerando las variaciones diatópicas, diastráticas y diafásicas
I
A mí, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo lo conocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque él sabía tallar más bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupe y la Batería. Arriba de tres veces no lo traté, y ésas en una misma noche, pero es noche que no se me olvidará, como que en ella vino la Lujanera porque sí, a dormir en mi rancho y Rosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo. (J. L. Borges, Hombre de la esquina rosada.)
II.
—Che, vení... ¿A dónde vas?
—Voy a tender al sol esta bombacha de don Cosme, pa que se oree, don Panchito.
— ¿De quién?
—De don Cosme.
—Dejála ahí no más.[...]
—Voy a dir a colgarla en el cerco y vendré en seguida, don Panchito.
—No, dejála ahí no más, en el medio del patio... ¡ahí!
—Se va a ensuciar, don Panchito.
—No me importa; dejála y vení p’acá.
—Que mi mama se va a enojar, don Panchito... que don Cosme...
— ¡No importa! dejála y vení p’acá. (Benito Lynch, Los carachos de la Florida.)
III.
El aparato digestivo es un aparato que sirve para agarrar los alimentos; todos los alimentos se colocan en la boca y luego se mastica muy bien y se traga de manera infinita, y el alimento tragado pasa por un cañito que es la laringe, y luego pasa por el estómago, luego por el cardíaco y después llega a un lugar que es como una puertita que es el píloro. Luego sigue indiscutiblemente por el intestino delgado, y sigue, y cuando termina de pasar, llega al intestino grueso y entonces tenemos que ir al cuarto de baño y hacer del cuerpo y eso que sale por el ano, maestro, es lo que sobra, que no sirve para nada, y por eso pasamos al cuarto de baño.
(J. M. Firpo, ¡Qué porquería es el glóbulo!)
IV
El trío no se mueve, señores radioyentes y espectadores de este encuentro sensacional en la bombonera boquense, con los hinchas del equipo millonario fuertemente alarmados por la repentina enfermedad del centrojá, sustituido a último momento por un jugador desconocido para el público, y descubierto esta mañana en un potrero de la capital, sin experiencia profesional salvo pocas apariciones ante el público en un torneo infantil... y es él, es él que entra en la cancha seguro de la victoria, con la esperanza invencible de sus escasos diecisiete abriles, y ya empieza el partido, y la pelota pasa al campo millonario, está en peligro el arco de River Plate, señores, está en peligro, y sí, señores, a apenas dos minutos de iniciado el primer tiempo... ¡goool de Boca!, ¡goooool de Boca Juniors, braman las tribunas locales!(M. Puig, Boquitas pintadas.)
V
El bondi –talán, talán– agarró p’al Centro; iba superbo como una madre joven que, sotto la mirada del babo, porta en la panza las modernas generaciones que mañana reclamarán su lugar en las grandes meriendas de la vida… En su seno, con un tobillo en el estribo y otro sin domicilio legal, iba tu payaso querido, iba yo. Dijera un observador que el bondi cantaba; hendía el aire impulsado por el canto; las [sic] cantores éramos nosotros. Poco antes de la calle Belgrano la velocidad paró en seco desde unos veinticuatro minutos; yo transpiraba para comprender y anche por la gran turba como hormiga de más y más automotores, que no dejaba que nuestro medio de locomoción diera materialmente un paso.
El camionero rechinó con la consigna “¡Abajo los chichipíos!” y ya nos abajamos en el cruce de Tacuarí y Belgrano. (J. L.Borges y A. Bioy Casares: “La fiesta del monstruo”, Nuevos cuentos de Bustos Domecq)
B. En cada uno de los siguientes textos, explicar los desajustes con respecto a la forma de lengua empleada en cada hecho de habla.
I. Un becario se dirige por escrito al director del instituto donde realiza sus actividades de investigación, con quien tiene un trato formal.
Dr. X: Me excuso por no haber podido completar dentro del plazo establecido el informe trimestral correspondiente a mi investigación. Al llegar a las conclusiones se me volaron las ideas y mi mente quedó achatada.
II. Diálogo entre un paciente y su médico.
Paciente: Me duele muchísimo la zabeca, doctor.
Médico: Desde cuándo está con cefaleas?
III. Mensaje dirigido por un niño de ocho años a su madre
Mamá. Querría que comprendieras la desazón que me han producido las irreverentes expresiones vertidas por Juli, mi compañero de inglés.
IV. Mensaje de un docente dirigido a sus alumnos.
He preparado un power acerca de los fenómenos naturales producidos por las capas tectónicas. Pero me se cayó la computadora y no puedo colocar el pendrive.
V. Comentario de un médico en el transcurso de su clase universitaria.
¡Què inesperado fue, che!. Después de realizarle varios estudios se descubrió que el pibe es hipoacúsico.
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